SOBRE LA ANARQUÍA
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Hace ya algún tiempo, en un foro de opinión, leí un escrito en el que -seguramente un joven-, defendía la Anarquía como instrumento mediante el cual, la sociedad debía regirse. Y no pude sustraerme a la tentación de contestar al autor del texto, exponiéndole así mi opinión sobre el tema.
La Anarquía, como todos sabemos, es un estado, o un estar en un régimen de gobierno en el que la sociedad se ve libre de toda tutela por parte del mismo, con la consiguiente falta de autoridad, donde se crea el desorden y la confusión por la ausencia de dirección de los ciudadanos como consecuencia lógica de la falta de “un orden” establecido. Bien.
¿Cómo piensan los que como tú preconizan o defienden la anarquía, que se puede dirigir una Nación, sin orden ni autoridad?
Si ya es muy difícil controlar el desarrollo o la marcha de un país haciéndolo con las Leyes en la mano, ¿cómo sería sin ellas?
Los extremos son malos. Cuando en los años treinta del pasado siglo, España era gobernada por un régimen republicano, tuvimos la mala suerte de que con él, los extremismos, la anarquía y el caos se instalaron también en nuestro pobre y castigado país.
Hay que recordar que republicanos, anarquistas y gentes de otras diversas ideologías políticas muy extremistas, fueron los que en protesta contra el Gobierno, y por la difícil y crispada situación social y política que se vivía entonces, trajeron el desorden público y con él la “anarquía” a la sociedad de entonces.
Ello acarreó un desgobierno en muchas personas que se echaron a la calle no respetando el orden, quemando edificios religiosos, vulnerando las ideas devotas de otras personas intentando eliminarlas para pretender llegar así a una sociedad irreligiosa o anticlerical. El desorden llevó al caos, y con él llegaron los excesos por parte del extremismo de las ideas casi siempre irreconciliables, que dio lugar a asesinatos de políticos, religiosos y personas de ideas distintas a las que profesaban los que pretendían la anarquía y el desorden.
Era un extremo del país que caminaba por la senda ideológica y extremista de la izquierda recalcitrante, con algunas personas que se erigieron como “Salvadores de la Patria”, queriendo imponer mediante la fuerza y el desorden su doctrina ideológica, tratando de eliminar las ancestrales costumbres religiosas y sociales arraigadas en el pueblo.
Ello dio lugar a que otros “Salvadores de la Patria” venidos del extremo o extremismo opuesto; la derecha, se rebelaran mediante la sublevación de unos militares que encabezaron el llamado Movimiento Nacional, matando también, purgando a los del bando contrario y metiendo a nuestro pobre país en una guerra fratricida de casi tres años de sufrimientos, que dejó un millón de muertos y muchas viudas y huérfanos, inocentes víctimas de la locura bélica de los hombres. Tras esa guerra civil, quedó entonces impuesta una Dictadura de casi cuarenta años, en la que hubimos de soportar las ideas extremas, y el “exceso de orden”, así cómo, la vulneración y anulación también de las libertades fundamentales y necesarias del hombre.
Por desgracia, este estado de cosas duró muchos años. España pasó de un extremo en el que tuvo gran protagonismo el desorden, el anticlericarismo y la anarquía social, al otro lado opuesto, donde se nos impuso por Decreto y por la “gracia de Dios” un “salvador” y el nacional catolicismo, quedando eliminadas o prohibidas otras confesiones religiosas, y suprimidas muchas libertades y los partidos políticos de otros signos.
Unos, los primeros, querían eliminar ideas, como las creyentes. Y los otros, las impusieron queriendo quitar de en medio las demás confesiones religiosas.
¿Quiénes de las dos partes tenían razón? Como siempre, el pueblo fue la víctima sufridora de la megalomanía de algunos hombres.
Al fin, con la llamada “Ley de leyes”, después de tantos años de pérdida de libertades, por fin, el pueblo fue soberano y tuvo la ocasión de darse, gracias al consenso entre varias fuerzas políticas de muy diferentes ideologías, una Constitución que nos otorga las Leyes para la convivencia y garantiza los deberes, el orden y el respeto; pero también los derechos fundamentales de las personas: libre expresión de opinión, libertad de reunión, de confesión religiosa (no impuesta ni prohibida) así como otros derechos inalienables del ciudadano, son normas que están presentes y aseguradas, respetándolas siempre.
Sin dudarlo, prefiero el consenso democrático a la imposición, venga esta del lado político que venga.
No es bueno, ni buena, la libertad si ella se contempla dentro del desorden y la anarquía. Ni tampoco el extremo opuesto con “tanto orden” impuesto, pero sin libertades.
Bienvenida sea por siempre la Ley de leyes consensuada, donde el ciudadano se siente amparado y protegido bajo ella, estando asegurados sus derechos… y también sus deberes.
No sé tu edad, estimado amigo, pero ni tú ni yo, hemos vivido bajo la anarquía que tú defiendes, y por ello, no sé por qué lo haces. Yo, si he “soportado” la Dictadura, y te aseguro que como hoy estamos, jamás podríamos estar bajo ningún régimen impuesto; y menos en el anárquico.
Por tanto, siento diferir de tu opinión, y esa es la verdadera libertad y la grandeza de la Democracia; poder exponer como aquí hemos hecho, nuestras opiniones, sin que nadie ose reprimirlas por la fuerza, imponiéndonos sus criterios como normas de obligado cumplimiento que los demás debemos seguir, porque así lo estime caprichosamente la voluntad de otro hombre.
Recibe un afectuoso saludo.
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