"¿Hasta cuándo soportaremos estas canalladas sin sentido?"
La muerte de personas inocentes, víctimas de los atentados terroristas de ETA, y el dolor de los familiares, es ya una larga cadena –casi perpetua-, en el tiempo, que se remonta a más de cuarenta eslabones, o años.
Hoy, el zarpazo del terrorismo ha herido otra vez; una vez más, a este país en la localidad vasca de Arrigorriaga, en Vizcaya.
Ha estado muy “escogida” la víctima, como en muchas ocasiones anteriormente, aunque a los asesinos les da igual quien muera; el caso es matar para seguir manteniendo ese espíritu de lucha que ellos creen justo y necesario para conseguir sus objetivos independentistas. Y mientras tanto, la gente muere y ya son sobre mil, las víctimas.
Esta vez ha sido un inspector vasco de la policía nacional, Eduardo Puelles García, que trabajaba en el seguimiento y la lucha antiterrorista, quién ha fallecido calcinado dentro de su vehículo reventado mediante una bomba lapa colocada cerca del depósito del combustible. Al parecer, según algunos testigos que he oído en la televisión, el policía aún vivía después de la explosión que incendió el coche, y gritaba pidiendo auxilio para que lo sacaran del amasijo de hierros retorcidos, fuego y humo en el que se había convertido el automóvil. Nadie pudo acercarse a él para socorrerlo en esos primeros y trágicos minutos, pues las grandes llamaradas impedían hacerlo.
Por parte de la clase política, el mismo sermón de siempre al que ya estamos acostumbrados, las mismas frases hechas que suenan muy bien, pero sirven de muy poco: El Lehendakari Patxi López dice que: “Nos han enseñado el camino del dolor y nosotros les enseñaremos el camino de la cárcel” A ver si es verdad de una vez, y no queda ni uno en la calle.
El presidente Zapatero, entre otras cosas, ha dicho: “Mi firmeza es inquebrantable”. ¡Hala, ahí queda eso!
Por su parte, el líder de la oposición, Mariano Rajoy, otro que también se apunta en estos trágicos momentos al carro de la construcción de frases grandilocuentes, pero vacías de contenido y sin contundencia, que para nada sirven, ni dicen nada a nadie: “Transmito mi pesar y el sentir a su familia, y de manera muy especial a su esposa y sus dos hijos”(…) “Todo mi apoyo a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado” (…) Y ha trasmitido también, “la cercanía y la colaboración con el Gobierno vasco y el Ministerio del Interior” (…) “mi deseo -dijo-, es que acierten en esta batalla en la que nos van a tener detrás a todos” (…) “La derrota de ETA es posible y está más cerca que nunca”.
Eso mismo, y otras cosas similares, llevo escuchándolas cuarenta años y mientras tanto, a pesar del encarcelamiento frecuente de miembros de la banda, esta sigue con capacidad de matar, y siempre hay por ahí terroristas sueltos, a pesar de que en cada redada policial que se hace y se anuncia a bombo y platillo, se dice que “la cúpula de ETA ha sido descabezada, y sus dirigentes encarcelados”.
Pero al poco tiempo, la banda vuelve a matar, la gente inocente vuelve a morir, los políticos vuelven a la carga con sus frases hechas en busca de votos, los informativos a darles publicidad, y así, todo sigue igual hasta un nuevo golpe mortal y hasta que esta maldición termine.
Pero… ¿Cuándo acabará de una vez y para siempre este capricho de bañar de sangre las calles de los pueblos y las ciudades del País Vasco y de España?
¿Cuándo las gentes de Euskadi tendrán la paz que merecen y esperanza para su noble pueblo, en un futuro sin terrorismo, libre de toda extorsión y sin miedo?
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