EL TIEMPO EN ESTEPA

EL TIEMPO: PREVISIÓN METEOROLÓGICA PARA ESTEPA

miércoles, 12 de septiembre de 2012

Intolerancia a la libertad de los demás


Es un mal que muchos padecen.

La  libertad en todos sus amplios ámbitos y conceptos: de pensamiento, de elección de ideas, de expresión hablada o escrita, reunión, religión, etc., es a mi juicio uno de los dones más hermosos de todos los que ostenta y adornan el espíritu  del ser humano.
Desde que éste se asoma al mundo, la libertad es una gracia innata en él, la trae dada por Dios, la Naturaleza o lo que quiera que sea que se la ha regalado; pero aquellos que son intolerantes e intransigentes con las distintas corrientes del pensamiento o ideales de los demás, -y que no se corresponden con los de ellos-, se obstinan en robar a otros algo tan sagrado, algo que a esos cleptómanos de las libertades no les pertenece. Pero esa es la condición humana y así es y actúa con sus congéneres, a los que algunos someten y humillan porque se creen más fuertes y con el derecho adquirido tan sólo por el poder, para hacer su voluntad violando derechos ajenos incuestionables, para los que nadie les ha dado la facultad de pisotear.
El hombre siempre nació y nace libre y desnudo de joyas, ropajes, oropeles, idearios, odios, consignas o prejuicios; pero a lo largo de la historia, y lamentablemente en la actualidad, vemos que otros a los que nadie sabe qué o quiénes les dio el poder, intentan coartarle la libertad que utópicamente debería disfrutar; lo educó e intenta educar en su religión e ideas, lo doblegó y doblega, lo encadenó y encadena, lo encarceló y encarcela…, lo censuró…, y aún censura.
Las viejas y viciadas costumbres de nuestra sociedad nunca acaban de desaparecer, y menos aún, si éstas son perniciosas para el ser humano. Prevalecen en aquellas personas, grupos poderosos y entes que desde su pedestal de poder, desprecian a quienes consideran distintos a ellos y no son capaces de respetar el sagrado don de la libertad que posee el hombre; que viene con el marchamo que se le asignó al nacer, y del que nadie debería ser dueño y señor con ningún derecho para quitarlo o pisotearlo.
Pero la intransigencia es férrea enemiga irreconciliable de la tolerancia; ambas, -defecto o cualidad humanas-, no casan ni pueden darse en la misma persona que posea una de esas tendencias; son como el aceite y el agua, algo que ambas materias desprecian entre sí, y con las que no se unirán nunca.
La intransigencia y el hombre que la ejerza, siempre lucharán contra la tolerancia y aquéllos que desde sus propias convicciones la practiquen en favor de otros hombres y de una sociedad pretendidamente mejorada, sin complejos ni prejuicios, sin odios, rencores, imposiciones o injerencias en los derechos adquiridos por las personas, y en los espacios de la independencia del pensamiento de los demás.

En definitiva: en libertad.

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