San Antonio de Padua, también conocido como san Antonio de Lisboa (Lisboa, 15 de agosto de 1195 - Padua, 13 de junio de 1231), fue un fraile, predicador y teólogo portugués, venerado como santo y Doctor de la Iglesia por el catolicismo. Se trata del segundo santo más rápidamente canonizado por la Iglesia, tras san Pedro Mártir de Verona.
Nació con el nombre de Fernando Martim de Bulhões e Taveira Azevedo, en el seno de una familia de buena posición en la sociedad lisboeta.1
Atraído por la vida religiosa, en 1210 se hizo monje agustino en Coimbra. En 1220 se convirtió en fraile franciscano.
Viajó mucho, viviendo primero en Portugal y luego en Italia y Francia. En 1221 participó junto con unos 3000 frailes del Capítulo general de Asís (el más multitudinario de los llamados Capítulos de las esteras), donde vio y escuchó en persona a san Francisco. Su convicción, cultura y talento como predicador se mostraron por primera vez en Forlì en 1222.
Pronto se divulgó la noticia de la calidad de sus sermones, y Antonio
recibió una carta del propio san Francisco con el encargo de predicar y
de enseñar Teología a los frailes. Luego, fue comisionado por el mismo Francisco para luchar contra la propagación de la herejía cátara en Francia. Se trasladó más tarde a Bolonia y a Padua.
Su capacidad de prédica era proverbial, a punto de ser llamado «Arca del Testamento» por Gregorio IX. Sus mensajes desafiaban los vicios sociales de su tiempo, en forma especial la avaricia y la práctica de la usura. Según los escritos de la época, sus últimas predicaciones realizadas en la cuaresma de 1231
tuvieron un éxito popular notable. Aquejado por continuas enfermedades,
perseveraba en la enseñanza y en la escucha de confesiones hasta la
puesta del sol, a menudo en ayunas. La multitud de gente que acudía
desde las ciudades y pueblos a escuchar las predicaciones diarias le
obligó a abandonar las iglesias como recintos de prédica para hacerlo al
aire libre.
Después de la Pascua de 1231,
Antonio se retiró a la localidad de Camposampiero, pero decidió
retornar a Padua poco después. Ya en las proximidades de Padua, se
detuvo en el convento de Arcella, donde murió prematuramente cuando
todavía no alcanzaba la edad de treinta y seis años. La celebración de
las multitudinarias exequias y la multiplicidad de milagros en su tumba
que se le atribuyeron promovieron su rápida canonización en mayo de 1232, bajo el pontificado de Gregorio IX. En 1946, Pío XII, proclamó a san Antonio de Padua «Doctor de la Iglesia», bajo el título de «Doctor evangélico».
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En enero de 1981, con ocasión
de los 750 años de la muerte del Santo, intentando
precisar el estado de los restos mortales de San Antonio,
nominadas con tal fin una "comisión religiosa
pontificia" y una "comisión técnico-científica",
se abrió la tumba de San Antonio, por segunda
vez en la historia. (Véase
la página del reconocimiento). Se encontró:
una gran caja de madera de abeto, recubierta
por cuatro telas de lino y, sobre ellas, dos mantos
dorados refinadamente bordados;
en el interior de la gran caja, se
encontró una segunda caja más pequeña
(también de madera de abeto) con dos compartimientos
desiguales y con la tapa cerrada por una cuerda con
tres sellos; en el interior tres envoltorios de seda
roja-carmesí refinadamente bordados (obtenidos
probablemente de una capa pluvial) y con ricos bordados
aplicados, cada uno marcado por un escrito en pergamino
cosido indicando el contenido, es decir:
- todo el esqueleto, excepto el mentón, el antebrazo izquierdo y alguna otra parte menor;
- los otros restos, en gran parte en estado de polvo;
- la túnica, en tejido de lana de color ceniza.
- en el exterior de la gran caja en el nicho que la contenía se encontró:
- una lápida con las fechas de la muerte del Santo, de su canonización y del traslado de sus restos de la pequeña iglesia de Santa María Mater Domini a la nueva Basílica (8 de abril de 1263)
- bastantes aros (10 blancos y 50 negros) de un collar o una corona.
Para
comprender un poco todo esto, tenemos que remontarnos
a 1263. Acabada la segunda fase de construcción
de la Basílica, con ocasión del 'capítulo
general' que reunía en Padua a los franciscanos,
y siendo ministro general de la Orden San Buenaventura,
se trasladó la tumba del Santo de la pequeña
iglesia de Santa María Mater Domini al centro
de la Basílica, bajo la actual cúpula
cónica (delante del presbiterio).
En aquella ocasión se abrió
por primera vez el ataúd que contenía
los restos del Santo, sobre todo para extraer algunas
reliquias que ofrecer a la devoción de los fieles
también en otras iglesias.
Grande fue la sorpresa al ver todavía incorrupta su lengua. Fue entonces que San Buenaventura, con el corazón lleno de admiración, rezó en voz alta:
Grande fue la sorpresa al ver todavía incorrupta su lengua. Fue entonces que San Buenaventura, con el corazón lleno de admiración, rezó en voz alta:
¡Oh lengua bendita, que siempre
bendijiste al Señor, e indujiste a los demás
a bendecirlo; ahora vemos con claridad cuántos
méritos adquiriste ante Dios!
Se decidió entonces conservar
la lengua del Santo, el mentón, el antebrazo
izquierdo y alguna otra reliquia menor. Todo lo demás
se puso en los tres envoltorios de seda roja-carmesí,
de los que ya hemos hablado, y se colocó en una
pequeña caja y ésta, a su vez, en la caja
más grande.
El reciente reconocimiento
de 1981 ofreció la oportunidad de realizar
las investigaciones adecuadas de carácter histórico,
técnico y artístico, antropológico
y médico, sobre todo el material que se encontró.
El esqueleto del Santo fue después recompuesto
sobre una colchoneta y puesto en una caja de cristal.
En ella fueron colocadas dos pequeñas urnas en
cristal con los otros restos. La caja de cristal fue
posteriormente encerrada en un ataúd de roble
y puesta de nuevo en la tumba.
Se han dejado expuestos en esta Capilla
del Tesoro:
la túnica del Santo, las dos cajas de madera, la cuerda de los dos sellos, las tres telas de seda roja-carmesí recompuestas en capa pluvial, las dos grandes telas doradas, la lápida, las monedas y los aros. Todo cosas que se pueden observar con devoción.
la túnica del Santo, las dos cajas de madera, la cuerda de los dos sellos, las tres telas de seda roja-carmesí recompuestas en capa pluvial, las dos grandes telas doradas, la lápida, las monedas y los aros. Todo cosas que se pueden observar con devoción.
Subiendo
por la izquierda se encuentran los tres nichos que encierran
algunas reliquias de San Antonio y de otros santos,
pero sobre todo un gran número de donaciones
ofrecidas como reconocimiento o devoción por
ilustres peregrinos del pasado al Santo de Padua. Pero
lo que tiene que centrar la atención son las
más prestigiosas reliquias de San Antonio,
que se encuentran en el nicho central. La lengua
del Santo (en el centro). No hay que esperar ver
una lengua de color rojo vivo. Pero lo que se ve constituye
igualmente un hecho inexplicable, ya que se trata de
una parte anatómica muy frágil y una de
las primeras que se desintegra después de la
muerte. Ahora han pasado más de 770 años
de la muerte del Santo y su lengua constituye un milagro
perenne, único en la historia y lleno de significado
religioso, como sello de la obra de evangelización
de la sociedad por obra del Santo.
Digno de acoger una reliquia de tanto
valor es el finísimo y delicado relicario, obra
maestra de armonía y de gracia, en plata dorada,
obra de Giuliano da Firenze (1434-36). La reliquia
del mentón (arriba). Más exactamente
se trata de la mandíbula, colocada en un relicario
concebido como un busto, con aureola y cristal en lugar
del rostro. Fue encargado en 1349 por el cardenal Guy
de Boulogne-sur-Mer, que obtuvo un milagro del Santo.
Él mismo lo llevó a Padua al año
siguiente, y de forma solemne colocó el mentón
en este relicario (en plata dorada). Los cartílagos
de la laringe (abajo). Éstos, todavía
conservados, que son los instrumentos de la fonación,
o sea de la palabra, en seguida llamaron la atención,
a pesar de no constituir un hecho inexplicable como
la lengua, en el reciente reconocimiento de 1981. Se
pensó entonces colocarlos a la vista junto a
la lengua del Santo. El relicario es obra del artista
de Treviso Carlo Balljana.
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