Visita al municipio gaditano

de Zahara de la Sierra

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Ayer domingo, hice una visita al pueblo de Zahara de la Sierra, y aproveché para disfrutar del encanto, la historia, la nobleza y sencillez de sus gentes, el sabor de pueblo andaluz y la magia que inundan sus tortuosas y bellas calles y placitas, que rezuman tanto sabor y embrujo con reminiscencias andalusíes.

Zahara es un magnífico mirador natural para deleitar los sentidos con las vistas paisajísticas que se aprecian y disfrutan desde arriba de ese pueblo; todo un placer para el viajero que hasta allí arriba llega ávido de conocer tan maravilloso enclave.

Situado en plena serranía de Cádiz en la ruta turística de los llamados "Pueblos blancos", entre muchos y hermosos municipios como Olvera, Puerto Serrano, Grazalema, Seteníl de las Bodegas... y un larguísimo etcétera, el castillo y la vieja villa de Zahara, están edificados como un nido de águilas, en el punto más alto y estratégico de un elevado macizo de piedra.

Allí, en la cumbre inexpugnable al pie de la cual hay un gran pantano de aguas azuladas, Zahara, el castillo y los restos de antiguas edificaciones de su villa vieja, entre montañas y sierras se divisan desde multitud de caminos que desde Ronda nos llevan hasta Sevilla, o desde la ruta que va de Cádiz y Jeréz de la Frontera hasta Antequera y Granada. Y desde aquellos viejos caminos; hoy buenas carreteras, en lo más alto se divisa Zahara y su fortaleza medieval.

Uno no se explica cómo los antiguos moradores de estos pueblos fortificados en escarpadas peñas, podían subir a esas atalayas naturales y -lo que es más difícil-, con los medios que existían, transportar allá arriba los materiales para edificar torres, mezquitas o iglesias, y murallas tan fuertes. Ahora, aunque con serpenteantes y angostos, pero nuevos caminos construidos para hacer más fácil y llevadera la ascensión, ya es casi una odisea escalar hasta la Torre del Homenaje: imaginemos cuán dificultoso sería para los árabes y los anteriores pueblos que allí se establecieron, para preservar al refugio de las murallas su defensa y seguridad ante ataques enemigos.

Ya a la bajada, entré en un moderno y bien acondicionado Centro de Interpretación, donde fuí muy bien atendido por un muchacho joven que me explicó algo de la historia de Zahara, y me mostró las excavaciones y yacimientos de arqueología perfectamente conservados bajo unas pasarelas entarimadas, por las que se puede caminar y observar a la vez bajo los pies, los restos que han quedado a la luz para ser visitados. Este Centro de Interpretación, ha sido construido -sobre-, o cubriendo los hallazgos de unos restos arqueológicos, en cuyas excavaciones, se encontraron vestigios de una cisterna íbera, y más tarde, otra cisterna y restos de canalizaciones de época romana. Posteriormente, en el siglo XV hubo allí un primer edificio cristiano, que tras la conquista árabe fue destruido para edificar sobre él una mezquita musulmana, y finalmente, en el siglo XVI, se construyó la que fue primera iglesia cristiana bajo la cual se localizó una amplia necrópolis con más de doscientos esqueletos. Este templo que se construyó en tan escarpado pero bellísimo enclave natural, estaba dedicado a la advocación de Santa María de la Mesa.

La altura de vértigo que hay por la zona de la cara Este de la Torre, es enorme, y las autoridades de Zahara, deberían tener en cuenta la construcción de un muro o barandilla que proteja al visitante ante posibles caídas que serían mortales; pues aquellos precipicios no están restringidos para ser visitados, y nada hay para "quitar el miedo", y en verdad, aquél lugar en algunos tramos del recorrido, es muy peligroso e inseguro para las personas.

No se tenga esta observación mía como crítica, porque no es esa mi intención, pues me sentí muy satisfecho de la visita, pero sirvan estas letras como llamada de atención a las autoridades locales y responsables turísticos, para mejorar los aspectos que en materia de seguridad deben mejorarse, pues a mi juicio, existen algunas deficiencias de importancia en precipicios de alturas y Tajos que marean, (hay barandillas de madera, pero algunas, son algo frágiles y poco seguras) y faltan barandillas en muchos de esos lugares de tanto riesgo, así como rejas en las ventanas de la Torre del Homenaje.

Les aconsejo, que si un día pueden, acérquense hasta este bello pueblo y visítenlo detenidamente; hablen con sus gentes amables y campechanas, suban al castillo pasando por entre la semiderruida puerta de la vieja villa -eso sí-, sin prisa alguna, caminando con mucha calma; y una vez arriba, disfruten de la Historia que empapa sus torres y murallones, siéntense a contemplar lo que desde allí arriba se ve, respiren el aire puro... y sigan disfrutando.