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PATRONA DEL CASTILLO Y VILLA DE ESTEPA,
DESDE SU CONQUISTA EN EL AÑO 1241
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La Virgen de la Asunción en su Camarín |
El patronazgo de la
Virgen de la Asunción y su culto en Estepa, se remonta en el tiempo a los años
postreros de la conquista de este castillo y su villa por el rey Santo,
Fernando III. Tras el asedio y toma del castillo y su villa a los árabes, la
Virgen de la Asunción es elegida por patrona, se instituye una Cofradía o
Hermandad en su honor, y se construyen también una ermita donde darle culto y
un Hospital Real para pobres enfermos, que desde entonces, siempre estuvo
ligado a dicha Cofradía. Ambos, ermita y hospital, en un principio estuvieron
ubicados en la vieja población existente dentro del recinto que protegían las
murallas.
Tras unos primeros
años de esplendor, la Cofradía pasó un período de decadencia, a lo que se unió
que unos siglos más tarde, tras el devenir de la Historia y después de
concluidas las guerras contra los moros y la toma de Granada, con el tiempo, la
villa existente en nuestro Cerro de San Cristóbal va sufriendo una paulatina despoblación
y abandono al construirse nuevos arrabales, cuevas y casas extramuros de las
murallas, desapareciendo entonces la primitiva ermita y el hospital, decayendo
un poco la Cofradía creada en honor a la Virgen de la Asunción.
Pero a principios del
siglo XVII se reanuda, cobra fuerza otra vez la devoción a la Patrona de
Estepa, y en el año 1616 se vuelve a construir una ermita nueva, esta vez, en
la actual calle Castillejos. Pero tan sólo estuvo treinta años abierta al
culto, pues el día nueve de abril de 1646, la imagen de la Virgen fue
trasladada a la sala de la enfermería del hospital, y al día siguiente, diez de
abril, se emprendieron los trabajos de derribo de la iglesia, que como se ha
dicho, fue construida treinta años antes.
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Tras la demolición
del edificio, se abordaron las obras de construcción de la nueva y actual
iglesia, que se prolongaron durante seis años. El día diez de agosto de 1652,
el entonces vicario del Estado Estepa, don Gerónimo de Rivera, bendijo el nuevo
templo, tras lo cual, tuvo lugar una solemnísima ceremonia y procesión con
traslado de la imagen de la Virgen de la Asunción, desde la enfermería del colindante
hospital, hasta el Camarín de la recién edificada iglesia y lugar de Culto, en
el que Estepa la venera desde entonces.
Para conmemorar este
acontecimiento tan deseado por la población, hubo grandes celebraciones y
festejos: danzas populares, engalanamiento de las calles con colgaduras, y la
asistencia de muchísimas personas venidas de los cortijos, lugares y
poblaciones de la Comarca.
Entre el Hospital Real de pobres enfermos, y el Palacio del Marqués de Cerverales |
Esta bellísima
iglesia en la que destaca su portada de piedra con bello balcón en el segundo
cuerpo, atesora también una exquisita decoración pictórica con alusiones a
temas devocionales hacia la Virgen, con bellas pinturas realizadas por maestros
italianos. Está enmarcada entre dos edificios de gran valor arquitectónico y
patrimonial que posee Estepa: se trata del
Hospital Real Para Pobres Enfermos, y de la casa Palacio del Marqués de
Cerverales. El primero de ellos data del siglo XVII, mientras que el segundo
fue construido a mediados del XVIII.
La conocida como casa
del Marqués, fue desde su construcción hasta 1874, la sede donde estuvo ubicada
la Institución de la Vicaría de Estepa, y también, lugar de residencia de los
Vicarios.
Y ahí continúa la
iglesia de La Asunción, trescientos sesenta y dos años después.
Y desde
entonces, no se había llevado a cabo en ella una restauración tan completa y
compleja como la iniciada en 1962. Las últimas obras realizadas en este templo,
tuvieron lugar hace sólo unos años; para preservar de la humedad de la lluvia
la bóveda de cañón y sus pinturas, fue necesario reparar el tejado de la
iglesia.
Isidoro y su jefe, don Antonio Llopart |
Los primeros trabajos
de albañilería, aislamiento para la humedad en los zócalos, enlucido de muros,
decoración y recuperación de la parte pictórica en cuadros, cúpulas, cornisas,
paredes, etc. comenzaron como he dicho en el año 1962, y fueron llevadas a cabo
bajo la dirección y supervisión del
entonces afamado maestro pintor y restaurador catalán, don Antonio
Llopart i Castells (ya fallecido), y de su socio y compañero, don Liberto
Anglada.
En plena labor restauradora |
Estos maestros
restauradores, trabajaban en la iglesia esporádicamente en las labores de su rehabilitación,
y marchaban por un tiempo a distintos lugares de España donde tenían otras
obras similares a las de Estepa, y aquí, quedaba haciendo casi la totalidad de
los trabajos de restauración, el entonces muy joven pintor gaditano, don
Isidoro Fernández Casar, a quien quiero dedicar este trabajo en su homenaje,
por ser una persona casi desconocida para muchos estepeños de aquélla época, y
por la totalidad de las nuevas generaciones que aún no habían nacido.
Isidoro Fernández Casar, realizando sus trabajos de restauración |
Y deseo brindarle a
mi amigo Isidoro este trabajo, para que desde su publicación, quede constancia
escrita de reconocimiento hacia quien durante varios años, cargó con casi la
mayor parte en la responsabilidad en los trabajos de restauración de nuestra
iglesia patronal.
Las mencionadas obras mantuvieron el templo cerrado al culto religioso durante veinte años; los que van desde su inicio en 1962, hasta su culminación en 1982.
Las mencionadas obras mantuvieron el templo cerrado al culto religioso durante veinte años; los que van desde su inicio en 1962, hasta su culminación en 1982.
2011. Pintando un cuadro de San Juan de la Cruz, para el altar mayor de la iglesia del convento de las Carmelitas Descalzas, de Cádiz.
Isidoro Fernández, el
personaje que nos ocupa ahora, y a quien va dedicado este trabajo, cursó sus estudios
en la Escuela de Artes Aplicadas, en Cádiz, terminando su formación en 1968 a
los veinte años de edad. En 1969 estuvo trabajando en Zaragoza durante poco
tiempo, pues a finales de ese mismo año, fue contratado por su jefe, don
Antonio Llopart, para venir a Estepa a hacerse cargo de la restauración en
nuestra iglesia.
Por ese tiempo,
-1969-, le conocí; era un joven elegante, que en vez de corbata, lucía en el
cuello un fino lazo de terciopelo negro, y en el mentón una pequeña "perilla" con escasa barba.
Enterado de la restauración e interesado y deseoso de ver su proceso, fui un día por la tarde-noche a la iglesia, y conversando con él mientras hacía su trabajo en lo más alto de los andamios que se instalaron por todo el templo, así comenzó nuestra amistad que aún perdura. Yo lo veía ejecutando sus conocimientos y admiraba su labor; unas veces, trabajando con la técnica del dorado con pan de oro, adhiriendo en las pinturas mediante un cepillo las finísimas láminas de ese metal; otras, calcando sobre un fino papel los dibujos y adornos existentes para trasponerlos después en los lugares donde se perdieron al ser enlucidos los muros; o reavivando los colores en figuras, cornisas, angelitos etc., y siempre delante de los potentes focos que le daban luz.
Enterado de la restauración e interesado y deseoso de ver su proceso, fui un día por la tarde-noche a la iglesia, y conversando con él mientras hacía su trabajo en lo más alto de los andamios que se instalaron por todo el templo, así comenzó nuestra amistad que aún perdura. Yo lo veía ejecutando sus conocimientos y admiraba su labor; unas veces, trabajando con la técnica del dorado con pan de oro, adhiriendo en las pinturas mediante un cepillo las finísimas láminas de ese metal; otras, calcando sobre un fino papel los dibujos y adornos existentes para trasponerlos después en los lugares donde se perdieron al ser enlucidos los muros; o reavivando los colores en figuras, cornisas, angelitos etc., y siempre delante de los potentes focos que le daban luz.
Cúpula del Templo |
Unos trabajos y técnicas que yo
observaba sin molestarlo. Y así, de vez en cuando iba a verlo trabajar por las
tardes, subía con él a los andamios –y como anécdota–, recuerdo que uno de
aquéllos días, estaba pintando los medallones redondos y ovalados que hay en la cúpula del
altar mayor, y pude tocar con la mano el adorno o filigrana que hay colgando en
el centro de la preciosa bóveda y me dije: – “ya, nunca más volveré a tocar
esto”.
Con él también
trabajó ayudándole en las tareas restauradoras, otro estepeño, Manuel Arias
Fernández.
Así, continuó nuestra
amistad, y con ocasión de hacernos cargo unos jóvenes de la Hermandad de la
Borriquita, le llamé para que nos retocara los estropeados y desconchados
adornos en las molduras doradas del viejo paso que perteneció a la Hermandad de
Ntro. Padre Jesús, que era el que nos habían cedido para sacar por primera vez
la Hermandad de los niños. Él accedió con gusto, y en la cochera de don Eloy Machuca
(q.e.p.d.) nos lo adecentó con algunos retoques de pintura.
Ahí estamos, en el Cuartel de Artillería. Sevilla |
Aquí estuvo hasta
1970, año en que tuvo que incorporarse al servicio militar. Y casualidades de
la vida; después de hacer el período de instrucción, los dos fuimos destinados
al mismo acuartelamiento: el Regimiento de Artillería de Campaña, nº 14, con
sede en Sevilla, donde estuvimos casi un año, juntos.
Terminado el
paréntesis del servicio militar, en 1971, mi amigo Isidoro volvió a retomar sus
trabajos restauradores en Estepa. Se casó y trajo con él a su esposa Carmen y a su hija Mayka; después nació Susana, su segunda hija.
Y ya, con una familia a su cargo, no pudo estar
por más tiempo trabajando lejos de los suyos y de su querida “Tacita de Plata”,
a la que regresó el día 12 de mayo de 1974, para desempeñar allí otros
trabajos.
Ahora, amigo Isidoro,
mi deuda –y la de los estepeños–, de
reconocimiento hacia tu persona y tu gran labor desarrollada en uno de los
templos más bellos y hermosos de nuestro patrimonio monumental, ya está pagada;
y en la historia de los años futuros quedarán escritos tu nombre y tu inestimable
colaboración en la restauración de la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción,
la imagen venerada de la Patrona de esta ciudad, desde los tiempo pretéritos de la conquista de
Hisn-Istabba por el rey San Fernando, en mil doscientos cuarenta y un años, de la
Era cristiana.
Un abrazo, amigo.
Antonio,si te digo que "lo tuyo" es para escribir un libro; está claro que me quedaría corto. Simplemente, pienso que eres genial.
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