EN PLENO AUGE EN ESTOS DÍAS, LA CAMPAÑA DE FABRICACIÓN DE MANTECADOS, VA LLEGANDO A SU FIN
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Estepa es una pequeña ciudad ubicada geográficamente en el corazón de Andalucía, con un extraordinario olivar que produce uno de los mejores aceites con denominación de origen propia, que por su gran calidad, ha sido varias veces galardonado en las más importantes ferias y muestras del sector oleícola.
Pero además de otras actividades industriales y del aceite de nuestros campos, contamos aquí con una importante industria que aporta riqueza y trabajo en nuestra comunidad, con sus más de una treintena de fábricas de dulces navideños: los tradicionales mantecados de ajonjolí, canela y distintos sabores, polvorones de almendra, roscos de vino, alfajores de miel y almendra, turrones, mazapanes, variados bombones y dulces con cobertura de chocolate…etc.etc.
La llamada “campaña” de fabricación de estos productos –lo explico sobre todo, para los lectores de otros países que no conocen la fama de Estepa y sus mantecados-, cada vez comienza antes, y ya a finales de agosto, las fábricas emprenden el ritmo con la limpieza, preparación y puesta a punto de maquinarias y todo lo demás para iniciar la elaboración. Son algo más de tres meses de duro y cansado trabajo; turnos, horas extras… en los que la ciudad se transforma en una comunidad laboriosa, de enorme trajín de vehículos y gentes por sus calles y avenidas. Una Estepa que en estos meses concretos, se vuelca casi exclusivamente en la tarea de fabricación de esos productos que tanta fama le han otorgado a lo largo de muchas décadas de arduo esfuerzo, que este pueblo y los estepeños han sabido mantener para erigirse en la capital mundial de estos exquisitos productos, que si es cierto que se fabrican en otros lugares, Estepa es por antonomasia, la Ciudad del Mantecado. Y por ello es muy conocida.
La llamada “campaña” de fabricación de estos productos –lo explico sobre todo, para los lectores de otros países que no conocen la fama de Estepa y sus mantecados-, cada vez comienza antes, y ya a finales de agosto, las fábricas emprenden el ritmo con la limpieza, preparación y puesta a punto de maquinarias y todo lo demás para iniciar la elaboración. Son algo más de tres meses de duro y cansado trabajo; turnos, horas extras… en los que la ciudad se transforma en una comunidad laboriosa, de enorme trajín de vehículos y gentes por sus calles y avenidas. Una Estepa que en estos meses concretos, se vuelca casi exclusivamente en la tarea de fabricación de esos productos que tanta fama le han otorgado a lo largo de muchas décadas de arduo esfuerzo, que este pueblo y los estepeños han sabido mantener para erigirse en la capital mundial de estos exquisitos productos, que si es cierto que se fabrican en otros lugares, Estepa es por antonomasia, la Ciudad del Mantecado. Y por ello es muy conocida.
Allá por los años sesenta, se decía que aquí llegaban de pueblos limítrofes, más de dos mil mujeres a trabajar en sus fábricas durante los tres meses largos que dura la elaboración de estos dulces típicos, que al ser productos que se consumen antes y durante las fechas de las navidades, lógicamente, en los días anteriores a esas entrañables fiestas, ya toda la fabricación se ha terminado, el ritmo frenético cesa, y la normalidad y tranquilidad invaden los hogares, la vida y las calles de Estepa, hasta el próximo año. Ahora en estas últimas semanas de producción, la gente de fuera viene aquí en numerosos autobuses con excursiones programadas para visitar nuestro extenso patrimonio monumental; calles típicas, iglesias, conventos, Cerro de San Cristóbal y su castillo, además de aprovechar la ocasión del viaje para adquirir en cualquiera de nuestras fábricas –pues todas son buenas-, las exquisitas elaboraciones que aquí se hacen con tanta maestría y delicadeza.
Cualquier día -sobre todo los fines de semana-, nuestra ciudad se ve inundada de excursionistas venidos de cualquier punto de la tierra andaluza, que admiran su belleza, y al mismo tiempo deleitan sus paladares con los dulces sabores de los productos que se adquieren en los abarrotados despachos que en las fábricas y otros puntos de Estepa, aguardan para ofrecerles ese sabor tradicional a Navidad que nos retrotraen con añoranza a los recuerdos de los años de la niñez; sensaciones de villancicos, panderetas y juguetes en Reyes, que tan bien transmiten nuestros mantecados y polvorones genuinamente estepeños, envueltos en aquellos blancos papelitos de seda con alegres flecos.
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