INCURSIONES DE GUERRAS
Y SAQUEOS DE TROPAS CRISTIANAS
A TIERRAS DE MOROS,
EN AL-ANDALUS
( II )
Y SAQUEOS DE TROPAS CRISTIANAS
A TIERRAS DE MOROS,
EN AL-ANDALUS
( II )
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Como se dijo en el capítulo anterior, a la llamada para el combate se dirigieron los moros hacia el campamento de las tropas del príncipe don Alfonso, en las cercanías de Jerez. Allí habíanse congregado además de las tropas, gran número de ganados, y también de soldados hechos prisioneros, lo cual daba un aspecto de grande fortaleza a dicho acuartelamiento.
Cuando llegados los árabes a él, apreciaron que las fuerzas cristianas serían unos tres mil quinientos hombres; muy escasas si se comparaban con las de Aben Hud, que eran todos guerreros, mientras los cristianos contaban con el lastre y la carga de los rebaños y el botín, y esa circunstancia hizo pensar al caudillo árabe, que aquél sería un cómodo triunfo.
Colocó a sus huestes al lado de los olivares que había entre la ciudad y el campamento cristiano, ordenando a las tropas de caballería llegadas desde África, que se colocaran en los flancos, pues pensó que cuando fuesen vistos, huirían los cristianos, y entonces los apresaría y ataría con las cuerdas que mandó hacer a su soldadesca.
Para acometer a los soldados cristianos, preparó el ataque dividiendo sus fuerzas en siete batallones de casi dos mil jinetes cada uno, y de ese modo se aprestó a entrar en batalla.
Cuando fueron vistos acercándose tan numeroso ejército cubiertos los flancos por la caballería, y a sus espaldas las aguas del Guadalete, los cristianos comprendieron que se hallaban en gran peligro.
El valiente caballero don Álvaro Pérez de Castro, capitán de las tropas cristianas, tomó el mando cabalgando entre sus hombres, con la maza en la mano dándoles muchos ánimos, sin temor en el semblante. Y para dar al enemigo la impresión de un gran ejército, hizo organizar un destacamento de reserva, montando a cuantos soldados de infantería tenía disponibles, sobre mulas y demás bestias de carga.
Antes de entrar en combate, quiso honrar a Garci Pérez de Vargas armándolo caballero. Este valiente guerrero estaba destinado a engrandecer las hazañas y los grandes hechos de armas en los que estuvo presente en la reconquista de tierras moras para los reinos cristianos, junto al rey don Fernando III El Santo.
Cuando llegados los árabes a él, apreciaron que las fuerzas cristianas serían unos tres mil quinientos hombres; muy escasas si se comparaban con las de Aben Hud, que eran todos guerreros, mientras los cristianos contaban con el lastre y la carga de los rebaños y el botín, y esa circunstancia hizo pensar al caudillo árabe, que aquél sería un cómodo triunfo.
Colocó a sus huestes al lado de los olivares que había entre la ciudad y el campamento cristiano, ordenando a las tropas de caballería llegadas desde África, que se colocaran en los flancos, pues pensó que cuando fuesen vistos, huirían los cristianos, y entonces los apresaría y ataría con las cuerdas que mandó hacer a su soldadesca.
Para acometer a los soldados cristianos, preparó el ataque dividiendo sus fuerzas en siete batallones de casi dos mil jinetes cada uno, y de ese modo se aprestó a entrar en batalla.
Cuando fueron vistos acercándose tan numeroso ejército cubiertos los flancos por la caballería, y a sus espaldas las aguas del Guadalete, los cristianos comprendieron que se hallaban en gran peligro.
El valiente caballero don Álvaro Pérez de Castro, capitán de las tropas cristianas, tomó el mando cabalgando entre sus hombres, con la maza en la mano dándoles muchos ánimos, sin temor en el semblante. Y para dar al enemigo la impresión de un gran ejército, hizo organizar un destacamento de reserva, montando a cuantos soldados de infantería tenía disponibles, sobre mulas y demás bestias de carga.
Antes de entrar en combate, quiso honrar a Garci Pérez de Vargas armándolo caballero. Este valiente guerrero estaba destinado a engrandecer las hazañas y los grandes hechos de armas en los que estuvo presente en la reconquista de tierras moras para los reinos cristianos, junto al rey don Fernando III El Santo.
Y tanto es así, que se destacó notablemente en el asedio de Sevilla, donde poco tiempo después de su conquista, en la llamada Puerta de Jerez, esta grande y noble ciudad para honrar el recuerdo de tan es forzado caballero, colocó una lápida que así decía:
Hércules me edificó,
Julio César me cercó
De muros y torres altas;
El rey Santo me ganó
Con Garci-Pérez de Vargas
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Julio César me cercó
De muros y torres altas;
El rey Santo me ganó
Con Garci-Pérez de Vargas
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Continuará
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