CUANDO LA DESVERGÜENZA NOS HACE SENTIR
VERGÜENZA, Y EL RESPETO NO EXISTE
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Cualquier ciudadano siente vergüenza cuando ocurre lo que dice el título de mi escrito.
Y se siente intimidado, avergonzado de ver a cierto sector o parte de sus conciudadanos gritar energúmenamente en un acto oficial en el día de la Fiesta Nacional de España, seguido por millones de telespectadores nacionales y por no sé cuántos millones más que lo presencian desde muchísimos países.
El día 12 de octubre sentí vergüenza. No eran correctos los insultos en forma de gritos y abucheos que algunos españoles le dedicaron al Presidente del Gobierno español. Estaban fuera de lugar dichos gritos ofensivos pidiendo la dimisión del Jefe del Ejecutivo.
Hay muchas ocasiones para silbar, pitar y pedir la dimisión de alguien, pero no delante del Jefe del Estado, el Gobierno y todas las altas representaciones del Estado español, y sobre todo, ante millones de espectadores nacionales y de la comunidad internacional. España no merece esa imagen ni tal descrédito. Es, simplemente bochornoso.
Lo peor de todo, es que la oposición se frota las manos cínicamente (mientras peor, mejor) y en este caso dirán, como el otro que dijo: “ellos mueven el árbol y nosotros recogemos las nueces”.
Si esas personas deseaban avergonzar al señor Zapatero, posiblemente, lo consiguieron; pero a costa de hacer sentirse avergonzados y humillados a muchísimos españoles que no comprendíamos por qué tanta falta de respeto no sólo al Presidente, sino al rey, al Gobierno, a los Presidentes del Congreso de los Diputados y del Senado y a las más altas representaciones del Estado y del extranjero.
Pero el momento de menos respeto demostrado por esas personas que gritaban, llegó cuando muchos españoles teníamos las lágrimas casi a punto de salir de los ojos, viendo a los familiares de los Militares y Guardias Civiles muertos en actos de servicio a la Patria, que con el rey don Juan Carlos y el Presidente, a la cabeza, depositaban una corona de laurel ante la bandera de España mientras se oían las notas del toque de oración, homenajeando así la memoria de los que han dado su vida; ahí, no hubo silencio ni respeto, y sí desprecio, mucha falta de civismo y ausencia de respeto a los muertos… y a sus familiares presentes, que derramaban lágrimas por aquellos hijos, hermanos o padres que perdieron.
Hay muchas ocasiones y lugares más adecuados para gritar, protestar y pedir dimisiones si se cree que la labor que se hace desde el Gobierno no es la más apropiada; pero no ahí, ¡no! cuando el dolor estaba presente y el recuerdo mantiene vivos en la memoria a quienes murieron. Entonces, es cuando se impone el silencio, el respeto y la vergüenza de las gentes de un pueblo, que deberían honrar a quienes dieron la vida por cumplir con la misión encomendada, y no vociferar contra quien también tiene encomendada por el pueblo la misión de gobernar.
Afortunadamente para nosotros –y nos costó muchos años y esfuerzos conseguirlo–, la Democracia nos trajo la fórmula correcta y adecuada para elegir a un gobernante y quitarlo después si creemos que no gobierna bien; pero civilizadamente, sin dar un sólo grito ni faltar al respeto: tan sólo, depositando cívicamente nuestro voto ejercitando lícita y libremente nuestro derecho ante las urnas. De esa forma se hacen las cosas. La única forma, sin lastimar la imagen del país de cada uno, y sin dar espectáculos que abochornan a otros, por la falta de respeto.
Esto es lo que ocurre cuando la desvergüenza nos hace sentir vergüenza, y el respeto no existe.
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