LA CONTROVERTIDA CUESTIÓN
DEL CRUCIFIJO EN LA ESCUELA
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"Por estos días circula por los mentideros políticos y periodísticos de las tertulias televisivas y demás medios de comunicación, la polémica que se ha suscitado por la decisión por parte del Gobierno de retirar de las escuelas públicas y concertadas, el crucifijo como símbolo religioso"
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Habrá personas que se declaran partidarias de que “la religión esté en los templos”, como ha declarado hace poco una dirigente política.
Y lógicamente, las habrá también que piensen -y entre ellas me incluyo-, que un crucifijo colgado en la pared del aula escolar, en nada perjudica a la enseñanza del alumnado, ni coarta la libertad religiosa de creer o no creer, así como tampoco implica a nadie ni lo obliga a aceptar o profesar la religión cristiana porque un simple crucifijo presida el aula. Yo estuve en la escuela, y el crucifijo estuvo siempre presente y en nada creo que me afectara negativamente como persona, ni mucho menos influyó en la marcha de mi formación escolar, que no fue mejor, ni peor por estar presente dicho símbolo cristiano.
Se esgrime por parte de los más fanáticos que quieren la retirada de la cruz, el argumento de que nuestro país es aconfesional. Eso me parece bien. Cada individuo es libre de tener la confesión religiosa que quiera, y hasta libre de no creer en nada. Pero también hay que respetar la libertad de quienes quieran creer en la religión cristiana, que es la que hemos tenido siempre, en la que nos hemos criado los niños de ayer, que hoy ya somos mayores, y la que tan arraigada está en la mayor parte de la sociedad de nuestro país, y ha estado presente desde los más remotos tiempos de nuestra Historia. Eso, señores está enraizado en nuestra sociedad y cultura; no se puede eliminar de un plumazo de la noche a la mañana porque lo decrete el primer político al que un día, al levantarse, se le ocurra la idea.
Los extremismos son perjudiciales. Nada es blanco, ni nada es negro. Nada es bueno, ni nada es malo. Hay matices.
La intolerancia, el no respeto a la diversidad, el fanatismo en cualquiera de sus formas, y la incomprensión, son malos consejeros y grandes y poderosos enemigos de la razón y la prudencia.
Se alude también a que nuestro país, por causa de la mucha inmigración venida desde distintos pueblos con diferentes razas, culturas y credos religiosos, se ha convertido en un Estado multirracial, y es evidente que en nuestras escuelas hay niños que en sus hogares profesan otras creencias religiosas. Me parece muy bien. Pero si no son cristianos, deben entender y respetar nuestras costumbres, religión y tradiciones, pues están aquí, en un país que es nuestro, que les acoge y da trabajo, y por ello deben respeto, tolerancia y comprensión, pues hay libertad para creer en la religión que se quiera; pero también han de entender que deben ser tolerantes, benévolos y comprensivos con la nuestra.
¿Qué pasaría si usted emigra a un país donde se profesa la religión árabe, judía, budista u ortodoxa, por ejemplo?
¿Cambiarían ellos sus normas educativas o en materia religiosa porque varios niños cristianos acudieran a sus escuelas?
¿Retirarían sus símbolos, textos o doctrinas religiosas como el Corán, la Torah, los iconos ortodoxos etc.…?
Pues nosotros tampoco debemos hacerlo.
Y nuestros políticos, no deberían ser tan extremosos o extremistas, y sí, defender más al ciudadano, estar a su servicio y trabajar más por él procurando su bienestar y mejora de la economía -que buena falta hace-, y dejarse de tantas cuestiones irrelevantes que poco importan a los ciudadanos, así como evitar confrontaciones entre ellos, que a nada nos llevan; como esta de la retirada del crucifijo de las escuelas, que por cierto, nunca fue pernicioso ni hizo daño a nadie, ni lesionó el normal desarrollo emocional ni educacional de los niños que asistían a las clases. Hay cosas peores.
Una cosa es creer en la cruz como símbolo de la fe cristiana, y otra muy diferente es confiar o no, en las acciones o en las conductas de algunos de los hombres que se encargan de predicar esa fe y dirigir a la iglesia.
Y lógicamente, las habrá también que piensen -y entre ellas me incluyo-, que un crucifijo colgado en la pared del aula escolar, en nada perjudica a la enseñanza del alumnado, ni coarta la libertad religiosa de creer o no creer, así como tampoco implica a nadie ni lo obliga a aceptar o profesar la religión cristiana porque un simple crucifijo presida el aula. Yo estuve en la escuela, y el crucifijo estuvo siempre presente y en nada creo que me afectara negativamente como persona, ni mucho menos influyó en la marcha de mi formación escolar, que no fue mejor, ni peor por estar presente dicho símbolo cristiano.
Se esgrime por parte de los más fanáticos que quieren la retirada de la cruz, el argumento de que nuestro país es aconfesional. Eso me parece bien. Cada individuo es libre de tener la confesión religiosa que quiera, y hasta libre de no creer en nada. Pero también hay que respetar la libertad de quienes quieran creer en la religión cristiana, que es la que hemos tenido siempre, en la que nos hemos criado los niños de ayer, que hoy ya somos mayores, y la que tan arraigada está en la mayor parte de la sociedad de nuestro país, y ha estado presente desde los más remotos tiempos de nuestra Historia. Eso, señores está enraizado en nuestra sociedad y cultura; no se puede eliminar de un plumazo de la noche a la mañana porque lo decrete el primer político al que un día, al levantarse, se le ocurra la idea.
Los extremismos son perjudiciales. Nada es blanco, ni nada es negro. Nada es bueno, ni nada es malo. Hay matices.
La intolerancia, el no respeto a la diversidad, el fanatismo en cualquiera de sus formas, y la incomprensión, son malos consejeros y grandes y poderosos enemigos de la razón y la prudencia.
Se alude también a que nuestro país, por causa de la mucha inmigración venida desde distintos pueblos con diferentes razas, culturas y credos religiosos, se ha convertido en un Estado multirracial, y es evidente que en nuestras escuelas hay niños que en sus hogares profesan otras creencias religiosas. Me parece muy bien. Pero si no son cristianos, deben entender y respetar nuestras costumbres, religión y tradiciones, pues están aquí, en un país que es nuestro, que les acoge y da trabajo, y por ello deben respeto, tolerancia y comprensión, pues hay libertad para creer en la religión que se quiera; pero también han de entender que deben ser tolerantes, benévolos y comprensivos con la nuestra.
¿Qué pasaría si usted emigra a un país donde se profesa la religión árabe, judía, budista u ortodoxa, por ejemplo?
¿Cambiarían ellos sus normas educativas o en materia religiosa porque varios niños cristianos acudieran a sus escuelas?
¿Retirarían sus símbolos, textos o doctrinas religiosas como el Corán, la Torah, los iconos ortodoxos etc.…?
Pues nosotros tampoco debemos hacerlo.
Y nuestros políticos, no deberían ser tan extremosos o extremistas, y sí, defender más al ciudadano, estar a su servicio y trabajar más por él procurando su bienestar y mejora de la economía -que buena falta hace-, y dejarse de tantas cuestiones irrelevantes que poco importan a los ciudadanos, así como evitar confrontaciones entre ellos, que a nada nos llevan; como esta de la retirada del crucifijo de las escuelas, que por cierto, nunca fue pernicioso ni hizo daño a nadie, ni lesionó el normal desarrollo emocional ni educacional de los niños que asistían a las clases. Hay cosas peores.
Una cosa es creer en la cruz como símbolo de la fe cristiana, y otra muy diferente es confiar o no, en las acciones o en las conductas de algunos de los hombres que se encargan de predicar esa fe y dirigir a la iglesia.
Sr. Antonio, no puedo estar más de acuerdo con usted. Pienso, que si bien debemos recibir al que viene de fuera de la mejor manera posible, para que su adapatación sea rápida, creo que ellos deberían respetar y acatar nuestas tradiciones y costumbres
ResponderEliminarSaludos desde la lejanía.
Estimado amigo, no estoy de acuerdo con usted, y yo creo que usted se contradice, de primero añade que España es aconfesional, y usted sabrá lo que esto conlleva, que no haya nada en los lugares publicos que se decante por una confesión, vaya usted por colegios estepeños, y creo que andaluces públicos, para ver si hay alguna cruz y no pasa nada el discurrir de es colegio sigue igual. El cruxifijo es los colegios no perjudica a la enseñanza, por supuesto que no, tampoco el escudo del real madrid o la bandera republica o la foto de franco, pero no es adecuado. en otros paises que procesan otras religiones, que usted menciona seguro que no son aconfesionales, llamese Israel, Iran o Marruecos, pero seguro que en Gran Bretaña no ahy nada que mencione el anglicanismo. Y por último decirle amigo que los inmigrantes claro que deben respetar nuestras tradiciones como nosotros respetamos las sumos cuando entramos a una mezquita, pero no en lugares publicos. Un abrazo amigo.
ResponderEliminarPosdata.- Seguro que usted estudió bien y no le importó que franco esatuviera precidiendo el estrado, pero seguro que no pega en nuestro dias.
Más allá de opiniones que las hay variopintas, respetables y de toda índole en este tan traído asunto de los crucifijos en las aulas, tiene un marcado carácter político y ese “envoltorio” tan superficial que le han impuesto algunos a un tema tan personal para llevar y traer miserias y acusaciones ideológicas me parece del todo inadecuado.
ResponderEliminarConsidero que todo lo que sea prohibir, es coartar la libertad de alguien y por lo tanto nos sitúa ante una situación impropia de nuestra cacareada democracia de libertades; eso sí tanpoco me parece lícita la dictatorial exigencia de los Obispos insistiendo en que suya es la verdad, suya es la única creencia y por ende Cristo debe de aparecer crucificado en las paredes de los colegios, excluyendo al resto de identidades de culto que en definitiva con más o menos acierto persiguen como la religión católica la formación espiritual de los hombres y mujeres de este tiempo.
Y tras todo esto yo me hago la siguiente pregunta: ¿necesitan los jóvenes de hoy símbolos colgados de las paredes –como una cruz - o signos de que Cristo vive en los que nos llamamos cristianos?.
La juventud que hoy se forma en los centros educativos cada vez se aleja más de la religión porque están hasta la coronilla de doctrinas y de maestros y lo que de verdad necesitan son testigos que demuestren que el amor, el perdón y la entrega que predicó el Crucificado, no se quedan colgados de la pared, sino que son las razones fundamentales de los que creemos en Cristo como argumento de vida.