“LOS SECUESTROS EN ANDALUCÍA”
(CUARTA Y ÚLTIMA PARTE)
El día 15 de julio de 1870, el malvado viejo lleva hasta su huerta a los agentes de la Guardia Civil , alcaldes, autoridades y al juez que autoriza la exhumación de los cadáveres.
Con la azada en las manos, el tío Martín comienza a cavar. Ya casi es de noche, el cansancio le rinde y uno de los guardias le sustituye. La macabra búsqueda da sus resultados, y al poco rato aparecen los dos cadáveres que llevan enterrados ochenta y tres días.
Edificio de la antigua cárcel de Estepa, hoy, Museo Arqueológico "Padre Martín Recio" |
El malhechor es llevado a la cárcel de Estepa mientras al día siguiente se hacen las diligencias de exhumación en Casariche, y la identificación de uno de los cuerpos; el de Francisco Agapito Delgado, reconocido por su esposa Dolores Gallardo, que llegó apresuradamente desde el pueblo de La Alameda.
Los hijos del tío Martín y otros malhechores, son sacados de la cárcel para identificar al otro cadáver, que corresponde al maleante Antonio Romero Pozo, “el Alberto”, asesinado por el hijo del viejo.
Inmediatamente después de todas estas diligencias, el juez de Estepa inició el sumario contra el Tío Martín, en el que están implicados la esposa e hijos de éste, y se procede a una exhaustiva investigación que permite a los agentes detener a casi cien personas involucradas en estos hechos, y que son acusadas de secuestradores, cómplices, encubridores y “padrinos”. Todos son ingresados en prisión.
Iglesia parroquial de Casariche |
La noticia vuela por los pueblos de la comarca y en Casariche nadie da crédito a ella; los vecinos no comprenden que una persona como el viejo Tío Martín; que aparentaba ser un hombre tan honrado, religioso, que acudía diariamente al pueblo para asistir a la misa y otras funciones cristianas, que portaba en el cuello cruces y escapularios, y siempre con un rosario en la mano, pudiera ser el autor de tan terribles delitos.
Pero así era el malvado criminal que asesinaba y torturaba a sus víctimas: falso e hipócrita religioso que aparentaba bondad cristiana y honradez, pero ejercía con calculadora frialdad, la más cruel delincuencia e impiedad con las personas secuestradas. Todos hablan del monstruo de la perversidad; de un viejo de setenta y seis años de edad.
Viendo que pasan los días y él sigue en la cárcel, y que aquéllos “padrinos” en los que confiaba no le ayudan, siente deseos de delatar a sus otros cómplices para que también sean encarcelados con él, y propone al juez un macabro y sanguinario plan: si para mejorar su situación, su señoría lo autoriza, le traería en una canasta la cabeza de todos los maleantes de la comarca de Estepa y los alrededores. El juez le pregunta al viejo que cómo haría tal cosa, y qué medios usaría para tal empeño.
A lo que el viejo contesta fríamente: –"eso es muy fácil. Usted me pone en libertad, yo me voy a mi huerta como si nada hubiese pasado, les convido a comer a todos, echo en el vino unos polvos que yo me sé, y cuando estén como troncos, les voy cortando el pescuezo uno por uno".
Perverso y sanguinario plan que no hace falta decir que fue rechazado por el juez.
Estación de ferrocarril de Casariche |
Este suceso tiene lugar el día 31 de julio de 1870 en la huerta donde vivían el tío Martín y su familia, a unos dos kilómetros al sur de la estación de ferrocarril de Casariche, siguiendo la línea férrea en dirección a Málaga.
A él asisten también gran parte de los vecinos del pueblo. En el lugar fueron descubiertas las cuevas donde encerraron a sus víctimas, y en ellas se encontraron trozos de ropas y huesos humanos. Las personas que allí sufrieron su encierro forzoso durante muchas jornadas, reconocieron aquellos lugares como las cárceles de su secuestro.
Acabadas las diligencias, y todo aclarado, se da por concluida la investigación, y una pareja de guardias a caballo custodia al preso para conducirlo a la cárcel de la entonces villa de Estepa.
Entre las cinco y las seis de la tarde de ese día, en el trayecto desde Casariche a Estepa, cabalgan el preso y su escolta por las tierras de la dehesa del cortijo Los Cerverales, cuando cuatro individuos montados a caballo se apostan ante ellos, y apuntándoles con sus trabucos, piden o más bien exigen a los guardias que suelten al preso. (Esa es la versión oficial de lo acontecido).
Los agentes no aceptan tales exigencias, y en cumplimiento de las órdenes del gobernador Zugasti, aplican la “ley de fugas” ordenada por éste, y no dudan en tirotear al detenido dándole muerte, y atacando luego a los bandidos que al verse acometidos por los guardias, se dan a la fuga.
Casariche (Sevilla) |
Allí, sobre el suelo del camino acabó la vida del malvado viejo Francisco Fernández Baena, “El Tío Martín”, y con él, terminaron también sus fechorías.
Al poco tiempo de la muerte del secuestrador, al descubrirse la trama de la organización malhechora, y gracias a posteriores investigaciones que ponen al descubierto su extensa tela de araña, son encarceladas más de cien personas que colaboraban de una u otra forma.
Los secuestradores sometidos al acoso de la Guardia Civil comandada por los gobernadores de estas provincias, están a punto de desaparecer; unos antes y otros después, todos van siendo eliminados por las fuerzas del orden.
Fue tan terrible y eficaz la persecución represora a estos bandoleros, que los periódicos de la época dieron la cifra de más de sesenta malhechores muertos por la acción de la Guardia Civil , en tan un sólo mes, al aplicarse con toda su dureza la llamada “ley de fugas” decretada por el diligente y enérgico gobernador de Córdoba, don Julián de Zugasti.
Esta polémica Ley es un tipo de ejecución sin juicio previo, que consiste en simular la fuga de un detenido cuando es llevado de un punto a otro, encubriendo el asesinato del preso tras una orden legal que permite hacer fuego sobre el “fugitivo” que no obedece al "alto" de los agentes. Para ello, la guardia de custodia se retrasaba en el camino detrás del detenido hasta que hubiera una relativa distancia como para considerar que el preso se estaba fugando, y se le disparaba por la espalda para dar más credibilidad a la fuga.
Tras esta represión policial y la práctica de la Ley de fugas, las noticias llegaron a la capital y los periódicos comenzaron a publicar noticias y opiniones críticas contra la polémica Ley y los procedimientos usados para terminar con los bandidos. Así, el 27 de octubre de 1870, el diario conservador Época, y El País, publican sendas críticas combatiendo tales métodos gubernamentales.
En las Cortes es criticada la conducta del gobernador de Córdoba y se ataca con dureza al ministro de Gobernación, don Nicolás María Rivero. Don Antonio Cánovas del Castillo en su intervención parlamentaria, califica de asesinato las muertes de los bandoleros, y esto produce gran alboroto parlamentario, incidentes y ofensas entre miembros del Gobierno y la Oposición.
A principios de 1871, dicho ministro deja la cartera de Gobernación y don Julián de Zugasti dimite de su cargo como gobernador de Córdoba y su provincia.
A pesar del duro golpe recibido por Zugasti, poco después el bandidaje resurge de nuevo favorecido por la inestabilidad gubernamental, y en 1880, sale a la luz una organización terrorista y extorsionadora llamada “La Mano Negra ”, que extiende su zarpa delictiva por los pueblos y territorios de Jerez de la Frontera, Grazalema, Arcos de la Frontera y Ubrique, entre otros, en los bellísimos pueblos blancos de la Serranía de Cádiz.
q interesante
ResponderEliminarque interesante ! me gusta..
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