DE LA POLÍTICA Y OTRAS COSAS

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“Este jueves, el diario del Reino Unido The Daily Telegraph ha publicado un avance de un informe sobre el coste de las casas reales de Europa con la conclusión de que la Casa Real española es la segunda monarquía europea más barata, solo superada por la de Luxemburgo, y podría convertirse en la monarquía de menor gasto tras el recorte previsto.
El estudio, según el periódico británico, sitúa a los Windsor en cabeza de la clasificación de monarquías europeas por gasto real para los ciudadanos.
En comparación, estos son los presupuestos anuales de las casas reales europeas, según el estudio: Reino Unido, 48,6 millones de euros; Holanda, 39,6 millones; Noruega, 28 millones; Bélgica, 13,7 millones; Dinamarca, 12,6 millones; Suecia, 12,2 millones; España, 8,9 millones; y Luxemburgo, 8,7 millones”.

(Fuente:http://www.vozbcn.com/2010/09/16/33516/casa-rey-recortara-presupuesto/)

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Este mediodía, ha sido una de esa ocasiones en que viendo la televisión, uno se “mosquea, patalea, revienta de rabia y acaba diciendo… ¡mecagoenlamadrequelosparió”.
Y me explico. Verán ustedes
Dan una información la mar de curiosa: la reina de Inglaterra, ha solicitado la pobrecilla, una ayuda que se da a los más necesitados, para pagar la calefacción de su palacio. ¿Tendrá cara dura la señora? ¡Y dicen que no llega a fin de mes! Pa meá y no echar gota.
A esa regia señora y a su familia, los quisiera ver cobrando el paro, sin ninguno de los miles de millones que tiene en el banco –una de las mayores fortunas del mundo–, y viviendo en un pisito como cualquier hijo de vecino. Y entonces veríamos qué hacía, porque a lo que no hay derecho en los tiempos tan difíciles que estamos atravesando en el mundo, y las muchas carencias y falta de trabajo que padecemos, es que doña Isabelita, segunda de su número, se lleve cada año del presupuesto de su país, más de cuarenta y ocho millones de eurillos de nada, o sea, y si no me equivoco en las astronómicas cifras; unos ocho mil sesenta y ocho millones de pesetas anuales; o lo que es lo mismo, algo más de seiscientos setenta y dos millones de pesetillas al mes; casi veintidós millones y medio de pelas al día ¿No es pa reventá? ¿Por qué tantísimo dinero? ¿A cambio de qué, señora mía de mi alma?
¿Y qué es lo que hace, qué aporta a la sociedad por recibir tan inmensa fortuna que tan solapada y ramplonamente se lleva a su real bolsillo? Nada. Su graciosa majestad no trabaja, ni su marido, ni sus hijos, ni sus nietos… Nadie da un golpe, todos viven de puta madre en esa real casa a expensas del presupuesto de un país, donde también hay mucha gente que está parada, que tendrá dificultades para alimentar a sus hijos, y las pasan más que canutas para llegar a fin de mes. Esta señora de cabeza coronada, no pasa dificultades con su sueldo de 48,6 millones de euros al año
¿No es para cabrearse con toda esta sinrazón? Cada día, el ciudadano está más desilusionado de la clase política y de las altas esferas que hacen como que nos gobiernan.
La gente pasando necesidades, y los ministros no dan con las soluciones acertadas para acabar cuanto antes con los problemas del país; los sindicalistas atacando al Gobierno con una huelga general que no servirá para nada –pérdidas para el empresario, molestias al ciudadano y descuento del jornal para el trabajador–, porque nada solucionará una huelga dejando parado a todo un país, sus servicios y sus trabajadores; la Iglesia animando a sus feligreses a secundar la huelga, porque dicen que es “una Justa causa” y “ha llegado el momento de implicarse en política”; los diputados del Gobierno y la oposición peleándose constantemente, criticándose mutuamente lo que hace el otro, aunque muy bien dice el refrán: que perro no come perro. Parece que la calma y la prudencia escasean.
Se atacan, sí, pero no se hacen dañito, y mientras tanto ellos a lo suyo; a pegar bien el culo en el escaño; vengan días y ollas; dame pan y dime tonto, que ya me pasaré yo la honradez política por… el arco del triunfo, que cuando me vaya de aquí, salgo forrado y con una paga vitalicia –y no sé por qué, para los ministros–. Y los trabajadores cada vez con menos poder adquisitivo, pero los impuestos cada vez más altos, y una inminente subida en la facturación de la energía eléctrica.
¡Manda huevos! La gente, el ciudadano, empieza a hartarse de tanto camelo.
Cada vez está el personal más cabreado con toda esta gente, y terminarán por desilusionarnos hasta el extremo de que a nadie le interese votar para mantenerlos en sus escaños y en sus disputas en el Congreso de los Despistados.
Lo que se siembra, se recoge luego; y todos están sembrando mala semilla, con poca calidad de entusiasmo y esperanza en el futuro, que en cambio, dará después buena cosecha de desilusión, desengaño, y tedioso o nulo interés por la política y por aquellos que la ejercen, que parecen olvidar que están ocupando ese lugar precisamente para defender los derechos e intereses de los ciudadanos, de aquellos quienes un día le dieron su depósito de confianza mediante el voto; y no para fustigarlos, aburrirlos y hartarlos cada vez más.