EL TIEMPO EN ESTEPA

EL TIEMPO: PREVISIÓN METEOROLÓGICA PARA ESTEPA

miércoles, 20 de diciembre de 2017

TEXTOS ESCRITOS PARA EL CONCIERTO MUSICAL, EN LA IGLESIA DE SANTA MARÍA, EL DÍA NUEVE DE DICIEMBRE DE 2017, EN ESTEPA




El pasado nueve de diciembre, Estepa tuvo ocasión de disfrutar de un magnífico concierto musical con la actuación de varios coros y la banda de música "Amigos de la Música de Estepa".
Entre las diferentes piezas musicales que se interpretaron, se leyeron también unos textos de mi autoría, que sirvieron para incluir en dicho concierto varios pasajes históricos, relativos a la Historia de Estepa y su conquista, la Orden de Caballería de Santiago, la Encomienda Santiaguista, sus personajes más significativos... etc, etc.

Dicho concierto se celebró en el marco incomparable e histórico de la iglesia de Santa María la Mayor y Matriz de Estepa,  -en la que se reflejan innumerables huellas de su pasado Santiaguista-, y donde asistió un gran número de estepeños que ocupó todo el templo.

Conciero que estuvo enmarcado dentro de los actos que durante este año se han venido desarrollando para conmemorar el 750 aniversario  de la Encomienda Santiaguista de Estepa, que como sabemos, comenzó su andadura el 24 de septiembre  del año 1267, con la entrega de nuestro castillo, su villa y sus tierras a la Orden de Santiago, merced al Privilegio de Donación que el rey don Alfonso X entregó en Sevilla al que era entonces el Maestre de dicha Orden, don Pelay Pérez Correa.

Hoy, quiero publicar aquí dichos textos leídos e interpretados durante el concierto, para que puedan ser conocidos por las personas que no pudieron asistir al mismo. 

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ORÍGENES DE LA ORDEN MILITAR DE SANTIAGO

(1)



Experimentado caballero, guerrero y freire he sido en tiempos pasados; viejo ya, a mis años me hallo en el retiro descansando de las fatigas de las guerras, las cabalgadas y escaramuzas contra el enemigo musulmán que usurpa nuestro suelo.

Ahora,  soy custodio de antiguos libros, códices y tratados, extractos y obras escritas que conservo y cuido en la biblioteca de la Casa Matriz que mi Orden tiene en el castillo y monasterio de la ciudad de Uclés, cerca de Cuenca, y en el convento de San Marcos, allá en la ciudad de León.
Dicen los añosos legajos que permanecen en los viejos y empolvados archivos de las bibliotecas dormitando en la quietud de la noche de los tiempos, y cuyas páginas nos transmiten la Historia pasada, que fue en la ciudad de Cáceres, en el reino de León, donde se llevó a cabo la fundación de la benemérita Orden Militar de Santiago de la Espada.
En dichos pliegos y documentos, se dice que Nuestra Orden quedó constituida militarmente, el 29 de julio del año 1170, bajo los reales favores y amparos del cetro y la corona de su creador, el rey Fernando II de León.
Este monarca y el obispo de Salamanca, don Pedro Suárez de Deza, encomendaron a un grupo de trece caballeros conocidos como los “Fratres” o “Caballeros de Cáceres”, la protección de aquélla ciudad, quedando así, fundada y establecida la Orden castrense de Santiago, que no obstante nacida en el reino de León, dos años después, en 1172 ya se había extendido al reino de Castilla. Estos caballeros, años más tarde cambiarían su nombre por el de “Freires de Santiago”.
Si bien es verdad que en otros muy antiguos documentos se dice que en los tiempos del rey don Fernando I de Castilla y de León, a partir del año 1035, se menciona a los Caballeros de Santiago, reflejando las actas y crónicas de aquéllos tiempos, que por esos años primeros del siglo XI, ya tenía nuestra Orden Maestre y Comendadores.
Creóse esta milicia de caballeros muy cristianos y guerreros, con el fin de proteger el Camino de Santiago y luchar contra los musulmanes.
Cinco años después, vino la fundación religiosa atribuida al rey Alfonso VIII de Castilla, con la aprobación del papa Alejandro III, mediante bula otorgada el 5 de julio de 1175 en Ferentino, cerca de Roma.
Aquéllos caballeros fundadores y hermanos míos, arrepentidos de la vida licenciosa que habían llevado, se unieron bajo unas mismas Ordenanzas y decidieron formar una congregación para proteger a los peregrinos que visitaban el sepulcro del Apóstol Santiago en Galicia, y  guardar de los moros las fronteras de los reinos cristianos.
Y así lo expresa el rey Fernando II de León en el encabezamiento de una carta de donación fechada en 1181, y otorgada a don Pedro Fernández de Fuenteencalada, el primer Maestre del Orden, a quien así le dice: “Por esta razón yo Rey Don Fernando II, junto con mi hijo el Rey Don Alfonso, sabiendo que la Orden Militar de Santiago, creada específicamente para contener la arrogancia de los enemigos de la Cruz de Cristo y para extender la gloria del nombre de Cristo por Hispania, etc. etc…”
¡Ah, qué grandes recordaciones de contiendas, batallas y acometimientos pudieron ver mis ojos!
Cuán heroicos fueron los Maestres de mi Orden, siempre a la cabeza de los ejércitos cristianos, seguidos de sus “Treces”, Comendadores, Caballeros y Freires, todos ellos prestos a la lucha tan pronto como eran requeridos; así salían a batallar en peligrosas campañas y en sólidas formaciones que componían las huestes santiaguistas.
Continuamente en la vanguardia, de esa forma hizo siempre la primera Orden de Caballería española su glorioso recorrido por tierras que fueron suyas tras serles arrebatadas a los árabes. Los cascos de sus briosas caballerías y las botas de los hombres que las montaban, hollaron valientes las tierras regadas con sangre cristiana, que habiendo sido ya reconquistadas pasaron a pertenecer a los dominios reales, siendo tras las guerras y conquistas donadas por los monarcas de Castilla y León a sus Nobles, Caballeros, Obispos y Órdenes Militares.
Así sucedió entre otras, con las tierras, el castillo y la villa de Estepa, que veintiséis años después de su conquista, pasaron a convertirse en una de las Encomiendas de la gloriosa Orden de Santiago.

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HISN ISTABBA, LA BELLA MEDINA FRONTERIZA,

SE HACE CRISTIANA

(1241)

(2)

Mi nombre es Abdel Rahmân, que quiere decir, “Sirviente del Misericordioso”.

Me siento joven trovador al que gusta componer bellos romances y loas, y cantor que se deleita acompañando sus versos con el sonar de las cuerdas de la cítara, al compás de armoniosos acordes.

Nací en el seno de una familia que desde generaciones atrás, ha vivido en la pequeña pero preciosa medina de Istabba, fronteriza con el reino cristiano, donde siempre he vivido con mis padres y hermanos.

Era un hermoso y soleado día del año 1241. El castillo y la medina llevaban muchos días asediados; cerradas sus puertas y rodeadas las murallas por las tropas del rey leonés, que hizo plantar sus reales en la parte oriental de la fortaleza, impidiéndonos beber el agua de una fuente llamada de “la Coracha”.

Los aljibes estaban secos, el trigo y otras provisiones ya faltaban en los silos del castillo y en las alacenas de las casas. Animales y personas sufríamos grande necesidad.

Desde el pequeño oasis de paz de mi huerto, suelo oír al Almuecín que a diario, asomado al balcón del alminar de la cercana mezquita junto a la Alcazaba, propaga a los vientos su voz potente convocando a los fieles para el rezo de las oraciones a Alá.  

Ese día al oír su llamada, en el mismo huerto me dispuse a orar el Salát ad-Duhà; la plegaria que se reza sobre media mañana. Y orientando la mirada hacia el sureste, de rodillas y con la frente apoyada en la tierra, pedí a Al-lāh que terminara pronto nuestra angustiosa situación.

Después de mis oraciones, con el sopor del caluroso día caí en una especie de letargo bajo la fresca sombra de la parra. En mi aturdimiento, pensaba que a causa de la guerra con los cristianos en su cruzada de reconquista de los territorios de al-Ándalus, tal vez tendría que verme obligado a abandonar mi querida Istabba; y pensando en ello con tristeza, quedé dormido.

Tras un rato de ensueños y quimeras, me despertó un enorme griterío acompañado de estruendos y sonidos de chirimías, dulzainas, atabales y otros instrumentos. Salí de mi casa y corrí hasta un lugar elevado, desde donde pude ver al victorioso rey don Fernando cabalgando al frente de sus tropas sobre su hermoso corcel blanco, en cuya silla llevaba sujeta ante él, una pequeña imagen de María; la madre del Dios de los cristianos.

Su cabeza iba ceñida con regia y áurea corona, el cuerpo cubierto por bruñida armadura que con el Sol irradiaba dorados destellos, y de su real cintura, colgábale una hermosa espada que parecía estar hecha de la más pura plata y el mejor y más reluciente oro del mundo.

Comprendí entonces con pesar, que la fortaleza de Istabba después de una dura resistencia, aquél día se vio en la necesidad de pactar su entrega por capitulación, obligada por la sed y el hambre.

El rey cristiano marchaba escoltado por una multitudinaria comitiva de peones de infantería bien pertrechados, que le seguían y aclamaban, y por caballeros y nobles de su séquito portando el Real Pendón de su majestad, los estandartes cristianos y los blasones de los reinos de León y de Castilla, cabalgando sobre hermosos y recios alazanes.

Todos ellos se dirigían a lo más alto del Cerro, al centro de la medina, subiendo por un empinado carril después de haber hecho su entrada en ella por una de sus puertas: la llamada “El postigo de la villa”, en el lado de Oriente.

Tras tomar las llaves que le fueron entregadas por el cadí y el alcalde de la fortaleza, dirigióse después junto a su séquito hasta la mezquita o aljama, la cual, mandó consagrar para el rito cristiano bajo el nombre de la Señora Santa María.

Su real persona fue magnánima con los habitantes de la población, y después de entregar la villa a sus caballeros, firmó real cédula por la que nos permitía seguir habitando en nuestra querida Istabba; a la que tanto amo, y que por ella muero.
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¡Ay, mi Istabba hermosa y blanca!

la pena está en mi garganta

y aún así, te hago canción.

¿Qué será del trovador sin poder vivir en ti?

si siempre te llevo en mí:

¡muy hondo, en el corazón!

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PRIVILEGIO DE DONACIÓN DE ESTEPA,

A DON PELAY PÉREZ CORREA,

MAESTRE DE LA ORDEN MILITAR DE SANTIAGO

(3)

El rey don Alonso me ha convocado a su Corte en el Real Alcázar de la ciudad de Sevilla.
Años ha, fui caballero que sirvió fielmente a su padre, el rey don Fernando III; señor a quien con mi sangre, mi espada y consejo, ayudé a conquistar muchas ciudades, villas y tierras por todas las posesiones moras de al-Ándalus; y ahora, con igual fidelidad sirvo a su hijo, don Alonso X.
El deber me llama ante su presencia para recibir de sus manos el Privilegio de Donación del castillo de Estepa y sus territorios, a favor de la Orden de Santiago, de la que soy su Maestre.
Acudí a su requerimiento, y ante su séquito y en presencia de muchos nobles y caballeros de la Orden venidos hasta Sevilla desde otras lejanas tierras del reino, posé mi rodilla en el suelo en señal de acatamiento a su real persona. Una vez todos reunidos en torno al trono real en el gran salón de audiencias del Palacio Gótico, se dio lectura al Real Privilegio de Donación, merced al cual, en mi persona; el decimocuarto Maestre de la Orden de Santiago, Pelay Pérez Correa, se otorgaba a nuestra Orden de Santiago el antes mentado real Privilegio de Donación de la villa, el castillo y las tierras de Estepa, a la Orden que yo gobierno.
Era un sábado día 24 de septiembre del año del Señor 1267. Un escribano secretario del rey don Alonso, en presencia de la Corte, los obispos y demás Nobles y Caballeros presentes, dio lectura al extenso documento del cual os leo sólo una parte del principio, que dice así:  

“Sepan cuantos este privilegio vieren, cómo Nos don Alonso, por la gracia de Dios, rey de Castilla, de Toledo, de León, de Galicia, de Sevilla, de Córdoba, de Murcia, de Jaén, de Algarve; en uno con la reina Violante mi mujer, y con nuestros hijos el infante don Fernando, primero y heredero, y con don Sancho y don Juan. Por gran favor que habemos de hacer bien y merced a la Orden de la Caballería de Santiago, y por servicios que nos hicieron y harán, damos y otorgamos a don Pelay Pérez, maestre de esta mesma Orden, y a todos los frailes que ahora son y a los que serán de aquí adelante por siempre jamás el Castillo de Estepa con todos sus términos, con montes, con fuentes, con ríos, con pastos, con todas sus entradas y salidas, y con todas sus pertenencias, que lo halla todo libre y quito por juro de heredad para siempre, para hacer de ello lo que quisieren, como de lo que es de su Orden; en tal manera que lo non puedan dar, ni enajenar en ninguna manera a ome que sea fuera de nuestro señorío, ni a otro, mas que finque siempre en la Orden para hacer juicio de él a Nos y a todos aquellos que reinarán después de Nos en Castilla y en León”. etc. etc.  “Y porque eso sea firme y estable mandamos sellar este privilegio con nuestro sello de plomo.  Hecho el privilegio en Sevilla por nuestro mandato sábado veinte y cuatro días andados del mes de septiembre del año 1267”.

Y así, desta forma fue como mi señor el rey, dejó en las manos deste Maestre Pelay Pérez Correa, los destinos, el gobierno y la defensa desta villa y su castillo, que de agora en adelante pasarán a pertenecer a la Orden Militar de Santiago, creándose en este suelo la Encomienda Santiaguista que llevará por nombre, el de esta villa de Estepa.



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LLEGADA A ESTEPA, DEL MAESTRE DON LORENZO SUÁREZ DE FIGUEROA

(4)

¡Por ahí llegan!


Gritaban los niños a los soldados y a sus padres, asomados entre las almenas de las murallas del castillo, señalando el carril por donde las mesnadas Santiaguistas con su Maestre a la cabeza, remontaban la pendiente que les encaminaba hasta las recias puertas de entrada a la fortificación.

No lo recuerdo bien, pero pudo ser entre el invierno y la primavera de 1388, cuando al caer la tarde de aquél día, el sol se encaminaba a esconderse tras los Tajillos de la sierra; allá donde un manantial hace correr agua muy fresca.

Abundantes huestes de hidalgos de la Orden, llegaban a Estepa ataviados con vestiduras de blancos hábitos con roja cruz sobre el pecho, y níveas capas que desde sus hombros, se dejaban caer cubriendo las zancas o culatas de sus briosas cabalgaduras. Así aparecieron los aguerridos caballeros avanzando lentamente montados sobre sus corceles; lanzas en las manos apuntando al cielo y adornadas con gallardetes en los que lucían las cinco hojas de higuera de los Figueroa; espuelas doradas, que les fueron impuestas en la ceremonia de su nombramiento como caballeros; cotas de malla bajo el yelmo; recias y bien templadas espadas toledanas colgadas de la cintura, y escudos con la cruz insignia de la orden, prendidos del arzón de sus caballerías.

Venían de las tierras de Extremadura, cansados ya del duro y agotador viaje de largas y frías jornadas en días invernales. Cumplían la misión de visitar las posesiones de la Orden en el territorio de la Encomienda de la villa de Estepa y su castillo, tras haber sido elegido don Lorenzo Suárez de Figueroa, a la edad de cuarenta y cuatro años, como trigésimo tercer Maestre de la Orden Militar de Santiago, el 28 de octubre del año 1387 en Mérida, la ciudad de donde llegaban.

El nuevo Maestre y sus caballeros visitaban la Encomienda de Estepa para observar el estado de su fortaleza, y si era menester, mejorar y afianzar sus defensas recreciendo murallas y torreones, y acometer la construcción de una fuerte y gallarda torre que defendiera la parte estratégicamente más vulnerable y expuesta a los ataques del enemigo.
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Van camino del castillo;

de blanco los caballeros,

con roja cruz en los pechos

sobre cien corceles bravos,

que arrancan piedras del suelo.

.

El carril que va hasta el Cerro

Resuena a su paso lento.

A la cabeza, el Maestre

Suárez de Figueroa,

Al que llaman don Lorenzo.

.

A robustecer murallas

y torres del baluarte,

que aguantaron con coraje,

y a facer viene una torre

que llamen del Homenaje.

.

Para mayor Gloria de Dios,
honra de Enrique tercero
 y en honor a Santiago,

 su Orden y caballeros:

Yo, don Lorenzo Suárez de Figueroa
Maestre de Santiago,

mando facer una torre
en la Encomienda de Estepa,

por protección del castillo
 de la villa y de sus tierras,

que resguarde de los moros

sus lugares y fronteras.

.
Y quien quisiere saber

cuánto su costo será,
faga otra igual a ella,

y así de saberlo ha.

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Estepa, diciembre de 2017




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