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¿Escasean la tolerancia y el
respeto?
Yo creo que sí; que nuestra sociedad y casi el mundo entero, padece
una gravísima crisis carencial de esas y otras grandes cualidades que aunque son
innatas en las personas –y unos las practican más que otros-, también es verdad que cada vez parecen
escasear más en la vida diaria de los seres humanos, y dos de ellas son: la
tolerancia y el respeto.
Y se demuestra día a día, muy
cerquita de nuestros entornos; en los foros de opinión tan frecuentes hoy, en
las relaciones diarias entre las personas, en programas y tertulias
televisivas, en publicaciones y artículos en los que escribimos nuestras
opiniones; en los políticos y la política de los pueblos, y mucho más a nivel
nacional. En el comportamiento de cada uno, falta la tolerancia, que es prima
hermana del respeto: dos pilares básicos y fundamentales para la mejor
convivencia entre las personas. Sobran demasiadas veces, el odio, el rechazo y
la incomprensión.
Si son diferentes a las nuestras,
entonces no toleramos la creencia religiosa del otro, su ideología política, su
opinión, su comportamiento, o su manera de ser. Pero sí llevamos por delante la
vida, obra y milagros de los demás; sobre todo para criticar lo que hacen. No
somos tolerantes, y menos aún, respetuosos.
Mejor nos iría a nivel personal, si
la tolerancia no nos abandonara. Seríamos entonces más libres, más felices y
menos prisioneros de nuestras pasiones; viviríamos mejor y más sosegados,
dejando a cada uno hacer con su vida y de su vida, lo que estime que es mejor y
más conveniente.
Ejerciendo la tolerancia de forma
sincera y el respeto hacia los demás, cada uno de nosotros seríamos personas
más libres y abiertas de mente.
Más librepensadores. Y así por ejemplo, quienes quisieran creer en el Dios de sus mayores, nada tendrían que temer de quienes no creen ni en la madre que lo parió, pero toleran las creencias religiosas ajenas.
Lo mismo ocurre en cuanto a la ideología política, en aquellos que hacen suya la máxima de: “quienes no piensan como yo, son enemigos”. No, en primerísimo lugar deben estar las personas.
Más librepensadores. Y así por ejemplo, quienes quisieran creer en el Dios de sus mayores, nada tendrían que temer de quienes no creen ni en la madre que lo parió, pero toleran las creencias religiosas ajenas.
Lo mismo ocurre en cuanto a la ideología política, en aquellos que hacen suya la máxima de: “quienes no piensan como yo, son enemigos”. No, en primerísimo lugar deben estar las personas.
La historia nos ha dado muestras o
enseñado ejemplos de lo que el hombre, en nombre de la intolerancia, es capaz
de hacer a otros hombres que no creen en lo mismo que él, ni piensan de igual
manera a la suya. La intolerancia ha llevado al hombre a las guerras y a cometer las mayores barbaries.
Tenemos muchos ejemplos de antiguos papas
que han hecho “cruzadas y guerras santas”; o señores feudales y otros
personajes poderosos de la historia que cometieron matanzas, genocidios en el
nombre de su religión, de su Dios o de sus ideas; reyes que en su afán de
conquista han masacrado, arrasado, sometido pueblos o extinguido razas y
culturas de personas distintas a ellos; modernos dictadores ególatras que han
fusilado y cremado a cientos de miles de inocentes víctimas por el sólo afán de
imponer su criterio, raza o política. Y todo ello, porque a lo largo de la
historia del Mundo han faltado demasiadas veces la tolerancia y el respeto;
cualidades humanas estas, de las que hemos estado, y estamos muy necesitados.
Y por el contrario, más veces de las
necesarias nos sobran el orgullo, la soberbia, la prepotencia, el desprecio… y mucho, muchísimo "amor propio"; ese
que dicen, que es el peor de todos los amores que podemos tener los humanos.
En fin...
Cosas en las que uno piensa.
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