DE FABRICACIÓN DEL MANTECADO
Es la nuestra una pequeña pero bella ciudad de doce mil quinientos vecinos, aproximadamente, pero en estos meses finales del año, parece convertirse en una urbe de mayor número de habitantes, más vehículos y una desenfrenada vida laboral que mueve a más de una treintena de fábricas de esos productos típicos navideños, por los que nos conocen en toda España y en otras partes del mundo, a cuyos hogares llegan nuestros ricos mantecados y otras exquisitas especialidades.
Es la nuestra una pequeña pero bella ciudad de doce mil quinientos vecinos, aproximadamente, pero en estos meses finales del año, parece convertirse en una urbe de mayor número de habitantes, más vehículos y una desenfrenada vida laboral que mueve a más de una treintena de fábricas de esos productos típicos navideños, por los que nos conocen en toda España y en otras partes del mundo, a cuyos hogares llegan nuestros ricos mantecados y otras exquisitas especialidades.
Ya hace días que se huele en las calles, ¡y cómo se huele! Las fábricas dejan escapar por las chimeneas de sus hornos un aroma que sólo se puede describir oliéndolo aquí; el aire es ricamente perfumado por la harina, los aromas de canela, ajonjolí, la almendra y otros productos, que mezclados sabia y artesanalmente, se cuecen en los hornos y nos regalan las exquisitas fragancias de los mantecados, los rosquitos o los polvorones que se tuestan en su justo punto, concediéndonos ese placer; primero al sentido del olfato al caminar por las calles, y después, al del gusto, cuando en la mesa lo deleitamos saboreando tan exquisitos productos de Estepa.
Como se dice ahora, “es una pasada, tío”, pasear por nuestras calles y oler sus aromas.
Pero la vida normal y la tranquilidad de nuestra blanca ciudad, se alteran. Después del verano y una vez que ya han pasado sus vacaciones y fiestas, llega la hora del trabajo intenso, casi sin descanso, pues en muy corto espacio de tiempo, hay que fabricar millones de kilos de nuestros variados productos que endulzarán las mesas de un sinnúmero de hogares en las entrañables fiestas de la Navidad.
Como se dice ahora, “es una pasada, tío”, pasear por nuestras calles y oler sus aromas.
Pero la vida normal y la tranquilidad de nuestra blanca ciudad, se alteran. Después del verano y una vez que ya han pasado sus vacaciones y fiestas, llega la hora del trabajo intenso, casi sin descanso, pues en muy corto espacio de tiempo, hay que fabricar millones de kilos de nuestros variados productos que endulzarán las mesas de un sinnúmero de hogares en las entrañables fiestas de la Navidad.
Las calles de transforman y la vida se altera. Los vehículos invaden nuestras calles y avenidas en un frenético ir y venir, principalmente al mediodía, a la hora de la salida de las mujeres y hombres que van a casa para almorzar.
Los abuelos, siempre dispuestos a echar una mano, llevan a los niños y luego los recogen a la salida de las escuelas. En muchas casas, todo el mundo ayuda; la campaña de trabajo es corta, pero muy intensa, y muchas mujeres “dan más horas que un reloj” para ver luego materializado dicho esfuerzo en un dinerito muy bien venido con el que cubrir los muchííííísimos gastos que hay a lo largo de todo el año.
En los años 60, Estepa contaba con más de ciento treinta fábricas de mantecados, muchas de ellas pequeñas, de carácter familiar, y ubicadas en las instalaciones del propio domicilio. En la actualidad hay algo más de una treintena de grandes y modernas factorías, muchas de las cuales pueden ser visitadas por el público que viene en excursiones hasta nuestra tierra, y por otros que pasan por aquí y aprovechan para llevarse unas cajas de nuestras exquisiteces.
Si usted puede, acérquese a Estepa, visite pausadamente sus calles, iglesias y monumentos, tómese una copita de buen vino, pruebe nuestra gastronomía y el aceite nacido y extraído de las aceitunas de nuestras tierras, aspire los dulces aromas que están en el aire, y llévese a casa unos “mantecaítos”, polvorones, roscos de vino, alfajores y demás especialidades que le harán disfrutar con el paladar… y chuparse el “azuquita” de los dedos.
Pero,...
ResponderEliminar¡¿Que pridigios nos cuentas?!
Que maravilla; despertarte con la atmosfera aromatizada como un cuento, cuajada de perfumes variados:
Limon, naranja, canela, vainilla,...¡Chocolate!
Si, a la belleza natural del paisaje andaluz y la propia de Estepa, le sumas el fenomeno que describes,...
¡Es para escribir un cuento!
Que lo disfruteis mucho.
Un saludo a Estepa y a los estepeños.
Gracias por endulzarnos la Navidad.