EN MEMORIA DE UN GRAN HOMBRE
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"Diamantino García Acosta, fue un cura obrero, humilde, que luchó siempre por los
derechos del trabajador, comprometido
en su defensa"
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Nació en el humilde barrio sevillano de “El Cerro del Águila”, y tras sus primeros tiempos como sacerdote en Sevilla, fue luego destinado a la Sierra Sur sevillana, al pueblo de Los Corrales donde ejerció su ministerio, hasta que muy joven, una maldita enfermedad lo arrebató de “sus” gentes hace ya bastantes años.Yo tuve el placer de conocerlo personalmente y hablar con él en varias ocasiones en aquellos duros años de la Dictadura tan difíciles para todos por la falta de libertades, pero aún más dificultosos para él y su cometido como luchador por la libertad y la dignidad del obrero. Hizo una especie de publicación muy humilde y con pocos medios, que iba dirigida a los amigos y afiliados a su causa y tuvo a bien enviarme dichas hojas, publicadas en apoyo siempre del trabajador. Un hombre de aspecto físico débil y enfermizo; pero fuerte de corazón y espiritualmente, que no cejaba en su empeño, ni dudaba nunca en irse a trabajar con "sus gentes, los paisanos de Los Corrales" a la vendimia en Francia, al campo, como jornalero...y adonde hiciera falta.
Allí estaba siempre, mezclado entre trabajadores, sudando con ellos y animándolos; pero después, llevando a sus feligreses la palabra de aquél Jesús también trabajador y humilde como los hombres y mujeres que él defendía. Él, era mensaje de Iglesia. Vestía igual y con la misma honra la ropa sucia y sudada de jornalero con su gorrilla, como las vestiduras inmaculadas de sacerdote. Sus delicadas manos, igual bendecían el pan en la misa, que recogía la fruta del vino en la dura vendimia de Francia, junto a los de su pueblo. Todo un ejemplo a seguir. Trabajaba por y para ayudar a los más necesitados, se equiparaba con ellos en el duro tajo, y por eso, todos sus vecinos lo querían igual como amigo y compañero en las labores, que como cura. Y si no es creíble esto que digo, pregunten por él en el pueblo de Los Corrales y en otros lugares; donde no hace falta dedicar una calle a su nombre, porque él vive allí; no se ha marchado, está presente y siempre lo estará en la memoria y en el recuerdo de todos los que le conocieron...o le conocimos.
Un gran hombre, el cura Diamantino, el jornalero frágil de cuerpo, pero fuerte de espíritu, combativo y siempre dispuesto en la defensa del obrero y el más débil; y en contra de los desmanes de los más fuertes, y de quienes pretendían avasallar sus derechos como trabajadores y personas. Por eso su labor nunca será olvidada por aquellos que gozaron de su amistad y compañía, y que un día fueron defendidos por él.
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