(Foto: acompañado por el autor del Prólogo, D. Rafael Romero Jiménez) * P R Ó L O G O *
Interesante es la técnica narrativa con la que Antonio Rodríguez Crujera, escribe esta obra.
La franqueza a la vida y la espiritualidad del Autor, quedan patentes en este relato por el que de manera hábil y asimétrica, nos describe cómo se produce la reunión en el Reino de la Luz del marinero Daniel, su esposa María del Carmen y el pequeño Daniel, hijo de ambos, que el furor de los elementos marinos arranca de este mundo cuando realiza sus faenas de pesca en el pesquero “Lucero del Mar”.
La intercepción de la Madre Blanca, en un ambiente de ficción, luminosidad, misticismo y colorido difícil de describir, que Rodríguez con desenvoltura y hábil léxico explica, produce el milagro de la reunión en el más allá. Es un ambiente donde predomina la narrativa de un pueblo de cualquier rincón del litoral andaluz, en el que malviven unos pobres pescadores y sus familias en una época pasada, que bien podía corresponder a la posguerra.
Antonio emplea ingredientes literarios diversos, como pudieran ser el romántico, su profunda espiritualidad, el dramático e incluso el místico, reconduciendo su relato por el sendero del sentido trágico de la vida, en la búsqueda de una fe capaz de ofrecer alivio frente a la desesperación.
Es admirable la descripción del naufragio y la solidaridad con que dota a los personajes en momentos decisivos donde no queda tiempo para escoger entre la vida o la muerte, salvarse o morir.
Conmovedora es la psicosis que provoca en María del Carmen, la desaparición de su marido, sepelio que no llega a producirse jamás por ser absorbido por las profundidades marinas, circunstancias que envuelven a la joven esposa embarazada y después al pequeño Daniel en una pretendida reunión con el cabeza de familia, milagro que la pluma de Antonio con su ingenio literario y como el que cuenta un cuento de hadas, soluciona en un círculo que el eje principal es el pequeño Daniel, que se desenvuelve en un escenario de luz celestial, alegría, silencio, angustia, abatimiento, óbito e interrogantes que los vecinos y abuelos del niño se hacen ante los hechos sobrenaturales que se van produciendo a lo largo del relato.
La franqueza a la vida y la espiritualidad del Autor, quedan patentes en este relato por el que de manera hábil y asimétrica, nos describe cómo se produce la reunión en el Reino de la Luz del marinero Daniel, su esposa María del Carmen y el pequeño Daniel, hijo de ambos, que el furor de los elementos marinos arranca de este mundo cuando realiza sus faenas de pesca en el pesquero “Lucero del Mar”.
La intercepción de la Madre Blanca, en un ambiente de ficción, luminosidad, misticismo y colorido difícil de describir, que Rodríguez con desenvoltura y hábil léxico explica, produce el milagro de la reunión en el más allá. Es un ambiente donde predomina la narrativa de un pueblo de cualquier rincón del litoral andaluz, en el que malviven unos pobres pescadores y sus familias en una época pasada, que bien podía corresponder a la posguerra.
Antonio emplea ingredientes literarios diversos, como pudieran ser el romántico, su profunda espiritualidad, el dramático e incluso el místico, reconduciendo su relato por el sendero del sentido trágico de la vida, en la búsqueda de una fe capaz de ofrecer alivio frente a la desesperación.
Es admirable la descripción del naufragio y la solidaridad con que dota a los personajes en momentos decisivos donde no queda tiempo para escoger entre la vida o la muerte, salvarse o morir.
Conmovedora es la psicosis que provoca en María del Carmen, la desaparición de su marido, sepelio que no llega a producirse jamás por ser absorbido por las profundidades marinas, circunstancias que envuelven a la joven esposa embarazada y después al pequeño Daniel en una pretendida reunión con el cabeza de familia, milagro que la pluma de Antonio con su ingenio literario y como el que cuenta un cuento de hadas, soluciona en un círculo que el eje principal es el pequeño Daniel, que se desenvuelve en un escenario de luz celestial, alegría, silencio, angustia, abatimiento, óbito e interrogantes que los vecinos y abuelos del niño se hacen ante los hechos sobrenaturales que se van produciendo a lo largo del relato.
Rafael Romero Jiménez
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