EL TIEMPO EN ESTEPA

EL TIEMPO: PREVISIÓN METEOROLÓGICA PARA ESTEPA

viernes, 8 de abril de 2011

PREGÓN DE LA SEMANA SANTA 2011, EN LA RODA DE ANDALUCÍA

"Al haber sido elegido Pregonero de este año por la Hermandad Ferroviaria del Santísimo Cristo del Perdón y Nuestra Señora de la Mediación, el próximo domingo día 10, tendré el honor de pronunciar el Pregón de la Pasión de Cristo y de la Semana Santa, ante el pueblo de
La Roda de Andalucía"
*
_*_
El acto, que dará comienzo a la una de la tarde, estará presidido por las autoridades civil y eclesiática y los Hermanos Mayores de las tres Cofradías de Pasión. A él asisten numerosos hermanos cofrades de todas las Hermandades,  y vecinos de la localidad.
(Más abajo, imágenes de las tres Hermandades de La Roda de Andalucía)

Nuestro Padre Jesús Nazareno

Nuestra Señora de la Esperanza

Nuestra Señora de la Mediación

Santísimo Cristo del Perdón

Santo Entierro de Cristo y María Santísima de los Dolores


María Santísima de los Dolores Coronada
...

Mi estimado amigo Carlos A. Bustos Cabello, Pregonero de la Semana Santa de Estepa en 2008, y gran cofrade de la Hermandad de Paz y Caridad, cuyos titulares son el Santísimo Cristo Amarrado a la Columna y María Santísima de la Esperanza Coronada, ha tenido para con mi persona, el gesto amable y cariñoso de escribirme unos versos para desearme suerte al pronunciar mi Pregón.
Gracias, Carlos, agradezco de todo corazón tus palabras tan sinceras, y aquí, con tu permiso me permito publicar tu carta.
_________________________________________________________________   

A mi amigo Antonio Rguez Crujera
Pregonero de la Semama Santa de La Roda
del año de Ntrº Señor de 2011.



Pregonero de La Roda en Primavera
de alcazaba repleta de oraciones;
de la pálida luz de cuatro hachones,
del anuncio de una gloria venidera.

De la muerte de Cristo en un madero,
del sufrir de una Madre Dolorida,
de la flor y la cera derretida,
del sudor y el esfuerzo costalero.

Pregonero de Domingo de Pasión,
de oración y plegaria verdadera,
de tu amor a La Roda Cofradiera
Pregonero, ¡Al cielo con tu Pregón!
__________

Amigo Antonio, de nuevo te escribo para desearte la mejor de las suertes en ese excelso canto que harás a Jesucristo Ntro. Señor y a su Bendita Madre María Santísima en el pueblo de La Roda.
Un abrazo y ¡Al cielo con tu Pregón!

Carlos Bustos.

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PREGÓN DE LA PASIÓN DE JESÚS
Y DE LA SEMANA SANTA DE
LA RODA DE ANDALUCÍA
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PRONUNCIADO POR:

ANTONIO RODRÍGUEZ CRUJERA
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El 10 de Abril, Domingo de Pasión del Año del Señor 2011
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PRESENTACIÓN DEL PREGONERO A CARGO DE:

JOSÉ MIGUEL MANCERA DE MIGUEL
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Reverendo Señor Cura Párroco,
Señora Alcaldesa,
Señores Hermanos Mayores,
Señor Pregonero,
Miembros de las juntas de gobierno y cofrades de La Roda de Andalucía,
Señoras y Señores asistentes, amigos todos:

Quiero dar mi más sincera enhorabuena a todos los cofrades de La Roda de Andalucía, que impulsados por un espíritu de superación constante, e inspirados por la fe y el fervor, hacen posible, año tras año, esta magnífica Semana Santa.
El anuncio de su inminente celebración no podía ser menos:
Un acto convertido en arraigada tradición, que cuenta ya con más de veinte años colmados de bellos y sentidos pregones, que exaltaron esta maravillosa fiesta rodense.
La hermandad Ferroviaria del Stmo. Cristo del Perdón y Ntra. Sra. de la Mediación, ha sido la encargada de organizar el solemne evento que hoy nos reúne, dedicado a anunciar y enaltecer, el inmediato comienzo de la Semana grande de la Roda. Semana de Pasión, Muerte y Resurrección de nuestro Señor Jesucristo, en este año del Señor de 2011.
Certifico a los miembros de la junta de gobierno de la hermandad organizadora, que han asegurado el éxito con la designación del pregonero por muchos motivos, como comprobarán los asistentes a continuación.
Tengo el gran honor y el enorme orgullo, de presentarles a la persona encargada de pronunciar tan significativa proclama:
D. Antonio Rodríguez Crujera
Sobre el papel, Antonio es el padre de mi esposa y abuelo materno de mis hijos, a los que quiere con locura. Pero afectivamente, presentar a este GRAN SEÑOR –y con mayúsculas- es como presentar a mi propio padre, tristemente fallecido el año pasado. A buen seguro que estará deseoso por escuchar el pregón de “su amigo Antonio”, como a él se refería, y por quien sentía una gran admiración y afecto.
Para hablar de Antonio, tengo la obligación moral de hacerlo desde el más sincero agradecimiento y admiración. Al igual que su esposa Belinda, siempre me ha tratado como a uno más de sus hijos. A ellos estaré eternamente agradecido, por estar presentes en los mejores y los peores momentos de mi vida y de mi familia. Nunca se borrará de mi corazón, el apoyo incondicional y el cariño recibidos en los duros momentos que nos tocó vivir el año pasado.
*
Hace unos meses, Antonio me comunicó que le habían ofrecido ser el pregonero de este año. Pero cuál fue mi sorpresa, cuando me invitó a acompañarlo como su presentador en este día, y además, con el incentivo de ser en esta rica y brillante Semana Santa, con todo el compromiso que ello conlleva. No olvidaré la cara de ilusión de mi esposa.
No pude, ni quise negarme. Depositó en mí su confianza para un acto de tal magnitud, y esa deferencia me hizo sentir muy dichoso, pese a ser una gran responsabilidad.
Por un lado, la tarea de presentar a Antonio es muy sencilla, ya que es una persona que tiene muchas virtudes, a lo que se suma su escasez de carencias. Pero por otro lado, me llevaría mucho tiempo para definirle sin que algo se me quede en el tintero. Quien haya tenido la suerte de conocerlo, sabe que es un manantial de valores del que aprender cuantiosamente y más cuando en la sociedad en que vivimos, cada vez es más complicado conocer gente que ostente esos valores, al tiempo que sean fieles a los mismos. Nuestro pregonero de hoy, manifiesta cualidades que tan poco de moda están en nuestros días, tales como el RESPETO, la HONRADEZ y la SENCILLEZ, pero sobre todo la HUMILDAD. Nunca he escuchado a Antonio colgarse medalla alguna, a pesar de que es un hombre que se ha hecho a sí mismo:

No se puede hablar de Antonio sin hacer referencia a su tierra.
Es natural de la Puebla de Cazalla, pero teniendo la edad de catorce años su familia se afincó en Estepa por motivos laborales.
Es un enamorado de Sevilla y Andalucía en general, pero en especial de Estepa y su comarca, a las que tanto conoce, y de las que tan orgulloso está. Le inspiran sus bellos lugares y su serranía, le apasionan su historia, su cultura, y sus tradiciones.... Al hablar o escribir sobre todo ello, le fluyen un cariño y un gozo especiales, que hacen que transmita a los demás el amor que siente por su tierra, muy presente en su obra.
Por necesidades de la vida desde muy joven tuvo que dejar de lado sus estudios. Aunque para saciar su creciente afición a las letras, después del trabajo leía los libros que compraba con sus ahorros.
Poco a poco, esa afición se convirtió en pasión y necesidad por escribir, comenzando a publicar sus artículos en medios de comunicación locales y provinciales, tales como el célebre diario “El correo de Andalucía”, del que fue corresponsal en Estepa.
Desde aquellos comienzos hasta hoy, se fue moldeando su figura cultural, de tal manera, que le ha llevado a publicar tres libros:


“Mis poemas desde Corrientes”, en el que nos muestra su sensibilidad poética; “Del Guadalquivir al Paraná” novela histórica de un ilustre estepeño, fundador de la ciudad de Corrientes en Argentina; Y un tercer libro, orientado a la lectura de los más jóvenes “Daniel y el mar: el regreso”.
Antonio se reinventó creando su blog en internet, titulado: “Desde la Alcazaba” en el que nos ofrece artículos de actualidad y de historia estepeña, así como sus poemas y fotos de hermosos rincones. Asimismo, le caracterizan  múltiples colaboraciones con asociaciones culturales y sociales de su ciudad.
Como vemos, Antonio se ha ido haciendo un hueco en la vida cultural de Estepa, de la que se ha convertido en asiduo, gracias a toda esta elaborada trayectoria, labrada en sus pocos ratos libres y “a deshoras”, tras duras jornadas en su taller. Lo cual hace más extraordinario y reconocido su esfuerzo.
*
La relación de Antonio con la Semana Santa, tiene un vínculo con mucha solera, en la que destaca su gran contribución. Cuenta modestamente, cómo de joven participó en el resurgir de la hermandad de “La Borriquita”, en época de numerosas dificultades. También, refiere como se hizo hermano de la hermandad del Calvario, al quedar cautivado por la imagen del Cristo de la Salud. Pero Antonio siente verdadera debilidad por la austera idiosincrasia, y la venerada imagen titular de la Hermandad de Las Angustias, con la que lleva MAS DE CUARENTA AÑOS realizando su estación de penitencia cada Lunes Santo.
En 2008 fue invitado por la junta de gobierno de su cofradía para pronunciar el pregón de su propia hermandad. Aquel pregón fue íntimo, profundo y hermoso, y tal fue la repercusión, que el año pasado fue designado para pregonar la Semana grande de Estepa.
Después de una magistral presentación de su hijo Francisco José, Antonio nos regaló su punto de vista más personal sobre su Semana Santa, narrando sus creencias y vivencias cofradieras, describiendo lo indescriptible con clase, generosidad y singular maestría. Los oyentes, nos sentimos trasladados directamente a las calles en las que se mezclaban imágenes y sensaciones, incluso sonidos y olores. Como no podía ser de otra forma, gozó de un éxito rotundo, que obtuvo el reconocimiento de los medios de comunicación estepeños, y lo que es más importante para él, de sus conciudadanos, incluso de aquellos que no son muy partícipes de la Semana Santa. Ser pregonero de Estepa ha sido para Antonio, el título más grande que haya podido recibir. Un galardón a su estepeñismo, una bella recompensa a la labor que siempre ha realizado por su pueblo.
Hoy expresará la ilusión que le ha supuesto ser nombrado heraldo de vuestro patrimonio más preciado: vuestra Semana Santa. Que deja clara evidencia del entusiasmo que dedica a sus titulares el pueblo cofrade rodense, que en estos días primaverales, derrochará su devoción y fervor por sus calles. Siendo capaces de materializar un sentimiento, dando forma a esta elegante Semana Santa que tanto renombre tiene, logrando emocionar y cautivar, al gran número de personas que se acercan a La Roda estos días, en busca de esta admirable forma de conmemorar la pasión de Cristo y el dolor de su Madre.
Como dijo el pregonero: ya sólo queda “la semana que cuenta el tiempo al revés”. Ya suelta su perfume el azahar recién estrenado por los naranjos y el incienso que glorifica el aire de La Roda. Ya se percibe el fruto de toda esa mezcla de fe, esfuerzo y amor, que utilizáis para continuar así, la herencia entregada por vuestros mayores.
Estoy convencido que Antonio, ha conseguido plasmar, todo ese sentimiento y orgullo que manifestáis, por vuestros sagrados titulares, y a ciencia cierta que nos conseguirá emocionar con su alocución.

Antonio: ya ha llegado el momento.

La Roda de Andalucía, espera ansiosa escuchar su pregón.

Quiero pedirle que se acerque hasta este atril, para que nos haga sentir y disfrutar con su mensaje de LA PASION SEGÚN LA RODA.
¡¡¡Pregonero!!!
Suya es la palabra.
Gracias.

José Miguel Mancera de Miguel
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PREGÓN DE LA PASIÓN DE CRISTO Y DE

LA SEMANA SANTA

DE LA RODA DE ANDALUCÍA.

AÑO 2011
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“Iban camino de Jerusalén, y Jesús marchaba delante.
Los discípulos lo seguían asombrados y las gentes con miedo. Llevó aparte a los doce y comenzó a decirles lo que iba a suceder”.
“Mirad, vamos a Jerusalén, y el hijo del hombre será entregado a los sumos sacerdotes y a los maestros de la ley; lo condenarán a muerte y lo entregarán a los paganos, se burlarán de él, lo escupirán, lo azotarán y lo matarán, pero a los tres días resucitará”. (Marcos 10, 32-34)



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Reverendo Señor Cura Párroco de la de Santa Ana.
*
Señora Alcaldesa Presidenta del Ayuntamiento de La Roda de Andalucía.
*
Honorables Señores Hermanos Mayores de:
La Hermandad Ferroviaria del Santísimo Cristo del Perdón y Nuestra Señora de la Mediación;
De Nuestro Padre Jesús Nazareno y Nuestra Señora
De la Esperanza;
Y de la Real y Fervorosa Hermandad del Santo Entierro
De Cristo y María Santísima de los Dolores Coronada.
*
Querido hijo y presentador de este Pregonero.
*
Señoras y señores miembros de las Juntas de Gobierno; hermanos cofrades de las distintas Hermandades de
La Roda de Andalucía; vecinos y demás personas asistentes a este acto.
*
Familiares y amigos:
Paz y Bien.

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Con la venia de todos ustedes.
En primer lugar, agradecer a mi yerno José Miguel, la presentación que ha hecho de mi persona, logrando llegar con sus palabras tan llenas de cariño, a los lugares más íntimos del corazón de un padre. Gracias.
Después, quiero expresar mi gratitud a don Rafael Prados Borrego, Hermano Mayor de la Hermandad Ferroviaria del Santísimo Cristo del Perdón y Nuestra Señora de la Mediación; a don Francisco Rebollo Serrano y a don José Escalera Palomo, miembros de la Junta de Gobierno, por su colaboración y por la confianza puesta en mí al tomar la decisión de elegirme e invitarme a ser el Pregonero de la Semana Santa de La Roda de Andalucía, en este año 2011.
También deseo agradecer su información y apoyo en reuniones mantenidas con ellos, a los señores don Manuel Pulido Palma, Hermano Mayor de la Real y Fervorosa Hermandad del Santo Entierro de Cristo y María Santísima de los Dolores Coronada, así como a don Juan Antonio Prieto Torralba, miembro de la Junta de Gobierno.
Gracias también por sus atenciones e inestimable colaboración, a don Antonio Escalera Palomo; gran cofrade, Capataz y Pregonero, que fuera Hermano Mayor de la Hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno y Nuestra Señora de la Esperanza. A todos ellos, gracias.
Ser designado Anunciador de la Semana Santa de La Roda de Andalucía y estar hoy aquí, ha supuesto para mí una gran distinción: la alta misión de pronunciar el Pregón que proclame la Pasión de Cristo y la Semana Santa de este pueblo que custodia tan gran acervo de tradiciones y sentimientos cofrades; un honor que me enorgullece, y un extraordinario acontecimiento en mi vida, que jamás podré olvidar. No podía negarme.
Ello, es sin duda un hecho que a cualquier persona le hará sentirse siempre enormemente orgullosa y honrada.
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Las primeras palabras de mi alocución, corresponden al tercer anuncio que Jesús hace a sus discípulos sobre su pasión. Y de la misma forma, este Pregón abre las puertas de la Semana Santa, y es igualmente el anuncio y la evocación de la terrible Pasión y Muerte de Jesús, a la que –desde el momento de nacer–, ya estaba predestinado por ser quien era: el Hijo de Dios hecho hombre, venido al mundo para la remisión de los pecados.
Un hombre justo, y aún así; perseguido por sus novedosas enseñanzas; envidiado por curar los cuerpos, dar vida a los muertos y expulsar a los demonios; por abrir los ojos de los ciegos a la luz del mundo, por decir la verdad a veces hiriente y proclamar sus preceptos para hacer mejores a los hombres, en un mundo también mejor.
Acosado por denunciar la maldad, por expulsar del solar sagrado a los mercaderes y cambistas diciéndoles: “¿No está escrito que mi casa es casa de oración para todas las naciones? Pero vosotros la habéis convertido en una cueva de ladrones”.
Con su poderosa personalidad, su facilidad y don de palabra, transmitía a los gentíos la profundidad espiritual y filosófica de sus enseñanzas mediante sencillas parábolas, así como también, y cuando era necesario, volcaba su crítica más severa hacia los sacerdotes, escribas y fariseos, convirtiendo sus acusadoras palabras en dolorosos dardos. Esto hizo revolverse de ira a los que valientemente denunciaba llamándolos hipócritas y comparándolos con sepulcros blanqueados.
Aquellos envidiosos sumos sacerdotes y maestros de la ley, se convirtieron en sus más encarnizados enemigos, que andaban siempre en la búsqueda constante de ver el modo de apresarlo para terminar con Él, y con su obra.
Le tenían miedo a pesar de su bondad. Pero las gentes sencillas se maravillaban de su doctrina, y lo buscaban por sinagogas para oírle explicar las Leyes; lo seguían por agrestes caminos y montañas, o lo escuchaban predicar desde una barca en las orillas del mar de Galilea, embelesados por las enseñanzas que salían de su dulce verbo.
Perseguido por algunos para acabar con Él, y en cambio, buscado por multitudes que le admiraban y seguían allá donde iba: por toda Judea, Jerusalén o las ciudades costeras de Tiro y Sidón. De todas partes acudían a oír su palabra y para que los sanase de sus enfermedades. Otros subían a los árboles, como en Jericó hizo Zaqueo para ver mejor su rostro; o simplemente, y sin que Él se diera cuenta, algunos rozaban con la mano la tela de sus vestidos o de su manto. Todos se le acercaban y querían tocarlo, porque emanaba de Él una extraña y poderosa fuerza que les curaba el cuerpo y les confortaba el espíritu.
Era tal el bullicio y la muchedumbre que iba en pos de Él, que a veces, en compañía de sus discípulos, se retiraba a meditar y a orar, a los sitios más apartados y solitarios.
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Esto ha sido sólo un escueto glosario sobre de la vida y la personalidad arrolladora y atractiva de aquél hombre joven llamado Jesús, cuyo pie vino a hollar la tierra hace ya más de dos mil años. Hoy, intentaré pregonar aquí su Pasión, Muerte y Resurrección, mediante la lectura de algunos pasajes de su vida, en semejanza con los que tan fielmente representan las Hermandades de este pueblo, con la escenificación de los momentos de la Pasión que cada año se reviven durante los cultos cuaresmales, y en los desfiles procesionales de sus sagradas imágenes.
Ahora estamos en el tiempo de Cuaresma. Sí, de recordarlo a Él en su Pasión y Muerte; de rememorar su vida, su obra, su sacrificio y su triunfo sobre la muerte y las tinieblas del sepulcro.
¿Pero qué puedo decirles yo de vuestra Semana Santa, que ya no sepan? Nada nuevo voy a desvelar de lo que ustedes conocen mejor que nadie. Pero aun así, intentaré –y espero conseguirlo–, llegar con mis palabras a esa parte de vuestros corazones en la que se atesoran la sensibilidad, la fe y el fervor que sentís por vuestras veneradas imágenes.
Con este Pregón que tanto honra a mi persona por tener el privilegio de pronunciarlo en La Roda de Andalucía y ante ustedes, pretendo ser heraldo que pregone, y vocero que enaltezca y anuncie la Pasión de Cristo y la Semana Santa de este emprendedor y hermoso pueblo de la Sierra Sur sevillana, de bien demostrada fidelidad a sus tradiciones, y tan acendrado arraigo en la fe cristiana.
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A partir del 8 de septiembre de 1546, fecha de la fundación parroquial, en la feligresía se va iniciando un movimiento asociativo, devocional y religioso, y como consecuencia de ello, en La Roda, comienzan a tener presencia algunas Cofradías. Estas primeras Hermandades, casi todas fueron fundadas en el siglo XVI, aunque algunas desaparecieron después, y otras se fueron consolidando a lo largo de las siguientes centurias, llegando a quedar más tarde sólo las que conocemos en nuestros días.
No he querido hacer una exposición de datos históricos ya conocidos por ustedes; basten sólo estas puntualizaciones sobre los tempranos inicios de las Hermandades en este pueblo de viejas tradiciones, religiosidad y devoción popular, profesadas antes y ahora, a su Semana Mayor y a las sagradas y muy queridas imágenes que aquí hacen su Estación de Penitencia.
Centrémonos pues en la Semana Santa contemporánea, que como saben, por su gran relevancia fue declarada “Fiesta de Interés Turístico Nacional”, en Andalucía.
*
MIÉRCOLES SANTO: LA PROCESIÓN DEL SILENCIO
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A las doce de la noche del miércoles Santo, comienza ya a vivirse la celebración de la Pasión de Cristo, según La Roda. Y lo hace con la salida de la primera Estación de Penitencia de su Semana Mayor, que no es un vía crucis, pero sí una procesión de recogimiento y oración que destaca por el impresionante silencio, la ausencia de luz al paso del cortejo, y el mucho respeto y devoción que el pueblo dedica a su Nazareno Cautivo: el Señor de la Roda, cuya humilde presencia –a pesar de la penumbra–, va llenando con su luz, las oscurecidas calles de este pueblo.
Esta es, conocida por todos como la Procesión del Silencio, en la que los fieles de La Roda, en recogimiento salen a la calle. Se palpa la devoción en el aire y se siente en el alma, durante la corta y austera estación penitencial que entre las doce y las dos de la madrugada del jueves santo, acompañan cofrades y devotos que rezando, van pidiendo con fervor a Jesús, sus favores y dones espirituales.
*
Dime tú, Jesús Cautivo:
Yendo así, preso y vencido,
Derrotado y dolorido,
¿Qué puedes darme si hoy
En triste noche te pido,
Y tras tus pasos yo voy?
*
Las bocas enmudecen a la vista de ese Jesús que va preso, humillado y en soledad; una soledad mitigada por una silenciosa escolta de hermanos y hermanas que cumplen sus mandas revestidos con la túnica y el antifaz morado, y por las muchas mujeres y hombres que detrás de Él, van siguiéndolo en su dolor –como en Getsemaní–, alumbrando con velas que den luz a las tinieblas de sus pensamientos, y a la oscuridad de su amargo y fatídico camino.
*
En la amargura una noche
Que al Padre pedías orando:
¡Si quieres, aleja de mí este cáliz!
Gotas de sangre sudando,
Cuando el traidor ya se acerca
Y su mejilla ha besado,
Entrega al Hijo del Hombre
Para que el hombre malvado,
Lo amarre con recia soga
Y lo arrastre monte abajo.
Así; entre los palos y antorchas,
Marcha el limpio de pecado.
*
Gran silencio hay en quienes le esperan en su salida y le acompañan después, sumidos en íntimas plegarias.
Y cuando en la madrugada callan las voces, se oyen muchas saetas en las puertas del templo y en su recorrido penitencial; saetas que no son sino un cante muy nuestro, muy “jondo”, que el sentimiento popular andaluz ha hecho oraciones que la garganta lanza, como fervorosas flechas salidas del corazón de quienes las cantan, que intentan llegar con ellas al alma del Nazareno Cautivo.
El silencio, el recogimiento, el respeto, la devoción y los sentimientos de un pueblo entero, afloran cuando Jesús humillado por la soga que lo amarra, sale a la calle y cada corazón sencillo, cada alma noble, le hace sus más íntimas peticiones solicitándole una ayuda con fe sincera.
*
A ti, Jesús generoso
Que en bondad eres tan rico;
Aunque así te vean Cautivo,
A quien te pide piadoso
Nunca dejas en olvido,
Y regalas dadivoso…
Los dones que te ha pedido.
*
Ahí, en el fervor y en la religiosidad, es donde reside la más pura esencia de la Semana Santa de nuestra tierra.
En esos momentos, ante la contemplación de la bendita imagen, es cuando las almas de cofrades y no cofrades, se abren de par en par ante el dolor que lleva y la tristeza que padece el Nazareno, tras haber sido hecho cautivo y verse golpeado, derrotado y atado por los hombres en una noche triste, cuando oraba en el huerto de los olivos, donde se presentaron Judas y un gran tropel de gentes con armas para apresarlo, y Jesús les dice: “¡Habéis venido a prenderme como a un ladrón con espadas y palos! ¡Todos los días estaba con vosotros enseñando en el templo y no me prendisteis! ¡Pero todo esto sucede para que se cumplan las escrituras!” Todos lo abandonaron y huyeron.
A Él, que en sus enseñanzas siempre defendió los derechos de mujeres y hombres; que abogó por un mundo mejor para los parias, los más desfavorecidos, perseguidos, desgraciados, excluidos y pobres de la sociedad. A Él, todo amor, lo vemos maniatado por los hombres después de ser traicionado por uno de los suyos, que le seguía por los caminos; viéndolo obrar prodigios con sus manos, y oyéndolo predicar su doctrina de paz, amor y verdad.
*
Cuatro cirios te iluminan
Cuando vas en tu tristeza;
Mas muchos ojos te miran,
Y muchos labios te rezan.
*
Esas manos que amarraron,
Antes devolvieron vidas;
La espalda que flagelaron,
Soportará mil fatigas.
*
Cautivo vas de los hombres,
Y en el silencio caminas
En madrugá de temores,
Y en dolor por las espinas.
*
Solo y cautivo en tu paso,
Atado vas, Nazareno,
Sobre un pedestal sencillo
Que lo perfuma el romero.
No llevas alegres flores,
No. Porque tu alegría rompieron
Atándote con cordeles,
La noche que te prendieron.
*
Pero hay gentes que te quiere,
Y alumbran tu amarga hora
De madrugada en las calles
Antes que llegue la aurora;
Cuando a las doce Tú sales,
¡Por las calles de La Roda!
_______________________

VIERNES SANTO. NUESTRO PADRE JESÚS NAZARENO Y NTRA. SRA. DE LA ESPERANZA



Muchas son las demostraciones del fervor popular que los rodenses profesan a sus amadas imágenes de culto, celebrando su Semana Santa con vehemente devoción.
En este testimonio de exaltación de la religiosidad y del sentimiento cofrade, todos por igual amáis a vuestras Hermandades, y hasta muchos de vosotros pertenecéis a más de una, y hacéis con ellas su estación de penitencia.
La Hermandad y las sacras imágenes de Nuestro Padre Jesús Nazareno y Nuestra Señora de la Esperanza, están profundamente enraizadas en la tradición popular de la Semana Mayor de La Roda de Andalucía, y el cariño hacia ellas, sigue inmerso en el corazón de este pueblo desde muy remotos tiempos, como se ha dicho al principio.
Las puertas del templo Parroquial de Santa Ana y sus calles adyacentes, se convierten en un multitudinario punto de encuentro de fieles; son un hervidero de fervor que invade a todas y a todos los que esperan que a las cuatro de la tarde del viernes Santo, se abran dichas puertas y por el atrio de la iglesia parroquial, aparezca a la luz primaveral de la tarde, la impresionante figura de Jesús portando su pesada cruz. Y después de verlo a Él, contemplar cómo entre el bamboleo de varales y bambalinas, con la candelería de los cirios encendida reflejándose en Ella, dando a su rostro luz y belleza; ver como cruza Nuestra Señora de la Esperanza entre piropos y oraciones, el pórtico de su cercana casa-hermandad.
Los naranjos de la calle se hacen “Jesueños” el viernes Santo, y el azahar que florece en ellos por primavera, junto al humo que brota de los incensarios, saludan con sus aromas a esa Madre en su dolor, que sigue a Jesús cargado con el cruel instrumento de su martirio, convertido desde entonces en enseña y símbolo de los cristianos.
Es el delirio del pueblo. La música con sus marchas procesionales, la fragancia del místico incienso que se eleva al cielo, el acompasado rachear en el suelo de los pies de bravos y esforzados costaleros, los olores y las sensaciones, el nerviosismo, la luz de la primavera… todo enfervoriza al pueblo e invita a que las almas de fieles y cofrades gocen henchidas de alegría y entusiasmo.
Eso es Semana Santa. Sí. Una expresión de fe que nunca debe olvidar el verdadero sentido que tiene su celebración, que no es, sino la conmemoración de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo.
Y esta Hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno y Nuestra Señora de la Esperanza, nos recuerda muy fielmente un pasaje de la Pasión que nos relata Juan el discípulo amado del Maestro, cuando nos dice:
“Jesús quedó en manos de los judíos y, cargado con la cruz, salió hacia el lugar llamado “la calavera”, en hebreo “Gólgota”, donde lo crucificaron”.
Y así podemos verlo el día en que la cristiandad conmemora su muerte.
Comienza su tortuoso camino por estas calles, convertidas cada Viernes Santo en una imaginaria Vía Sacra; itinerario que en la ciudad Santa de Jerusalén siguió Jesús hasta llegar al Gólgota, llevando a la cima de aquél monte su pesada cruz con resignación y humildad.
Sus hermanos costaleros lo llevan con orgullo y fervor por las calles, los ojos de numerosas personas lloran emocionados, los labios de otras muchas musitan súplicas y oraciones en silencio; y los corazones de todos los “Jesueños” laten de emoción ese día.
En la tarde luminosa se abre el templo. Ya todos esperan con fervor la visita que en su itinerario, el Señor de este pueblo hará a muchos hogares al pasar por sus puertas.
¡Ya están Jesús y la Virgen de la Esperanza con sus cofrades, haciendo la estación de penitencia por La Roda!



Y poco a poco avanzando
Pisando en el suelo frío,
Ya va Jesús, caminando,
A su Calvario, vencido.
Los pies lleva lastimados,
Las espaldas doloridas;
El rostro abajo, inclinado,
Con la mirada rendida.
Su cuerpo tiembla de frío
Roto de dolor y heridas,
Por los golpes recibidos
Lleva las ropas teñidas
De la sangre que ha vertido
Al sufrir sus tres caídas,
Cuando por La Roda va,
Y el pueblo por las esquinas
Llora de verlo marchar
Cargado con su pesar…
¡Y coronado de espinas!
*
Uno de esos momentos que aquí son vividos con mayor emotividad, es el tránsito de las Cofradías por la esquina de la residencia de nuestros abuelos.
Allí, las añosas y arrugadas manos de mujeres y hombres, que han sido curtidas por los años y el trabajo, tiemblan por la emoción, en este caso, cuando las imágenes de Jesús y María les son presentadas para su contemplación.
Capataces y costaleros de ésta y de las demás Hermandades, con todo el cariño posible, vuelven hacia ellos los pasos con las sagradas imágenes que portan, para que tranquilamente –a la vez que sus ojos cansados por los años derraman unas lágrimas de nostalgia y emoción–, puedan verlas con el sosiego, la sabia paciencia y la calma que la vida ha concedido a sus cansados espíritus.
*
Con estos ojos vencidos,
¿No ves Jesús, padre mío,
Que casi no puedo verte,
Cargar con tu cruz, dolido,
Hacia el Gólgota de muerte?
*
Después, a Nuestro Padre Jesús y a la Virgen de la Esperanza, les esperan en el barrio de Las Erillas. Ninguna norma obliga que deban ir hasta allí. La espiritualidad, la sencillez de sus gentes y la tradición, han hecho que la costumbre y los años, hayan constituido en norma de obligado cumplimiento la visita de Nuestro Padre Jesús Nazareno y la Virgen de la Esperanza, a ese barrio tan castizo y popular, al otro lado del río Yeguas.
*
Eres, Nazareno amado,
Padre y estrella que brillas,
Cuando con la cruz cargado
Y por Simón ayudado,
Asomas por Las Erillas.
*
Pero a pesar de la carga,
Te alegra cruzar el puente
Porque sientes la añoranza
De ver Jesús a su gente,
¡Junto a tu Madre, Esperanza!
*
Y siguen Jesús y María su lento caminar por las calles sobre los hombros de sus costaleros. Y en la esquina de la calle cuatro de diciembre, los fieles se agrupan para acompañar el cortejo penitencial, que inicia ya su recorrido por la calle Real.
Las marchas procesionales, el nudo en las gargantas y las saetas que surcan el aire, no cesan ante los ojos del Nazareno que a pesar de su gloria y grandeza, va con humildad en la mirada, y camina en su dolor con la pesada cruz que los hombres le hicieron cargar.
Su Madre le sigue llena de angustia llorando al ver sus heridas; pero aún así, todavía mantiene la Esperanza.
*
¡Limpiadle a mi Hijo el rostro! –suplica–
¿No veis que sangra su cara?
No ve por donde camina,
La Sangre sus ojos tapa,
Le va nublando la vista,
Casi el alma se le escapa;
Va su frente dolorida
Por las espinas clavadas.
Ante el pueblo de La Roda,
Tres veces que caerá
Su Rodilla el suelo toca,
En esa calle Real,
Llena de fieles que van,
Con la oración en la boca.
*
Cada pueblo vive de distinta forma su Semana Santa, y cada una de ellas tiene sus peculiaridades; y esta de La Roda, posee una singularidad que conserva como tradición muy consolidada y popular: me refiero al esperado momento de “LA CARRERA”.
El pueblo espera para ver ese emocionante acontecimiento. Jesús detiene sus pasos allá, a lo lejos de la calle, y vuelve la mirada atrás buscando el consuelo de María.
E igual que en su ascenso al monte Calvario, en la calle Sevilla mira a su Madre que le sigue apenada; parecería que el Hijo ha caído y ella se apresura, corre hacia Él para consolarlo, limpiarle las gotas de sudor, el polvo y la sangre que manchan su faz divina.
*
María de la Esperanza,
Con mucha pena Señora
Ves a tu Hijo que avanza,
Y tus ojos llantos lloran;
¡Por eso corres, Señora!
¡Por ver si pronto lo alcanzas!
*
Llegas y le das un beso
Envuelta en tu pena toda,
Quisieras quitarle el peso
De esa cruz que arrastra preso,
Por las calles de La Roda.
*
Bajo el verde de tu palio
Y entre flor de cera blanca,
Los cirios van alumbrado
Esos ojos que aun llorando,
Nunca pierden la Esperanza.
*





Quisiera ser el rosario
Que entre tus manos se mueve,
Yo quisiera ser tu palio
Que por las calles se mece,
Ser blanca cal de las casas
Para cuando pases; verte,
Y convertirme en plegarias
Que mil gargantas te recen,
Y ser balcón y saeta,
Por las calles que te lleven.
*
María y su Hijo amado
Que hacia su Calvario avanza;
Jesús, con su cruz cargado
Que sufriendo va callado,
Ella, la eterna Esperanza.
*
Y por eso cada año,
En viernes Santo quisiera:
Ver a Jesús por la calle,
Ver a la Virgen mecerla,
Ver cómo mueven su talle
Y su palio alzarse al aire,
Ver capas blancas que vuelan,
Ver el verde terciopelo
De ese manto que Ella lleva,
Ver el incienso y olerlo,
Ver cómo llora la cera
Y a ese costalero verlo,
Llevándote a ti, Señora,
Y sentir cómo se anima
A la vez que reza y llora,
Cuando en tu paso caminas
Con tu Majestad Divina…
¡Por tu pueblo; que es La Roda!
__________*___________

JUEVES SANTO. SANTÍSIMO CRISTO DEL PERDÓN Y NUESTRA SEÑORA DE LA MEDIACIÓN



Si ya hemos visto cómo un hombre justo carga sobre sí el injusto instrumento de su martirio ayudado por Simón de Cirene, nuestra semana Santa nos muestra a continuación otra escena de su Pasión: el sublime momento de la crucifixión de Jesús, representado aquí por las imágenes titulares de la Hermandad Ferroviaria del Santísimo Cristo del Perdón y Nuestra Señora de la Mediación.
Desde tiempos muy remotos, a mediados del siglo XVI, la imagen de Cristo en la cruz ya se veneraba aquí, en la Cofradía conocida como Hermandad de la Vera Cruz, que a lo largo de siglos desaparece como otras existentes entonces. Pero en la devoción popular, continúa vigente la fe en el Cristo crucificado, prevaleciendo hasta hoy en el corazón de las gentes de este pueblo.
Pasando escuetamente por los datos históricos que ustedes muy bien conocen, en la década de los años cincuenta del pasado siglo, se crea esta Hermandad como consecuencia de la venida a La Roda de unos misioneros Redentoristas, que con sus piadosas predicaciones crean el ambiente propicio para que en los vecinos del pueblo –pero sobre todo en los trabajadores de Renfe–, crezca el fervor y la devoción que los impulse a tomar la decisión de fundar una digna Hermandad como ellos: de origen humilde y obrera.



Sencillos de corazón,
Junto al tren, vida diaria
Y endurecidas las manos,
Se convierten en hermanos
Que fundan con devoción,
La Hermandad Ferroviaria
De su Cristo del Perdón.
*
Por no verlo desolado
En esa cruz redentora,
El Cristo lleva a su lado
A tan bendita Señora;
Madre que en su advocación,
La Roda entera la llama…
Virgen de la Mediación.
*
Al fin, se hace realidad el proyecto, y ya constituidos en Cofradía, hacen su primera Estación de Penitencia en 1953. Ese año el Cristo del Perdón procesiona acompañado de fieles y hermanos sin vestir las ropas de nazareno, que van alumbrando a su Cristo con antorchas encendidas en aquella primera noche de Jueves Santo; una escena que nos recordaría muy bien a los penitentes del Siglo de Oro, llamados “Hermanos de Luces”, que alumbraban en la procesión de este pueblo, con hachones de cera.
Hasta que en el año 1979, por vez primera, el Cristo es acompañado por la imagen de su Madre Dolorosa: la Virgen de la Mediación, llamada así por haber sido María, en esos años de la fundación de la Hermandad, recientemente proclamada por el papa Pío XII, Mediadora Universal de Todas las Gracias.
*
¿Y por qué medias, María?
Tan grande es tu corazón,
Que al hombre perdonarías
Siendo Tú la Mediación,
De tus hijos que te adoran
Y piden su salvación,
Por tu Gracia, Mediadora
*
Revestido el penitente con su túnica y antifaz negro de luto por la inminente muerte del Cristo, pero envuelto por la capa blanca que simboliza la luz divina, sin mácula, que irradia el aura del cuerpo de Jesús que eleva al Padre su profunda mirada, junto a Él va, en las filas del cortejo acompañándole en su agonía en la cruz. Ahí comienza el cofrade a imaginar, a sentir en la intimidad del alma y en la soledad y aislamiento que el antifaz le presta, la pena que llevan los cirios derramando sus pálidas gotas, que vienen a ser como lágrimas de un extraño llanto de luz y de cera, que las llamas de los pabilos derriten, vierten y resbalan cirio abajo, suspirando por el martirio del Justo y por el dolor de su Madre, Mediadora.
*
No sé que tiene ese Cristo
Que le llaman del Perdón.
Clavado en la cruz le he visto
Sufriendo injusta Pasión,
Con los ojo en el Padre
Y bajo la cruz, su Madre,
Llorando de compasión.
*
Con esa impresionante imagen, se representa el martirio en las horas previas a la muerte de Cristo, que ya en su agonía, habla en varias ocasiones. En una de ellas, siente temor y el abandono del Padre: “Hacia la hora nona, gritó Jesús con fuerte voz: Eloí, Eloí, ¿lamá sabajthani?
(Que quiere decir: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?)
Pero el mayor ejemplo de generosidad, entrega y amor a los hombres, lo da en esas horas que permanece colgado del madero; clavados sus pies y manos, traspasada su carne inocente por inhumanos clavos de hierro que lo sujetan a la cruz, después de sufrir toda la humillación, el escarnio, los golpes de los flagelos que arrancan su piel, la colocación en su cabeza de una corona trenzada de espinas, la subida al Gólgota cargando el peso de la cruz, la lanzada en su costado… y la muerte más cruenta que puede darse a un ser humano, por asfixia y agotamiento.
Pero aun habiendo sufrido tanto dolor ocasionado por los hombres, el Cristo en sus últimos momentos pide al Padre que absuelva las culpas de sus verdugos, dándonos con ello un ejemplo que nos muestra su magnánima indulgencia.
Ese es, el Cristo del Perdón, representado en la imagen titular de esta Cofradía: un condenado a muerte, que aunque debilitado, por fin consigue llegar al Calvario, donde los veteranos legionarios romanos encargados de efectuar la ejecución, son expertos en aplicar esta tortura.
Y así, entre los gritos de dolor, los insultos, empujones y golpes, preparan al reo, lo agarran fuertemente, lo tumban desnudo con el cuerpo herido y sangrando, apoyada su desgarrada espalda sobre el áspero y astillado madero.
Los clavos traspasan primero sus muñecas, y el Cristo queda clavado al palo horizontal llamado “patíbulum”, que alzan luego para colgarlo en el “estípite” o madero vertical que formará la cruz hincada en la tierra. Después clavarán sus pies con precisos golpes fuertes y secos, que hieren los oídos y estremecen el alma, de quienes escuchan retumbar el eco del martillo en el aire de Jerusalén, que llora al oír los gritos de angustia y dolor que salen de la garganta del crucificado, tras cada martillazo sin piedad, sobre los hierros que desgarran su carne. Y allí lo dejan a la espera de una muerte lenta.
¿Había para Él, castigo más inhumano?
Así lo dicen las Escrituras: “Cuando llegaron al lugar llamado Calvario, crucificaron allí a Jesús y a los criminales, uno a la derecha y otro a la izquierda. Jesús decía: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”. Y se repartieron sus vestidos a suertes”.
Esa es, la gran generosidad del Cristo del Perdón, del Hijo de Dios hecho Hombre que perdona al hombre, que busca la paz y el amor, que enseñó así a quienes le seguían: “Yo os digo a vosotros que me escucháis: Amad a vuestros enemigos; haced el bien a los que os odian; bendecid a los que os maldicen; orad por los que os calumnian” “Sabéis que se dijo: ojo por ojo y diente por diente. Pero yo os digo que no hagáis frente al que os ataca. Al contrario, al que te abofetee en la mejilla derecha, preséntale también la otra; y al que te quiera llevar a juicio para quitarte la túnica, déjale también el manto; al que te obligue a ir con él un kilómetro, vete con él dos”.

¿Por qué perdonas, Señor?
Si el hombre te ha flagelado
Y en esa cruz te ha clavado;
¡Y eso no tiene perdón!
*
Pero es tanta tu clemencia
Y tan inmenso tu don,
Que tu divino poder
Quiso a La Roda traer…
A este Cristo del Perdón.
*
Crucificado que sufre
Ante la piedad del pueblo,
Que te contempla clavado
Sobre el altar de tu templo,
Donde colgada en la cruz
La desnudez de tu cuerpo,
Irradia divina luz,
Bajo el gran arco del centro.
Allí recibes las preces
De las almas que pidiendo,
Se acercan a ti; te miran
En la cruz del sufrimiento,
Y al ver tu piedad, admiran…
¡Cómo perdonas, muriendo!

En este pueblo, las mujeres han dado muestras de un amor inmenso a la imagen del crucificado, y cada año, lo portan sobre sus hombros con gran decisión y valentía, propias de quienes aman de verdad a su Cristo del Perdón. Ellas decidieron ser sus “portadoras” y sufrir bajo el paso del Cristo que sufre, y a su vez, gozar de la alegría de llevarlo. Y por eso un día, quisieron ser las mujeres quienes cargaran sobre sí el peso del Hombre, que va agonizando en la cruz.
Igual que María Magdalena que demostró su amor a Jesús llorando sobre sus pies, regándolos con sus lágrimas, enjugándolos con los cabellos de su cabeza y ungiéndolos después, con caros perfumes.
Una mujer que estuvo con Él, que sufrió acompañándolo al pie de la cruz, y después lo vio en el sepulcro.
Ellas, cada Semana Santa desde el año 1996, han hecho que aquí se admire como normal, lo que en otros sitios no lo es: verlas llenas de fervoroso entusiasmo bajo el paso, ofreciendo su esfuerzo por el amor que le tienen a su Cristo del Perdón.
Todas ellas demuestra su fortaleza física y espiritual cada Jueves Santo, atentas a las órdenes de Francisco Rebollo, su capataz, que tan orgulloso va de sentir el empuje que esas mujeres le dan al paso en cada “levantá”, cuando el fuerte golpe del llamador les dice que hay que subir al Cristo y mecerlo: ¡Al cielo con Él!, hasta lo más alto que pueden, paseándolo por estas calles de la Roda para mayor gloria del Hombre que ofreció su vida por las mujeres… y por los hombres de la Tierra.

*
Yo quiero Cristo llevarte,
Quiero tu perdón tener,
Bajo el paso sostenerte,
Suave tu cuerpo mecer
Para que el clavo en tu carne
No lastime más tu ser,
Y en mi pueblo pasearte…,
¡En mis hombros de mujer!
*
Si el paso del Cristo va delicadamente portado por las mujeres que como ángeles lo sostienen, las trabajaderas de Nuestra Señora descansan sobre cuerpos de hombres que la llevan por la calle Real arriba, donde el pueblo emocionado la espera para ver su cara entristecida de Madre Dolorosa y Mediadora de Gracias, que debajo de la cruz resiste su dolor viendo al hijo así; clavado en el madero, suspirando, sufriendo con la mirada perdida en lo más alto, clamando al Padre, y perdonando a los hombres.
La calle Real los espera. El pueblo les reza allí muchas oraciones, y la emotividad del momento se refleja en esas saetas que las gargantas lanzan al aire de la tarde–noche, desde el balcón del Rincón del Costalero en Casa Leiva, y a lo largo de todo su recorrido por las calles y plazas de un pueblo, que quiere y venera a sus imágenes queridas del Cristo que sufre y perdona, y de su Madre, Nuestra Señora de la Mediación.
Pero hay otro momento que llena de emoción el desfile procesional del Jueves Santo, y hace vibrar el espíritu de fieles y cofrades: y este es, casi al final de su peregrinación por las calles de La Roda, cuando la Virgen Mediadora se asoma al umbral de la casa hermandad de Nuestro Padre Jesús, y es presentada allí a la Virgen de la Esperanza.
Dos advocaciones distintas para una misma Madre: una, la que acompaña al hijo llevando su cruz al Gólgota, y aún mantiene la Esperanza de verlo salvado de la muerte terrena; la otra, es Mediadora que intercede ante las súplicas de ayuda que los hombres hacemos a Dios Padre, o a Jesucristo, su Hijo.
Un momento único. Allí se ven las dos imágenes frente a frente. Confluyen los resplandores de su belleza; la que espera en su casa, llena de Esperanza, y aquella que llega a verla, y a veces, quiere entrar y casi lo consigue.
Dos advocaciones para dos Madres, que son sólo una; que recuerda muy bien el suplicio del hijo de su carne en su Pasión y Muerte, y guarda frescas en el alma las palabras últimas que pronunció Jesús cuando tuvo sed y tomó el vinagre que le acercaron a la boca: “Todo está cumplido”
–dijo–, e inclinando la cabeza, entregó el espíritu”.
*
En cruz te clavaron, Cristo,
Y Antes de la expiración,
En tu agonía te he visto
Pidiendo al Padre el Perdón.
*
Das Tu clemencia al malvado
Impío y sin corazón,
Que tu cuerpo ha mancillado,
Maltratado y azotado,
Sin justicia ni razón.
*
Tan grande es Tu compasión,
Bendita Tu piedad toda;
Pues Tu divino Perdón
Le otorgas sin condición,
A este pueblo de La Roda.
*
Que Dios te salve, María.
Si eres la llena de Gracia,
El Señor en Ti confía
Y la más bendita eres
Entre todas las mujeres,
Porque bendito es el fruto
Que de tu vientre nació;
Media entre el Padre y nosotros,
¡Virgen, de la Mediación!
_______________________

Y continúa la celebración de la Pasión de Cristo.
La Roda vive intensamente esta conmemoración cristiana con gran fe, recogimiento y devoción. “Vigeños” y “Jesueños”; denominación que en este pueblo se les da a las mujeres y hombres cofrades que rivalizan en su sano afán de “competir” –entre comillas–, para pretender cada uno de ellos desde el seno de sus respectivas Hermandades, hacer todo lo posible para que su Cofradía; de Jesús o de la Virgen, “se luzca más” en su desfile procesional.
Sana rivalidad que no por ello, desluce o empaña el esplendor de ninguna de las Hermandades de La Roda; más bien al contrario, las enaltece, las hace mejores en su desarrollo y las honra aún más en la competencia por la legítima superación y engrandecimiento de sus Cofradías: o lo que es lo mismo; de toda la Semana Santa rodense.
Un hecho que me causó honda impresión al conocerlo, es la penitencia que personas anónimas hacen en este pueblo el Jueves Santo, tras finalizar la procesión del Cristo del Perdón.
Una tradición con innegable emotividad, cuyos principios se pierden en los intricados laberintos de la memoria y del tiempo, sin que nadie sepa con seguridad su origen, ni cuándo comenzó la práctica de esta penitencia de los llamados “Hermanos en Cruz”. Incógnitos penitentes que muy bien nos recordarían a aquellos que en siglos pasados se conocían como “Hermanos de Cruces”, que en un principio eran trece nazarenos representando a Jesús y a sus discípulos, uno delante portando una cruz grande alzada, seguido de los doce restantes con su cruz levantada, y en cada una de ellas escrito el nombre de un apóstol.
*
Almas que al atrio del templo
Van llegando en madrugada,
Y arrodíllanse a sus puertas
Que ya se encuentran cerradas.
Allí rezan oraciones
Antes que les llegue alba
Bajo túnicas moradas
Y una cruz sobre la espalda,
Con pies que arrastran cadenas
Algunos pagan sus mandas,
Dando compasión y pena,
Respeto de quien les mira
Cuando descalzos se marchan
Y sin dar la espalda al templo,
Sus penitencias inician
Por las calles solitarias.
*
Cada uno por su lado
Su cruz a cuestas llevando,
Algunos sus pasos guían
Hasta el mismo camposanto,
Donde de rodillas rezan
Plegarias por sus pecados,
Y por las almas de aquellos,
Que a un reino de luz marcharon.



_______________*________________





SÁBADO SANTO. SANTO ENTIERRO DE CRISTO Y MARÍA SANTÍSIMA DE LOS DOLORES CORONADA.



La Real y Fervorosa Hermandad del Santo Entierro de Cristo y María Santísima de Los Dolores Coronada, con sus sagradas imágenes en el desfile procesional del sábado Santo, nos transmite innumerables momentos emotivos que nos recuerdan y transportan a la Palestina de Jesús.
Escenas que nos retrotraen mediante las Sagradas Escrituras del Nuevo Testamento y la Historia, a la ciudad de Jerusalén que vio la Pasión de un Hombre, reo de muerte por sus innovadoras ideas espirituales, por proclamarse Hijo de Dios, por hacer el bien y predicar una doctrina de amor y reconciliación entre los hombres y mujeres de su tiempo.
Esta Hermandad, nos representa el momento culminante y final de la Pasión de Jesús: su muerte, el sepulcro, y los Dolores de una Madre que toma al Hijo en sus brazos tras ser descendido del madero, y luego, está junto a Él en el momento de ser depositado su cuerpo en la sepultura de un amigo de la familia.
Después de sostenerlo, María tiene que sufrir el dolor de enterrar el fruto de su vientre. De Ella se apoderan espantosos dolores, porque ha perdido al hijo que con tanta crueldad le han arrebatado.
“Al caer la tarde, vino un hombre rico de Arimatea, llamado José, que era también discípulo de Jesús. Se presentó a Pilato, le pidió el cuerpo de Jesús, y Pilato mandó que se lo dieran. José tomó el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia, y lo depositó en su propio sepulcro nuevo, que había hecho cavar en la roca”.
Así cuenta San Mateo en su Evangelio este hecho; y así podemos ver la imagen del cuerpo de Cristo muerto en la tarde y noche del sábado Santo, cuando esta Hermandad hace su estación de penitencia escenificando con sus imágenes en procesión por este pueblo, el pasaje de la sepultura de Jesús.

*
Sábado, dolor y muerte,
De luto su negro manto,
Y en sus mejillas el llanto
por el Hijo que va inerte.
Mucha es la pena que lleva;
Al Hijo muerto le dieron
Y en un sudario de seda,
Cubierto el cuerpo metieron
En un sepulcro de piedra.
Tu pecho Dolores guarda,
Mas del cielo las estrellas
A tu corona tan bella
Bajaron como esmeraldas,
Y sobre Ti se posaron
Y tus sienes coronaron,
¡Señora; para adornarlas!
*
A las seis de la tarde del sábado Santo, se abren de par en par las puertas de la iglesia parroquial, y de la casa-hermandad van llegando sus hijos; los nazarenos que la acompañarán en su dolor. Revestidos con sus túnicas negras de luto, en una tarde en la que el impresionante silencio se palpa en el aire, y el respeto de los fieles se siente en el alma a la salida del paso con la urna del Santo Entierro, que con suave cadencia en el compás de sus costaleros, parece rozar los pétreos sillares y la arcada del pórtico del templo, ante la mirada suspensa de los fieles.
De idéntica forma, los “vigeños” y devotos miran a su Señora de los Dolores Coronada, con el alma en vilo cuando las varas y los bordados del palio quieren rozar –y no rozan–, el umbral de la iglesia–santuario en la que es venerada, y de la que sale para recorrer su pueblo…

Con todos los esplendores
Y en tarde llena de luz,
Hermosa flor entre flores,
Irás por La Roda Tú,
Entre piropos y amores;
¡Mi Virgen de los Dolores!
¡Reina, y Madre de Jesús!
*
Una vez en la calle, los costaleros mecen con suave ternura el paso de la Señora de los Dolores, haciendo bailar graciosamente las campanitas de su palio. Entonces, la emoción eleva el alma, y fieles y cofrades se estremecen cuando en la tarde se oyen los acordes del Réquiem que interpreta la banda de música.

De emoción suspira el cielo
Al contemplar el donaire
Del palio que mueve el aire
Acariciando tu pelo,
Y hasta la música llora
Cuando sales tú, Señora,
A hombros del costalero.
*
Que aunque tus mejillas sean
Por la pena, flor marchita,
No te igualarán las flores
Con sus mejores colores,
Y siempre serás bonita,
¡Mi Virgen de los Dolores!
*
Más adelante, Madre e Hijo caminan poco a poco, a dar consuelo a las ánimas, a las miradas ya cansadas y a las manos temblorosas de aquellos que esperan a las puertas del hogar donde residen. Allí llegan, y sus hijos vuelven los pasos para que los ojos de los abuelos y abuelas los contemplen. Ojos que sin duda, en esos momentos dejan correr unas lágrimas de emoción, cuando ya la luz de la tarde va decayendo y ellos miran a esa Virgen dolorosa y al Hijo yacente, con la ternura y la paz que otorgan los años que ya se han vivido.

*
Llegando el oscurecer
Cuando los cielos se enlutan
Y las estrellas disputan
La luz del atardecer;
Los cirios quieren Dolores,
Con sus bellos resplandores
Tu belleza engrandecer.
*
Luego, sigues caminado
Bajo estrellas sonrientes
Sobre hombros de valientes
Que tu paso van portando;
Y también te van llevando
Las “vigeñas” y “vigeños”,
Y todo el pueblo rodeño
¡Que detrás te va rezando!

Tiene Nuestra Señora de los Dolores una hermosa y radiante corona que han fundido sus hijos con el amor que le profesan, del cual se sienten plenamente orgullosos.
La Congregación de las Reverendas Siervas del Evangelio, amadrinó dicha coronación el quince de septiembre de 1991, siendo la madre Visitación la persona que representó a la comunidad religiosa que dirige el Centro de Educación Infantil Nazaret, de La Roda de Andalucía. Congregación fundada a mediados de los años cuarenta por el granadino don Manuel Hurtado y García, nacido en 1896 en Arenas del Rey, (Granada).
Sacerdote y educador, obispo auxiliar de Granada, que murió en 1966 rigiendo la Sede Episcopal de Tarazona. Siervo de Dios desde 2004, y en proceso de canonización.
Un hombre ejemplar y piadoso, que fundó esta labor difusora de la enseñanza y del Evangelio. Su obra y la Congregación que instituyó, fueron quienes amadrinaron la investidura de la Virgen de los Dolores, como Madre Coronada.

Coronada por tu pueblo
Que te alaba y enaltece,
Que con sencillez te implora
Y con orgullo te quiere,
Soñando arrancar puñales
Que en el corazón te hieren,
Y añora secar las perlas
Que de tus ojos descienden.
Y pide que seas sagrario
Como joyero que guarde,
Los corazones de un pueblo
Que de su amor hace alarde,
Y quiere admirar tu rostro
Y con los ojos mirarte,
Cuando a las seis de la tarde
Sales del templo a la calle,
Con tu aroma celestial
Que en La Roda inunda el aire,
En un sábado de luto,
¡Lleno de tristezas, Madre!



*
El cardenal arzobispo de Sevilla, monseñor Amigo Vallejo, celebró la ceremonia del magno acontecimiento de su coronación canónica, y el quince de septiembre de 1991, el alma de las gentes de La Roda disfrutó viendo cómo esta Madre Dolorosa, recibía sobre sus sienes la aureola de amor que han querido poner sus hijos a Señora tan hermosa…

Pues ni el rocío en las rosas
Ni luz que más reluciera,
Dan belleza tan preciosa
A tu cara dolorosa,
Que aquí se adora y venera.
Porque ni todas las flores
Que nacen en primavera,
Tienen los mismos colores
Que irradia en La Roda entera,
¡La Virgen de los Dolores!
*
Casi al final de su estación de penitencia, el paso que porta la urna con el Cristo yacente, visita las puertas de la casa conventual de las Siervas del Evangelio; allí las bendice, y a su regreso, se produce un emotivo encuentro con el paso que porta a María, su Madre invadida por el dolor.

*
Con amor angelical,
Las esquinas de su paso
Cuatro querubines van
Su mortal sueño guardando,
En féretro que te porta
Por un ave coronado
Cual símbolo triunfador,
De quien con fraterno amor,
Su vida nos ha entregado.
_____*_____



Cuando las sombras de la noche del Sábado Santo han dejado caer su oscuro manto sobre este pueblo, y el Santo Entierro y la Virgen de los Dolores traspasan las puertas y entran en su templo, La Roda y sus gentes presienten el final de su Semana Santa; que ya termina la celebración de la pasión de Cristo.



Pero no es así. Porque nuestra religión no se fundamenta en la muerte del Hijo de Dios, sino en la continuidad de su vida y obra tras la Resurrección y Ascensión a los cielos: la nuestra es por tanto, una religión de vida, y no de muerte.
A las doce de la noche del sábado Santo, el júbilo comienza en los primeros minutos del domingo de Resurrección, con la tradición en la que los hombres del pueblo disparan al aire sus escopetas anunciando el regocijo que la cristiandad festeja: la vuelta de Jesús a la vida.
Entonces, las campanas voltean en la torre del templo, esparciendo por el pueblo sus alegres tañidos y repiques en la oscuridad de la noche.
El esfuerzo del cofrade ha merecido la pena. Se ha trabajado con ilusión y empeño en esa voluntad colectiva, para que las manifestaciones religiosas y sus tradiciones sigan adelante un año más; como viene siendo desde hace varios siglos.
Las mujeres y hombres cofrades, con el esmero y el cariño que son capaces de poner en ello, limpian y guardan en sus casas de Hermandad los enseres más queridos, y colocan las imágenes en sus capillas para quedar expuestas a la veneración que los fieles les dedicarán durante el año.
Los nazarenos guardarán también sus túnicas, antifaces, capas y cordones, que dormirán un largo sueño hasta que pasado un año, las abuelas, madres o esposas las tornen a sacar de sus cómodas y roperos, para volver a darnos la alegría de vivir una nueva estación de penitencia.
Que esta Cuaresma que vivimos, y la Semana Santa que dentro de pocos días vamos a vivir, sean para el cristiano un paréntesis en su vida: de preparación, sosiego, meditación y lectura de la Pasión en los Evangelios; un tiempo de vivir con devoción y entusiasmo el sentimiento cofrade, donde no falte la espiritualidad interna, ni la plegaria que pida ilusión y esperanza para los más pobres, los desempleados, indigentes y necesitados de la sociedad; por la Paz entre los pueblos y por los males del Mundo.
Que también sean días de mantener muy vivos en el recuerdo, a los buenos cofrades tan queridos: padres, madres, hermanos, hijos o cónyuges que ya no están entre nosotros, porque gozan del reino de la Luz y del Amor, donde vivirán una Semana Santa muy distinta, en la presencia de Jesús, y de María, su Madre.

Aquí acaba este Pregón
Hecho de prosa y poemas.
¡Silencio en la voz que canta!
Que ya comienza la espera:
¡Ya llega Semana Santa!
Se viven las emociones,
El sentir, las devociones,
De esos cofrades que anhelan
Rezar a Cristo oraciones
Desde portales y rejas,
En las calles y balcones
Por donde pasea el Señor
Y las Vírgenes más bellas,
A las que alumbran el rostro
Las luces que dan la cera,
Ardiendo de amor y gozo
En noches de primavera,
Bajo este cielo hecho palio
De toda La Roda entera,
Cubierto de luz de luna…
¡Y de luceros y estrellas!
***



He dicho.










Antonio Rodríguez Crujera
Pregonero de la Semana Santa
***
En La Roda de Andalucía, el día 10 abril
Domingo de Pasión del Año del Señor 2011




4 comentarios:

  1. Mi muy querido Antonio, la fuerza de Dios que es fortaleza, templanza e ilusión, y a la cual llamamos Espíritu Santo; te asista en tan noble gesta.
    Un abrazo fraterno.

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  2. Te felicito, Antonio. UN abrazo de tu paisana astigitana.

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  3. Estimado Antonio, la labor que te han encomendado debe significar para ti un verdadero honor, así lo entiendo, dada la enorme importancia que tiene la más sacra de nuestras tradiciones: La Semana Santa.
    Ser el pregonero de la Semana Santa en La Roda de Andalucía,no es moco de pavo Antonio.
    Como seguidora, devota y entusiasta, del acto procesional andaluz, me uno a ti en tan gran alegría y te deseo, aquel pregón que sea capaz de germinar en el alma de quien lo escuche para gloria de Roda, y por extensión, para gloria de nuestra preciosa tierra. Estoy segura de que las hermosísimas y benditas tallas de Jesús Nazareno y su madre, guiarán tus palabras.

    Un abrazo amigo mío.

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  4. Preciosa poesía la que te regala tu amigo Carlos.

    ¡Arriba con tu pregón!

    ¡Arriba!

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