Hoy me siento atraído, y diría yo que casi obligado a
escribir una pequeña historia sobre lo ocurrido con una vieja, descolorida y
casi descompuesta estampa de cartón, que si la ves o la tocas, es algo que no
tiene importancia alguna, que pasaría desapercibida si no fuera porque en ese
pequeño rinconcito que todos tenemos en lo más hondo, algunas veces se nos enciende
una vela imaginaria; una luz que hace que tontamente hagas cosas que no te
explicas por qué las haces. A mí, me hizo apiadarme del estado de aquélla
estampa, y sin saber por qué, me llevó a
rescatarla del abandono y a salvarla de perecer destruida o ser tirada a
la basura.
Hace ya algunos años, un día cualquiera, entré en una casa interiormente
destrozada por unos vándalos que habían robado todo lo poco que ya quedaba en
ella de valor; puertas, ventanas de aluminio, cables y enchufes eléctricos, persianas, accesorios de baño, viejos
cacharros de cocina y muebles antiguos, etc.
Ya no quedaba en la casa nada que llevarse al saco para
vender y lograr unas monedas con las que comprar alcohol, tabaco o algo de
drogas. Todo aparecía tirado; basuras, cascotes de obra, cristales rotos… todo
por los suelos, excepto un viejo cuadro con una estampa de un Sagrado Corazón
de Jesús, que por extrañas circunstancias de vaya usted a saber, por los designios
del azar, por el capricho de los vandálicos destructores, o porque no valía
nada, asombrosamente aún estaba colocada tras el cristal intacto en un viejo
cuadro de madera que todavía permanecía colgado de su alcayata, pendiendo de
una pared de la destrozada cocina.
Seguramente, la vieja dueña de la casa lo había conservado
con ella desde siempre; tal vez desde que se casó hará siete u ocho décadas. Pero
el cuadro con su estampa estaba en la casa, tendría seguramente su historia y
ahí había permanecido hasta que ella murió y la vivienda cayó primero bajo la
mano de los asaltantes y después, de la piqueta de los constructores que la
derribaron.
Cuando lo vi, quedé mirando
el afortunado cuadro y preguntándome, ¿por qué sigue “vivo” y a salvo del robo
y la feroz piqueta vandálica? Porque no
valía nada, no tenía el menor valor para nadie. Y entonces, decidí descolgarlo
de la pared, quitar el cartón de detrás, sacar la estampa que casi se deshacía
en las manos por lo vieja que era; me la
llevé a casa, recorté las partes deterioradas y la guardé. Desde entonces la
tengo junto a otras estampas e imágenes que me han sido regaladas por algún
familiar o amigo, y que conservo con
gran respeto, cariño y recuerdos de cada uno de sus dueños. Cada una de ellas,
tiene si historia propia.
Y hoy, al ver la estampa de ese Sagrado Corazón de Jesús
junto a las otras, me vino a la mente su procedencia; haber sido rescatada de
un lugar entre basuras y destrozos. Pero la imagen, aún guarda para mí ese halo
misterioso y enigmático en la mirada.
Al verla junto a las otras, no pude reprimir el impulso de
hacerles una sincera petición, una solicitud de ayuda, una demanda de auxilio
para que protejan y ayuden a un par de amigos a quienes aprecio –y también a millones de personas que padecen esa
terrible enfermedad–, que sí, necesitan mucho de la Ciencia médica; pero
también, del amparo, si es posible, de algún Ser Supremo que seguramente, vela
por nosotros.
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