EL TIEMPO EN ESTEPA

EL TIEMPO: PREVISIÓN METEOROLÓGICA PARA ESTEPA

martes, 14 de abril de 2009

LA TORRALBA; HISTORIA Y LEYENDA

" LA TORRALBA "

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Recuerdo que sería por este tiempo, en primavera, hace ahora cuarenta años.
Yo vivía entonces cerca de este lugar tan bonito que es la placita de la Victoria, y cierto día por la mañana, al pasar por allí como cada día, vi cómo un hombre grababa a golpes de cincel y martillo unas letras en el muro del costado que da a la plaza de la vieja y desaparecida iglesia, del también derruido convento de los Mínimos. Era en aquél tiempo el alcalde de Estepa, don Rafael Machuca Moreno, quién mandó escribir lo siguiente:



1812 – 1969

UNA MUJER CONOCIDA POR LA TORRALVA
OFRENDÓ SU VIDA EN ESTE PAREDÓN
POR LA INDEPENDENCIA DE SU PATRIA
FRENTE A LOS EJÉRCITOS NAPOLEÓNICOS
*
SU CIUDAD NATAL PERPETÚA SU MEMORIA
Y LE DEDICA ESTE LAUREL COMO
SÍMBOLO DE SU VALOR
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Inscripción grabada en los muros de la iglesia de La Victoria

Se trataba de un homenaje tallado en los sillares del muro, dedicado a una mujer conocida con el sobrenombre de “La Torralva”, (unas veces escrito con b, y otras con v) y según la historia o la leyenda, y la versión de quienes la narren, la brava mujer era… ¿una heroína, o malhechora?
Les contaré algo de su historia para que juzguen ustedes mismos.
El año próximo, hará doscientos desde que en 1810, fue invadida Andalucía por las tropas francesas de Napoleón, y en Estepa, como no iba a ser menos, tras la engañosa e innoble invasión, quedó establecida una fuerza militar como guarnición de la villa y de toda esta comarca y pueblos del Marquesado de Estepa.

Ahí, cerquita del lugar de su ajusticiamiento,
bajo el arco donde comienza la calle,
se ve el rótulo que da el nombre
de TORRALBA a esta preciosa

callejuela estepeña.
Por todos es sabido, que por esta zona abundaban en esos años famosos bandoleros y partidas de caballistas que el trabuco en la montura, las alforjas listas y la faca en la faja, eran expertos salteadores de caminos que cometían sus fechorías muchas veces al amparo de los vecinos que los encubrían en sus casas o en los cortijos del campo, y otras, en los seguros escondrijos de las agrestes serranías de Ronda y en las de los pueblos blancos de las provincias limítrofes de Málaga, Córdoba, Cádiz o Granada.
Una de esas partidas de malhechores, era capitaneada por un tal “Torralvo”, al cual, no se sabe por qué extraño vínculo -si amoroso o por vocación bandolera-, estaba unida una mujer que los acompañaba en sus correrías delictivas, y se dice que su notoriedad era mayor por la crueldad y maldad que ejercía contra sus víctimas, y -según cuenta Aguilar y Cano-, “incitaba a su gente a las mayores crueldades y no se contentaba con menos que mutilar de un modo vergonzoso a los que tenían la desgracia de caer en manos de aquellos forajidos”.
Esa mujer, la protagonista de nuestro relato, cuyo nombre quedó en la antigüedad como sinónimo de malas mujeres, por su unión con Torralvo el capitán de la partida, era conocida con el nombre de “La Torralva”.
Ya se sabe que la leyenda, a veces, suele magnificar las “gestas heroicas” de ciertos personajes tristemente célebres, y es cierto, que cuando yo era muy joven oía narraciones de los más viejos, que decían que esta mujer, la Torralba, tenía una taberna donde engatusaba y emborrachaba con sus artes a algunos soldados franceses, y cuando estos estaban más confiados, los mataba y luego echaba los cuerpos a un pozo que había en su patio o corral. Seguramente, su peculiar manera de luchar contra el usurpador de nuestro suelo ¿Verdad, o leyenda?
Al fondo, a la derecha de la Torre, la placita de
La Victoria, y a la izquierda,  los restos de la
desaparecida iglesia del mismo nombre.
Lo cierto es que los hombres de la partida del “Torralvo” cometían sus fechorías contra aquellos que podían, -franceses o españoles-, sin distinguir nacionalidades, y por ello, con estos antecedentes, eran perseguidos por los franceses con especial ahínco. Además, estas partidas de bandoleros, también llevaban a cabo arriesgadas y heroicas acciones de guerrillas, combatiendo contra las tropas invasoras francesas, para diezmar con sus estratégicos y rápidos ataques sus efectivos militares. ¿Héroes, o bandidos?
Un desafortunado día para ella, los soldados de las tropas francesas lograron capturar a “La Torralba” que por esos días había quedado ciega a consecuencia de las heridas producidas por un tiro de escopeta, que le dispararon unos arrieros del pueblo de La Alameda. Tras ser apresada, lo primero que hicieron los franceses fue curar sus heridas, y cuando estuvieron cicatrizadas, se le sometió a un proceso en el que fue juzgada y condenada a la pena de muerte.

En ese muro, donde está la inscripción al lado de una vieja puerta lateral de la iglesia, se dice que fue la ejecución de La Torralba.

El fusilamiento se iba a llevar a cabo en la plaza de la Victoria, en el muro lateral de la iglesia. Allí se trasladó a la prisionera que en los momentos anteriores a su muerte, estuvo confortada espiritualmente por fray Rafael Vergara y Vergara, y en el triste acto, ocurrió lo siguiente: cuando el fraile se hallaba cerca de la mujer asistiéndola en sus últimos momentos, esta se aferró a él con todas sus fuerzas, exclamando por astucia o por la locura que le producía el miedo a la muerte, que estaba viendo a un santo que suponía era el mismo fraile que la auxiliaba. Y como La Torralba no se separaba del fraile, y el pobre clérigo no podía deshacerse de ella, los franceses ya comenzaban a perder la paciencia por el retraso de la ejecución sospechando que todo aquello se trataba de una comedia urdida por la condenada para salvarse, y por dos veces echaron mano de los fusiles apuntando para dispararlos contra la pareja que formaban la desdichada mujer y el clérigo. Hasta que al fin, y después de un gran esfuerzo, el fraile se liberó como pudo de la opresión de los brazos de la mujer, haciéndola apartarse.
Inmediatamente después, en la placita resonaron los disparos del pelotón de fusilamiento francés, y La Torralba cayó muerta en el suelo, sobre el que se formó un charco de sangre.
Terminado el fusilamiento que pretendería ser un escarmiento ejemplar para subyugar y atemorizar al pueblo invadido, al cadáver de la mujer guerrillera se acercó un soldado, y tras mojar sus dedos en la sangre, en los sillares del muro de la iglesia cerca de la hermosa torre donde se llevó a cabo la ejecución, escribió esta corta inscripción:


5em D. r.

Que quería decir el 5º de Dragones; regimiento al que pertenecía dicho soldado, que quiso así dejar en la pared plasmada por muchos años la indeleble memoria del hecho coactivo y ejemplarizante.
Y la dejó. Pues hasta al menos sesenta años después, y aún más -afirma Aguilar y Cano-, todavía podía verse la leyenda en el muro, no hallándose explicación de la fuerza misteriosa, por la que la roja inscripción escrita con sangre, ha resistido al paso del tiempo y de los elementos.
La sangre de una mujer fue vertida allí por la comisión de delitos en los caminos de Andalucía… y también por combatir a su manera y matar al enemigo contra el que cometía acciones violentas. La justicia civil se tornó entonces en militar y política, desde el momento en que su causa, era o fue, la defensa de la patria, vil y engañosamente invadida.

1 comentario:

  1. Antonio, muy interesante el comentario.

    Creo que deberían de leerlo nuestros jovenes, y no tan jovenes para conocer nuestra historia estepeña.

    Gracias por tus comentarios.

    Un saludo.

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