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Quiero
expresar desde las páginas de este Blog, mi agradecimiento a La Hermandad del Santo
Entierro de Cristo y María Santísima de los Dolores Coronada, del pueblo vecino de La Roda de Andalucía, que ha
tenido la deferencia de publicar en su Boletín de Cuaresma, nº 19, de este año
2012, unos versos que dediqué a las imágenes titulares de esta Hermandad,
cuando el pasado año tuve el gran honor de ser el Pregonero de la Semana Santa de ese hermoso pueblo.
Agradezco
también a don Juan Antonio Prieto Torralba, la inestimable ayuda que me prestó, así como sus atenciones.
Él ha hecho llegar a mis manos el boletín de su Cofradía. Gracias.
Aquí les dejo el pasaje de mi Pregón, que dediqué a esta Hermandad .
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Escenas que nos retrotraen
mediante las Sagradas Escrituras del Nuevo Testamento y la Historia , a la ciudad de
Jerusalén que vio la Pasión
de un Hombre declarado reo de muerte por sus innovadoras ideas espirituales,
por proclamarse Hijo de Dios, por hacer el bien y enseñar en los años de su
vida pública, una doctrina de amor y reconciliación para los hombres del mundo.
Esta Hermandad, nos representa
los momentos culminantes y finales de la Pasión de Jesús: su muerte, el sepulcro, y los
Dolores de una Madre que toma al Hijo en sus brazos tras ser descendido del
madero, y luego, está junto a Él en el momento de ser depositado su cuerpo en
la sepultura de un amigo de la familia.
Después de sostenerlo, María tiene
que sufrir el dolor de enterrar el fruto de su vientre. De Ella se apoderan
espantosos dolores, porque ha perdido al hijo que con tanta crueldad le han
arrebatado.
“Al caer la tarde, vino un
hombre rico de Arimatea, llamado José, que era también discípulo de Jesús. Se
presentó a Pilato, le pidió el cuerpo de Jesús, y Pilato mandó que se lo
dieran. José tomó el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia, y lo depositó en
su propio sepulcro nuevo, que había hecho cavar en la roca”.
Así cuenta San Mateo en su
Evangelio este hecho; y así podemos ver la imagen del cuerpo de Cristo muerto,
en la tarde y noche del sábado Santo, cuando esta Hermandad hace su estación de
penitencia escenificando con sus imágenes en procesión por este pueblo, el
pasaje de la sepultura de Jesús.
*
Sábado, dolor y muerte,
De luto su negro manto,
Y en sus mejillas el llanto
por el Hijo que va inerte.
por el Hijo que va inerte.
Mucha es la pena que lleva;
Al Hijo muerto le dieron
Y en un sudario de seda,
Cubierto el cuerpo metieron
En un sepulcro de piedra.
*
Tu pecho Dolores guarda,
Mas del cielo las estrellas
A tu corona tan bella
Bajaron como esmeraldas,
Y sobre Ti se posaron
Y tus sienes coronaron,
¡Señora; para adornarlas!
*
A las seis de la tarde del
sábado Santo, se abren de par en par las puertas de la iglesia parroquial, y de
la casa-hermandad van llegando sus hijos; los nazarenos que la acompañarán en
su dolor. Revestidos con sus túnicas negras de luto, en una tarde en la que el
impresionante silencio se palpa en el aire, y el respeto de los fieles se
siente en el alma a la salida del paso con la urna del Santo Entierro, que con
suave cadencia en el compás de sus costaleros, parece rozar los pétreos
sillares y la arcada del pórtico del templo, ante la mirada suspensa de los
fieles.
De idéntica forma, los “vigeños”
y devotos miran a su Señora de los Dolores Coronada, con el alma en vilo cuando
las varas y los bordados del palio quieren rozar
–y no rozan–, el umbral de la
iglesia–santuario en la que es venerada, y de la que sale para recorrer su
pueblo…
*
Con todos los
esplendores
Y en tarde llena de
luz,
Hermosa
flor entre flores,
Irás
por La Roda Tú ,
Entre
piropos y amores;
¡Mi
Virgen de los Dolores!
¡Reina,
y Madre de Jesús!
*
Una vez en la calle, los
costaleros mecen con suave ternura el paso de la Señora de los Dolores, haciendo
bailar graciosamente las campanitas de
su palio. Entonces, la emoción eleva el alma, y fieles y cofrades se estremecen
cuando en la tarde se oyen los acordes del Réquiem que interpreta la banda de
música.
*
De emoción suspira
el cielo
Al contemplar el
donaire
Del palio que mueve
el aire
Acariciando tu pelo,
Y hasta la música
llora
Cuando sales tú,
Señora,
A hombros del
costalero.
*
Que aunque tus mejillas sean
Por la pena, flor marchita,
No te igualarán las flores
Con sus mejores colores,
Y siempre serás bonita,
¡Mi Virgen de los Dolores!
*
Más adelante, Madre
e Hijo caminan poco a poco, a dar consuelo a las ánimas, a las miradas ya
cansadas y a las manos temblorosas de aquellos que esperan a las puertas del
hogar donde residen. Allí llegan, y sus hijos vuelven los pasos para que los
ojos de los abuelos y abuelas los contemplen. Ojos que sin duda, en esos
momentos dejan correr unas lágrimas de emoción, cuando ya la luz de la tarde va
decayendo y ellos miran a esa Virgen dolorosa y al Hijo yacente, con la
ternura y la paz que otorgan los años
que ya se han vivido.
*
Llegando el
oscurecer
Cuando los cielos se
enlutan
Y las estrellas
disputan
La luz del
atardecer;
Los cirios quieren
Dolores,
Con sus bellos
resplandores
Tu belleza
engrandecer.
*
Luego,
sigues caminado
Bajo
estrellas sonrientes
Sobre
hombros de valientes
Que
tu paso van portando;
Y
también te van llevando
Las
“vigeñas” y “vigeños”,
Y
todo el pueblo rodeño
¡Que
detrás te va rezando!
*
Tiene Nuestra Señora de los
Dolores una hermosa y radiante corona que han fundido sus hijos con el amor que
le profesan, del cual se sienten plenamente orgullosos.
Sacerdote y educador, obispo
auxiliar de Granada, que murió en 1966 rigiendo la Sede Episcopal de Tarazona.
Siervo de Dios desde 2004, y en proceso de canonización.
Un hombre ejemplar y piadoso,
que fundó esta labor difusora de la enseñanza y del Evangelio. Su obra y la Congregación que
instituyó, fueron quienes amadrinaron la investidura de la Virgen de los Dolores, como
Madre Coronada.
*
Coronada por tu
pueblo
Que te alaba y
enaltece,
Que con sencillez
te implora
Y con orgullo te
quiere,
Soñando arrancar
puñales
Que en el corazón
te hieren,
Y añora secar las
perlas
Que de tus ojos
descienden.
Y pide que seas
sagrario
Como joyero que
guarde,
Los corazones de un
pueblo
Que de su amor hace alarde,
Y quiere admirar tu rostro
Y con los ojos mirarte,
Cuando a las seis de la tarde
Sales del templo a la calle,
Con tu aroma celestial
Que en La Roda inunda el aire,
En un sábado de luto,
¡Lleno de tristezas, Madre!
*
El cardenal arzobispo de Sevilla,
monseñor Amigo Vallejo, celebró la ceremonia del magno acontecimiento de su
coronación canónica, y el quince de septiembre de 1991, el alma de las gentes
de La Roda
disfrutó viendo cómo esta Madre Dolorosa, recibía sobre sus sienes la aureola
de amor que han querido poner sus hijos a Señora tan hermosa…
*
Pues ni el rocío en las rosas
Ni luz que más reluciera,
Dan belleza tan preciosa
A tu cara dolorosa,
Que aquí se adora y venera.
*
Porque ni todas las flores
Que nacen en primavera,
Tienen los mismos colores
Que irradia en La Roda entera,
¡La Virgen de los Dolores!
*
Casi al final de su estación de
penitencia, el paso que porta la urna con el Cristo yacente, visita las puertas
de la casa conventual de las Siervas del Evangelio; allí las bendice, y a su
regreso, se produce un emotivo encuentro con el paso que porta a María, su
Madre invadida por el dolor.
*
Con amor angelical,
Las esquinas de su paso
Cuatro querubines van
Su mortal sueño guardando,
En féretro que te porta
Por un ave coronado
Cual símbolo triunfador,
De quien con fraterno amor,
Su vida nos ha entregado.
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Cuando las sombras de la noche
del Sábado Santo han dejado caer su oscuro manto sobre este pueblo, y el Santo
Entierro y la Virgen
de los Dolores traspasan las puertas y entran en su templo, La Roda y sus gentes presienten
el final de su Semana Santa; que ya termina la celebración de la pasión de
Cristo.
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