EL BANDOLERISMO EN ANDALUCÍA
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Joaquín Camargo Gómez
“El Vivillo”
1866 – 1929
Joaquín Camargo Gómez
“El Vivillo”
1866 – 1929
…
PRIMERA PARTE
PRIMERA PARTE
Nace Joaquín en Estepa, a las dos de la tarde del día 4 de marzo de 1866, en el domicilio de sus padres en la calle de la Verdad número 3, y es bautizado en la Iglesia Parroquial del Señor San Sebastián un día después, poniéndosele por nombre Joaquín Pío Casimiro del Carmen. Es el hijo número diez del matrimonio, y después, nacerán seis más, pero por desgracia, la mortalidad infantil de esos años, hace que mueran todos los hijos menos José, el hermano mayor, y Joaquín, quince años menor.
Joaquín Camargo Gómez |
Ya en la escuela, Joaquín tiene fama de niño listo, muy despierto y travieso. Lo que da motivos a su maestro para reconocer que el chico es “vivillo”. Ese calificativo, quedará ya para toda la vida impreso en la personalidad de Joaquín Camargo Gómez; el más famoso cuatrero y contrabandista estepeño de la época.
Muere su madre, y el padre contrae nuevas nupcias con una mujer con la que el niño no tiene buenas relaciones, y esto hace que abandone la casa a la edad de trece años. Vuelve llevado por su hermano José, que lo halla perdido, y un año después, decide irse de nuevo, esta vez a refugiarse en un cortijo cercano a Écija donde trabaja su tío como guarda. Allí le dan trabajo durante seis meses, hasta que otra vez, su hermano va a por él y lo devuelve a la casa paterna. En ella se ve recluido en lo que después, él llamaría “nido de mi vida y cuna de mi desgracia”, en un hogar donde recibe golpes y amenazas, donde ya no quiere estar; y huye otra vez para volver al cortijo, del que desaparece una madrugada del mes de diciembre, sin cobrar siquiera los jornales que le deben.
Trabaja en una posada en Osuna, vuelve a Estepa al saber la muerte de su padre, y es echado de casa por su madrastra. Tras muchos vaivenes en la vida, a los veintitrés años, el día diez de agosto de mil ochocientos ochenta y ocho, contrae matrimonio en la iglesia de San Sebastián con la joven estepeña de veinte años, María de los Dolores Jiménez Reina, con la que tuvo ocho hijos; tres varones y cinco hembras, aunque sólo les sobrevivirían cinco; tres niñas y dos niños.
En las tabernas que frecuenta, sólo se habla de caballistas y contrabandistas que con mucho riesgo para sus vidas y osadía, consiguen muy buenos beneficios con sus trapicheos y “negocios sucios”. Esas actividades le hacen sentirse interesado, pues piensa conseguir con ellas grandes riquezas. Para eso es fundamental hacerse con un buen caballo de sangre andaluza, y para ello, vende en cinco mil reales una fanega de tierra heredada de su padre, en las afueras de Estepa, y compra un caballo alazán llamado “Careto”. Días después, con un capital de tres mil reales en la faja, dispone la partida al campo de Gibraltar, para hacer su contrabando. En una venta camino hacia La Línea, conoce a otros individuos que le acompañarán. Adquieren sobre todo tabaco, que de noche y por intrincados senderos, transporta a la serranía de Ronda para ser vendido, con lo que obtiene muy buenos beneficios que le hacen volver para realizar dos viajes más.
De esta forma comienza una vida en la sierra llena de riesgos, disparos, persecuciones y mil aventuras, acosado por los Carabineros que vigilan y persiguen el contrabando. Cuando vende el producto de sus alijos, “El Vivillo” vuelve a Estepa con un capital de doce mil pesetas, libres de gastos. Una buena fortuna que nunca imaginó conseguir ni soñándolo.
Así, tras meses y meses de aventurada y peligrosa actividad contrabandista, transcurren los años 1891 y 1892.
CONTINUARÁ.
Muere su madre, y el padre contrae nuevas nupcias con una mujer con la que el niño no tiene buenas relaciones, y esto hace que abandone la casa a la edad de trece años. Vuelve llevado por su hermano José, que lo halla perdido, y un año después, decide irse de nuevo, esta vez a refugiarse en un cortijo cercano a Écija donde trabaja su tío como guarda. Allí le dan trabajo durante seis meses, hasta que otra vez, su hermano va a por él y lo devuelve a la casa paterna. En ella se ve recluido en lo que después, él llamaría “nido de mi vida y cuna de mi desgracia”, en un hogar donde recibe golpes y amenazas, donde ya no quiere estar; y huye otra vez para volver al cortijo, del que desaparece una madrugada del mes de diciembre, sin cobrar siquiera los jornales que le deben.
Trabaja en una posada en Osuna, vuelve a Estepa al saber la muerte de su padre, y es echado de casa por su madrastra. Tras muchos vaivenes en la vida, a los veintitrés años, el día diez de agosto de mil ochocientos ochenta y ocho, contrae matrimonio en la iglesia de San Sebastián con la joven estepeña de veinte años, María de los Dolores Jiménez Reina, con la que tuvo ocho hijos; tres varones y cinco hembras, aunque sólo les sobrevivirían cinco; tres niñas y dos niños.
En las tabernas que frecuenta, sólo se habla de caballistas y contrabandistas que con mucho riesgo para sus vidas y osadía, consiguen muy buenos beneficios con sus trapicheos y “negocios sucios”. Esas actividades le hacen sentirse interesado, pues piensa conseguir con ellas grandes riquezas. Para eso es fundamental hacerse con un buen caballo de sangre andaluza, y para ello, vende en cinco mil reales una fanega de tierra heredada de su padre, en las afueras de Estepa, y compra un caballo alazán llamado “Careto”. Días después, con un capital de tres mil reales en la faja, dispone la partida al campo de Gibraltar, para hacer su contrabando. En una venta camino hacia La Línea, conoce a otros individuos que le acompañarán. Adquieren sobre todo tabaco, que de noche y por intrincados senderos, transporta a la serranía de Ronda para ser vendido, con lo que obtiene muy buenos beneficios que le hacen volver para realizar dos viajes más.
De esta forma comienza una vida en la sierra llena de riesgos, disparos, persecuciones y mil aventuras, acosado por los Carabineros que vigilan y persiguen el contrabando. Cuando vende el producto de sus alijos, “El Vivillo” vuelve a Estepa con un capital de doce mil pesetas, libres de gastos. Una buena fortuna que nunca imaginó conseguir ni soñándolo.
Así, tras meses y meses de aventurada y peligrosa actividad contrabandista, transcurren los años 1891 y 1892.
CONTINUARÁ.
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