EL TIEMPO EN ESTEPA

EL TIEMPO: PREVISIÓN METEOROLÓGICA PARA ESTEPA

sábado, 18 de julio de 2009

MOHAMED EL BONDADOSO
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El pequeño Rayan hijo de un joven matrimonio, fallecido por negligencia médica en el Hospital Gregorio Marañón de Madrid, ha sido enterrado este jueves en el pueblo marroquí de Mdiq junto a su madre, Dalila Mimuni, primera víctima mortal de la gripe A en España.
Ha sido muy lamentable y trágico para el joven padre, que en cuestión de unos días, perdió a su esposa y a su pequeño hijo.
Un desgraciado error cometido por una enfermera, provocó la muerte del niño, que nació prematuramente tras una operación de cesárea practicada a la madre afectada por la gripe A. La joven madre iba a morir y hubo que salvar la vida del pequeño Rayan, que ahora ha fallecido víctima de una terrible equivocación del personal sanitario del hospital donde se hallaba ingresado.
Este pequeño no debió haber muerto, pero desafortunadamente, así ha sido.

Y ahora, entro a analizar un detalle, o varios detalles sobre el asunto del traslado del cuerpo del niño.
Yo confío en la buena voluntad, en la “bondadosa y desprendida” acción que ha llevado a cabo el rey de Marruecos Mohamed VI, “pagando” los costos de fletado de un avión para repatriar al pequeño Rayan a la localidad de sus padres, para ser enterrado junto a su madre. Comprendo tan buena y misericordiosa iniciativa, y hasta llegaría a aplaudirla y a felicitar por ello al monarca alauita, si no concurrieran en este regio señor y extraño personaje algunas contradicciones respecto a su proceder.
No debemos olvidar que para una fortuna tan enorme -de las mayores del mundo-, como es la suya, fletar un avión desde Marruecos, debe ser una nimiedad que no supone ni el gasto de un café para tan regio y millonario bolsillo.
Tampoco debemos dejar de lado un hecho: miles de miles de personas y niños como el que ha muerto, nacidos en el seno del pueblo saharaui, viven “arrinconados, exiliados” de su tierra malviviendo en campamentos hechos para ellos en terrenos de Argelia, el país que los acoge, porque ellos no quieren pertenecer al reino de Marruecos que se ha anexionado “su tierra”, y no se la da para que vivan con libertad en ella, y allí gobierna él con férrea autoridad. ¡Sí! este señor que nos ha salido de pronto tan “compasivo” y ahora tan paternalista.
Fue su padre, Hassán II, quien aprovechando el momento de debilidad del régimen franquista, con Franco agonizando en el hospital, organizó aquél monumental lío llamado "la marcha verde" movilizando a miles de marroquíes que fueron hasta la frontera del entonces Sahara español, en actitud más que reivindicativa del territorio, provocativa hacia el ejército español, que no quiso repeler por la fuerza aquella manifestación, evitando una masacre. Hassán expuso a sus súbditos al peligro de las minas y las balas del ejército mientras él estaba bien resguardado y seguro en su palacio, y nada le importó su gente. España abandonó el territorio, y Marruecos se lo anexionó quitándoselo a los saharauis.

Menos debemos dejar de tener en cuenta sus “encuentros” con la gente de su reino. Sus baños de multitudes tan falsamente hechos. Lo he visto en la televisión. Al “tierno patriarca” con cara de pocos amigos y su “tic” nervioso que pareciera que le aprieta la corbata o le está pequeño el cuello de la camisa, no hay quien se acerque a tocarle la mano; perece como si le fueran a contagiar algo a su real cuerpo, y rehúye al contacto con sus súbditos, al que ahora, a uno de ellos tocado por la tragedia, este poco sonriente rey y señor, “conmovido” fleta un avión militar para la repatriación del cadáver de un bebé.
Y no seré yo quien diga que está mal, o no es correcto el regio detalle; lo que pasa, es que a este rey Mohamed VI, se le olvida –o quizás tal vez, nunca se lo han dicho-, que son ya centenares o más, los inmigrantes ahogados, la mayor parte de ellos marroquíes, y otros subsaharianos, que salen de sus costas traídos por mafias, que los meten hacinados en embarcaciones, para luego morir en las siniestras aguas del Estrecho de Gibraltar u otras del sur de España.
Son muchos los cementerios andaluces que dan sepultura a esos cientos de cuerpos de súbditos marroquíes que nadie reclama cuando son sacados del mar, y no se pone un avión a disposición de sus familiares, para llevarlos a casa. No. Se entierran aquí sin nombre, porque no tienen documentos que los identifique, y nadie viene a recoger sus cuerpos en aviones que los repatríen, y pagan los gastos derivados del sepelio los ayuntamientos de las localidades donde son enterrados. Aquellos que el mar no devuelve, vagan por las aguas perdidos y olvidados.
¿No son igualmente esos marroquíes súbditos de su “compasivo y generoso rey”?
De cara a la galería nacional o internacional, y para ganarse al pueblo y que éste lo quiera más, este señor actúa así, enviando un avión militar para llevarse el cuerpo del bebé, y lo hace un poco cínicamente, escribiendo al joven padre y a su familia una regia carta de condolencias con versos del Corán para que Dios se apiade del pequeño Rayan, pero… ¿qué pasa con los que mueren desatendidos en su país, con los pobres que pasan hambre, con los que mueren ahogados al emigrar de allí a España buscando una vida mejor, o con los presos políticos que han sido encarcelados por los secuaces del bondadoso y autoritario señor que no consiente oposición política alguna en su reino…?

Son muchas, las cosas que me hacen desconfiar de esta “generosa y real acción” llevada a cabo por un monarca millonario que bajo su cetro autoritario, reina y además gobierna con estirado gesto y arrogancia, oprime al pueblo empobrecido, castiga a quienes se le oponen, mantiene en el exilio al pueblo saharaui, se enriquece cada día más, exige la soberanía sobre las ciudades españolas de Ceuta y Melilla… y fleta un avión militar –que él no paga de su bolsillo multimillonario-, para llevar el cadáver de un niño a enterrar a su país.
¡Vamos hombre! Con el dinero de las arcas del país, a cargo de los presupuestos militares del reino, hace usted esta “obra benéfica”, y así cualquiera lo haría; pero… ¿aumentaría y mejoraría usted a costa de su cada vez más abultadísima cuenta corriente, el bienestar social de sus súbditos?
¡Ah, amigo! ¡A la bolsa, ni tocarla!
Una cosa es predicar, y otra, dar trigo.

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