EL TIEMPO EN ESTEPA

EL TIEMPO: PREVISIÓN METEOROLÓGICA PARA ESTEPA

lunes, 9 de agosto de 2010

A LOS PIES DE LA TORRE DE LA VICTORIA ENCONTRAMOS UNA INSCRIPCIÓN QUE RECUERDA QUE EN AQUEL LUGAR FUE FUSILADA UNA MUJER CONOCIDA COMO... La Torralba, ¿verdad o leyenda?

A LOS PIES DE LA TORRE DE LA VICTORIA ENCONTRAMOS UNA INSCRIPCIÓN QUE RECUERDA QUE EN AQUEL LUGAR FUE FUSILADA UNA MUJER CONOCIDA COMO... 
La Torralba, 
¿verdad o leyenda?
 ____________
"Recuerdo que sería por
primavera, hace ya muchos
años. Yo vivía entonces cerca
de ese lugar tan bello que
es la placita de la Victoria,
y cierto día, una mañana
al pasar por allí vi cómo un
hombre a golpes de martillo
en el cincel, grababa unas
letras en el muro del costado
de la desaparecida iglesia
del derruido convento de los
Mínimos".
______________
LA INSCRIPCIÓN

 ________
 1812 – 1969
UNA MUJER CONOCIDA POR LA
TORRALVA OFRENDÓ SU VIDA EN ESTE
PAREDÓN POR LA INDEPENDENCIA DE
SU PATRIA FRENTE A LOS EJÉRCITOS
NAPOLEÓNICOS
SU CIUDAD NATAL PERPETÚA SU
MEMORIA Y LE DEDICA ESTE LAUREL
COMO SÍMBOLO DE SU VALOR

 __________________

Era entonces alcalde de Estepa don Rafael Machuca Moreno, quien mandó cincelar en la piedra una inscripción en honor y recuerdo a ella. Se trataba de un homenaje rendido por este pueblo a una mujer audaz y temeraria conocida con el sobrenombre de “La Torralba”, y según la historia o la leyenda, y la versión de quienes la narren, la brava mujer era ¿una heroína, o malhechora?
Sería bueno conocer algo de su historia.
Tras el alzamiento en Sevilla el 26 de mayo de 1808, se constituye la Junta Suprema de España e Indias, que para la defensa de España, ordenó que se hiciera lo mismo en más poblaciones. En Estepa se formó una Junta de Gobierno, presidida por don Benito Jordán Calatayud, que al mismo tiempo ejercía de Corregidor.
Este año, se cumplen doscientos desde que en 1810, fuera ocupada Estepa por las tropas de Napoleón.
Tras la engañosa e innoble invasión, quedó establecida una fuerza militar como guarnición de la villa y la comarca, con don Juan Naghten como comandante militar, y se alojó en ella una columna de tropas a las órdenes del comandante Bourbon Bussec.
Las fuerzas invasoras sometieron a los vecinos de Estepa a todo tipo de vejaciones y humillaciones: sacar a las parturientas a la calle; pedir con amenazas dinero al Ayuntamiento y a particulares, para sufragar gastos de comida para la tropa; hacerles el “favor” a los ganaderos de aprovechar los pastos de la sierra, a cambio de exigirles para comida de los soldados numerosas cabezas de ganado, causando la ruina de muchos propietarios. Y la cólera del pueblo se hizo grande y hubo furor y violencia. Por todos es sabido que por esta zona abundaban en esos años famosos bandoleros y partidas de caballistas que el trabuco en la montura, las alforjas aviadas, y la “faca” y los “perrillos” listos en la faja, eran expertos salteadores de caminos que cometían sus fechorías muchas veces al amparo de los vecinos que los encubrían en sus casas o en los cortijos en el campo, y otras, en los seguros escondrijos de las agrestes serranías.
Una de esas partidas de malhechores, era capitaneada por un tal “Torralbo”, al cual, no se sabe por qué extraño vínculo –si amoroso o por vocación bandolera –, estaba unida una mujer que los acompañaba en sus correrías delictivas y se dice que su notoriedad era mayor por la crueldad y maldad que ejercía contra sus víctimas;“incitaba a su gente a las mayores crueldades y no se contentaba con menos que mutilar de un modo vergonzoso a los que tenían la desgracia de caer en manos de aquellos forajidos”. La protagonista de nuestro relato quedó en la antigüedad marcada como sinónimo de malas mujeres, y por su unión con Torralbo el capitán de la partida, era conocida con el nombre de “La Torralba”.
Ya se sabe que la leyenda, a veces suele magnificar las “gestas heroicas” de ciertos personajes tristemente célebres, y cuando yo era muy joven oía decir a los más viejos, que la Torralba tenía una taberna donde engatusaba y emborrachaba con sus artes a algunos soldados franceses, y cuando estos estaban más confiados, los mataba y se deshacía de los cuerpos echándolos a un pozo que había en su patio o corral.
Seguramente, este ardid constituía su peculiar y heroica manera de luchar contra la soldadesca del ejército usurpador de nuestro suelo. ¿Verdad, o leyenda? Lo decían los más viejos.
Lo cierto es que la partida del “Torralbo” cometía sus fechorías contra aquellos que podían
–franceses o españoles –, sin distinguir nacionalidades, y por ello eran perseguidos por los franceses con especial ahínco. Además, aquellas partidas de bandoleros, también acometían riesgosas y osadas acciones de guerrillas: emboscada, golpe mortal y retirada rápida, combatiendo contra el invasor para diezmar con estratégicos y fulminantes ataques sus efectivos militares. ¿Héroes, o bandidos?
Un desafortunado día para ella, las tropas francesas que los perseguían por los agrestes parajes del santuario de la Fuensanta, en Corcoya, lograron capturar a “La Torralba”, a la que hallaron ciega a consecuencia de las heridas producidas por la perdigonada de un tiro de escopeta que le dispararon unos arrieros del pueblo de La Alameda.
Tras ser apresada, los franceses curaron sus heridas, y cuando estuvieron cicatrizadas, se le sometió a un proceso en el que fue juzgada por el comandante Bourbon Bussec, que la condenó a la pena de muerte.
El fusilamiento de la guerrillera estepeña debió ser en 1812 en la plaza de la Victoria, en el muro lateral de la iglesia.

Muro de la vieja iglesia, junto a la puerta lateral que da a la placita de la Victoria. En dicha pared tuvo lugar el fusilamiento, y en ella quedó grabada la inscripción hecha con la sangre de la Torralba. Abajo, quedan los restos del laurel que cual símbolo de su valor e inmortalidad histórica, se plantó bajo la reseña grabada en la piedra, para honrar su memoria y valentía.
Allí se trasladó a la prisionera que en los instantes anteriores a su muerte, estuvo confortada espiritualmente por fray Rafael Vergara y Vergara, y en el triste acto, ocurrió lo siguiente: cuando el fraile se hallaba junto a la mujer rezando con ella y asistiéndola en sus últimos momentos, esta aprovechó para agarrarse al religioso con todas sus fuerzas, y por picardía o por la locura que le producía el miedo a la muerte, comenzó a dar gritos exclamando que estaba viendo a un santo que suponía era el mismo fraile que la auxiliaba.
Como La Torralba astutamente se aferró a los hábitos y no se separaba del fraile, y el pobre clérigo no podía deshacerse de ella, los franceses ya comenzaban a perder la paciencia por el retraso de la ejecución sospechando que todo aquello se trataba de una comedia urdida por la condenada para salvarse. Y por dos veces echaron mano de los fusiles apuntando para dispararlos contra la pareja formada por la desdichada mujer y el asustado clérigo.
Hasta que al fin y después de un gran esfuerzo, con dificultad consiguió el fraile liberarse como pudo de la atenazada opresión de los brazos de la mujer, haciéndola apartarse de él.
Inmediatamente después, en la placita resonaron los disparos del pelotón de fusilamiento francés, y la torre fue mudo testigo de cómo La Torralba cayó muerta en el suelo, sobre el que se formó un charco de sangre.
Terminado el fusilamiento que pretendía ser un escarmiento ejemplar para subyugar y atemorizar al pueblo invadido, un soldado de acercó al cadáver de la mujer guerrillera, y tras mojar sus dedos en la sangre derramada, en los sillares que todavía quedan en pie junto a la hermosa torre donde se llevó a cabo la ejecución, a modo de epitafio, escribió este corto letrero:
“5em D. r.”
En alusión al 5º de Dragones; regimiento al que pertenecían los soldados que la ejecutaron, queriendo así dejar constancia en la pared y plasmada por muchos años, la indeleble huella roja en memoria del hecho coactivo y de escarmiento ejemplarizante.
Y la dejó. Pues al menos hasta sesenta años después, y aún más –afirma Aguilar y Cano –, todavía podía apreciarse en el muro la leyenda, aunque algo borrosa por el tiempo, no hallándose
explicación natural a la fuerza misteriosa por la que la roja inscripción escrita con la sangre estepeña de La Torralba, había resistido al paso del tiempo y de los elementos. La sangre de una mujer fue vertida por la comisión de delitos de bandolerismo en los caminos de Andalucía, pero también fue derramada por combatir en la guerra a su manera, y matar al enemigo contra el que cometía acciones violentas en desesperada defensa del honor y la libertad.
El ajusticiamiento se tornó en militar y político, desde el instante en que su encausamiento fue motivado por luchar en salvaguarda de la Patria, vil y engañosamente invadida por el entonces considerado como el mejor y más poderoso ejército del mundo, combatido y vencido aquí con honra por gloriosos y heroicos militares, pero también por civiles anónimos y valientes, guerrilleros y guerrilleras, muchos de ellos fuera de la Ley, y perseguidos por ella.
_____________________________________________________
(Artículo publicado en la Revista de la Feria de Estepa de este año 2010, que en estos días se está repartiendo por los domicilios estepeños)

No hay comentarios:

Publicar un comentario